El partido que se juega la tecnología en el mundial de Rusia 2018

Fútbol y tecnología son un maridaje cada vez más difícil de separar. Y cumpliendo esta regla, Rusia 2018 es el Mundial más tech de la historia: los fans de todo el mundo podrán ver cada uno de los 64 partidos en pantallas de calidad 4K Ultra HD (UHD), una resolución cuatro veces superior al formato HD. Además, quienes viajen a alentar a la Selección argentina tendrán una credencial, llamada Fan ID, que tendrá incorporado un chip con todos los datos de su portador. Y podrán disfrutar de estadios inteligentes, como el Zenit Arena de San Petersburgo que cuenta con un techo retráctil y un novedoso sistema de climatización para bombear en su interior hasta 5 millones de  m3 de aire caliente y así mantener la temperatura entre los 15 y los 21º C. De todas las novedades tecnológicas la más importante –y polémica– es el Arbitraje Asistido por Video (VAR). Básicamente reúne y coordina varias cámaras de video que enfocan y graban a los jugadores y guarda imágenes que sirven para analizar una jugada “dudosa” prácticamente en tiempo real. Mientras se juega, un equipo de expertos las analiza y si surge un problema asesora al árbitro sobre lo que pasó, para que éste decida qué hacer. La idea de que aporta valor está científicamente avalada porque, a pedido de la FIFA, un grupo de profesionales de la Universidad Católica de Lovaina realizó un estudio que concluyó que la exactitud de las decisiones que los árbitros tomaron recurriendo a este sistema fue del 98,9%, mientras que el tiempo perdido de juego por su utilización representó apenas menos del 1% del partido. El informe se elaboró con datos de veinte asociaciones nacionales que aplicaron el VAR desde 2016 en pruebas hechas en 804 partidos, con un “impacto decisivo en un 8% de ellos”. De acuerdo a la FIFA, el VAR utiliza treinta cámaras capaces de grabar hasta 500 fotogramas por segundo y seguir la pelota con una precisión de 5 milímetros. Algunas permiten grabación “ultralenta”. Además, se confirmó que el proceso de revisión solo implicará una demora máxima de dos minutos, muy lejos de los nueve minutos perdidos vinculados a las discusiones por faltas usuales en cualquier partido promedio. Interactivo. Otro protagonista tech es la pelota oficial. La Telstar 18, inspirada en la que se usó en el Mundial del 70, tiene otros materiales más ecológicos y fue pensada para facilitar el reciclaje. Pero su gran distintivo es que lleva en su interior un chip de transmisión de datos del tipo NFC. Este no se usará para el Mundial en sí, pero los consumidores que la compren podrán interactuar con el balón por medio de su smartphone ya que, al acercarlo, ofrecerá contenidos específicos y participaciones en concursos futbolísticos. En la muñeca de los árbitros hay otra pieza única: usarán un smartwach diseñado por Hublot, que utiliza al sistema operativo Wear OS, y –aparte de controlar el tiempo– genera notificaciones especiales para marcar el inicio y final y contabilizar fácilmente la cantidad de tarjetas amarillas y rojas. Los hinchas que no puedan viajar, pero quieran seguir las contingencias desde la web pueden recurrir a varias páginas y apps especializadas. Pero seguramente una de las más exitosas será la oferta gratuita que montó Google tanto desde el buscador, como desde su Asistente. Habrá una especie de central de datos, donde se sintetizarán los resultados diarios, con el fixture, estadísticas y videos de las jugadas claves. Y también sumarán resúmenes de los partidos.
Un Smartwach para los árbitros que reune tecnología sofisticada y lujo.
Un Smartwach para los árbitros que reúne tecnología sofisticada y lujo.

Asoma otro escándalo para Facebook por su mal manejo de la privacidad

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Un nuevo informe de The Wall Street Journal (WSJ) vuelve a arrinconar a la compañía de Mark Zuckerberg en relación al ya conocido tema de la privacidad en la red social. En concreto, el diario estadounidense reveló que Facebook sostuvo acuerdos con un grupo selecto de compañías para brindarles acceso especial a los datos de sus usuarios y de sus amigos. Y esto ocurrió mucho tiempo después de que el CEO de la compañía hubiera dicho que habían bloqueado el acceso a dicha información. Según fuentes familiarizadas con el caso y documentos judiciales que respaldan las afirmaciones de WSJ, Facebook habría establecido convenios de intercambio de datos con empresas como Nissan Motors, o la institución financiera RBC Capital Markets. En total, serían 60 las compañías que tuvieron privilegios de acceso a los datos, luego de que en 2015, la compañía aseguró que había restringido esta información a los desarrolladores. EL WSJ afirma además que estos acuerdos tuvieron una duración de varias semanas e incluso meses luego del anuncio de Facebook sobre la restricción de esta información. Dentro de la información a la que tuvieron acceso las compañías en cuestión destaca la lista de contactos o amigos de los usuarios, sus números telefónicos y un factor de medición conocido como enlace de amigo, que permite conocer cuán cercanos son algunos contactos de la red social. Por su parte, el jefe de la Oficina de Protección al Consumidor de la Comisión Federal de Comercio (FTC) entre 2009 y 2013, David Vladeck, dijo al WSJ que los acuerdos mencionados en el informe podrían considerarse como una violación al acuerdo entre Facebook y la FTC, que establece que la compañía debe obtener permiso para compartir este tipo de información.

Una foto vale más que mil palabras

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La imagen, tomada por un fotógrafo de la delegación oficial alemana, habla por sí sola. El lenguaje corporal nos dice mucho sobre: 1. La intransigencia de Trump (presidente de EE.UU.) 2. La determinación de Merkel (canciller de Alemania) 3. La condescendencia de Abe (primer ministro de Japón). Y el todo: la complejidad de la situación global entre las superpotencias del G7.

Europa quiere prohibir los plásticos para descontaminar los océanos

La Comisión Europea propuso el 28 de mayo un ambicioso conjunto de medidas para limpiar las playas europeas y eliminar plásticos desechables de sus mares y vías navegables. Esto es, como se verá, un asunto sin importancia y sin embargo, tremendo, de alcance global. Es decir, resulta algo muy contradictorio. Las medidas, que deberán aprobar los veintiocho estados con membrecía de la Unión Europea, reducirían o modificarían el consumo y la producción de los diez artículos plásticos que se encuentran con mayor frecuencia en las playas, incluyendo sorbetes o cañitas, hisopos, cubiertos desechables y artes industriales de pesca (redes, palangres, etc). Estimados, esto no es un problema de estética de playas, aunque su estropicio actual supone pérdidas masivas para el turismo. Tampoco uno de mortandad creciente de superpredadores marinos, aunque eso impacta a la pesca. Tampoco es el tema de la muerte, generalmente dolorosa y masiva, de reptiles, aves y mamíferos vistosos e icónicos. Es algo más complejo y profundo: un problema sistémico emergente, un tipo nuevo de contaminación físicoquímica oceánica global, creciente, persistente y en buena parte inmedible, cuyos efectos tal vez ya empezaron, pero de cuyos alcances e impacto último no tenemos la menor idea. La ciencia y los gobiernos (el de la UE, al menos) están parados en un sitio parecido al de finales de los años ’70, cuando otro problema sistémico (la depleción de ozono en la estratósfera) era incontrovertible. Lo causaban los clorofluoruros de carbono (CFC) fabricados para la industria de la refrigeración, era clarísimo. Había que sustituirlos, no se sabía con qué cosa o con cual autoridad. Y es que promediando los ’70 se estaba científica y políticamente muy lejos de aquel acuerdo mundial, el Tratado de Montréal, que empezó a ponerle remedio a la merma de ozono a partir de 1987 con una veintena de firmantes en medio de un escepticismo general, pero que ya tiene 197 estados signatarios, con 196 que cumplen… y China. Ese «agujero en el cielo», que nunca sabremos cuánta gente mató de melanoma y cuánta encegueció por cataratas, ya no crece más. Incluso parece estar en una lentísima regresión desde 2006. Atrancada por algún fabricante de CFC oculto y protegido por el «establishment» del Reino del Medio. Si China cumpliera, se podría descorchar champagne. No es políticamente imposible que eso suceda. Si todo el planeta te señala con el dedo y la querés jugar de «la fábrica del mundo», al primer boycott mundial contra tus heladeras y equipos de aire acondicionado vas a sentir un agudo dolor en el más sensible de los órganos humanos, el bolsillo, como señalaba no recuerdo qué famoso general. Y es que el del ozono ha sido el único megaproblema causado por humanos que empezó a resolverse por acuerdos políticos y tecnológicos entre humanos. Nuestro «casi único casi éxito» de gobernanza como especie. El de los plásticos promete ser un tema más intratable, casi como el del cambio climático. Va un vistazo preliminar. El plástico que no vemos  El mayor problema es el plástico invisible al ojo. Con la mayor parte de la humanidad urbanizada, el plástico que amenaza los mares está tierra adentro, mayormente en los anillos de villamiserias, en basurales a cielo abierto, generalmente en zonas bajas inundables y sobrepobladas, donde frecuentemente no hay calles ni servicios de gestión de la basura. En un acarreo que puede ser rápido o lentísimo, tales plásticos terminan en los arroyos, ríos y finalmente en el mar, su repositorio final. En ese tránsito, los objetos de plástico sufren diversas transformaciones de acuerdo al tamaño original de la pieza, sus materiales, su resistencia estructural y química ante la intemperie, la erosión mecánica, la luz solar y la acidez, alcalinidad y la acción de otros contaminantes en el agua. Los materiales más frecuentes de tales objetos son el PET, el poliestireno de alta densidad, el de baja, el PVC y el polipropileno. Hoy esos materiales han formado 5 inmensas «islas flotantes» de botellas, sachets y redes. Están a flote en la mitad de los océanos, lejos de toda costa continental, atrapadas en los «giros», los lentos remolinos desprendidos de las corrientes marinas. Sólo la «isla flotante» del Atlántico Sur, estacionada a mitad de camino entre Argentina y África, mide casi la mitad de la superficie de nuestro país. Otro ejemplo fácilmente visible del impacto planetario de los plásticos son las playas del planeta entero, pero me centro en las tres de la isla Henderson, en el Pacífico Sur, un caso «de libro» porque es rocosa, desértica, totalmente inhabitada, sólo mide 35 km2, y queda a medio camino entre Australia y Chile y a 5000 km. de cualquier costa continental. Las tres tristes playas de marras están casi tan cubiertas de basura plástica como las bonaerenses, sólo que no es generada «in situ» o en las cercanías… porque no existen cercanías. Es toda de origen remoto. Parte de ella incluso viene de otros océanos (el Atlántico, el Índico). Si se limpian las playas de Henderson, al tiempo se vuelven a llenar de botellas, bolsitas de supermercado y líneas de pesca. Entre la basura que tira el oleaje sobre la linea de pleamar, también aparecerá algún albatros muerto, con la panza llena de pedazos de plástico que confundió con vaya a saber qué. Así de global se ha vuelto el problema. Y sin embargo, las mencionadas «islas flotantes» y las playas estropeadas en todas las costas del mundo representan apenas el 1% del inventario del plástico que llega a los mares. Lo esencial es invisible a los ojos, como escribió Saint Exupery. El 99% del plástico no gestionado llega al mar triturado y desmenuzado por el acarreo y la erosión fluvial y marina, hecho fragmentos milimétricos, micrométricos (milésimas de milímetro) y nanométricos (millonésimas). No parece haber región de la columna de agua exceptuada de este problema. Todavía no lo entendemos ni podemos medir, porque es demasiado reciente. Debe haber hecho rampa recién en la posguerra, cuando los plásticos empezaron a sustituir a bajo costo (aparente) al marfil, el hueso, la madera, algunos metales, el papel, los cerámicos, los cementos y otros materiales. Hoy hay plásticos micrométricos hasta en los sistemas digestivos de la fauna más abisal, la hadeana, a profundidades de entre 6 y 11 kilómetros. Los fragmentos milimétricos y micrométricos, al parecer, ya están matando fauna en todas las cadenas alimenticias de modo aún imposible de estimar. Lo hacen de tres modos. El primero es diabólicamente simple: ocupan lugar en los sistemas digestivos de todo tipo de animales, desde almejas filtradoras hasta peces y mamíferos y aves marinas predadores. En casos crónicos, el impedirles una alimentación o absorción normal de nutrientes, los debilitan y merman su potencial reproductivo. En casos agudos, el segundo modo, lisa y llanamente matan de hambre al animal que los ingirió, no a la generación siguiente. No parece haber región de la columna de agua exceptuada de este problema. Todavía no lo entendemos ni podemos medir, porque es demasiado reciente. Debe haber hecho rampa recién en la posguerra, cuando los plásticos empezaron a sustituir a bajo costo (aparente) al marfil, el hueso, la madera, algunos metales, el papel, los cerámicos, los cementos y otros materiales. Hoy hay plásticos micrométricos hasta en los sistemas digestivos de la fauna más abisal, la hadeana, a profundidades de entre 6 y 11 kilómetros. Hay un tercer modo en el que los plásticos matan fauna: la toxicidad. Por definición, deberían ser químicamente inertes, pero, oh sorpresa, no lo son. Si fueron fabricados en un proceso defectuoso de polimerización (encadenamiento de unidades estructurales llamadas «monómeros»), liberan monómeros que pueden ser bioactivos. Los plásticos berretas liberan muchos monómeros. Pero sean buenos o malos plásticos, los micrométricos tienen una superficie enorme en proporción al volumen. O un volumen inversamente proporcional a la superficie, por decirlo de otro modo. Son pura «interfase», superficie de intercambio químico. Esto hace que todo fragmento oriundo de un bidón de pesticidas o que se contaminó de fenoles y aceites clorados en el Riachuelo, el Irrawady, el Missisipi, el Elba o el Yangtsé, intercambie con toda facilidad sus contenidos químicos con los nuevos ambientes que visita, y máxime cuando tales ambientes son los enterones, estómagos o intestinos de la fauna que lo ingiere. Es difícil que uno, que es humano, ingiera microplásticos con una merluza, ya que las comemos destripadas, pero es casi imposible que esa merluza no haya recibido una dosis bajísima de las sustancias emitidas por los microplásticos en su sangre, y por ende en su musculatura. Pero tales sustancias ni siquiera tienen que haber sido absorbidas por la exposición de una botella a un río contaminado de hidrocarburos cíclicos, como el Riachuelo. Generalmente son los aditivos que el plástico trajo «de fábrica» para darle dureza, o flexibilidad, o resistencia a temperatura. Algunas de esas moléculas son muy bioactivas. Las de mayor cuidado, interfieren con los sistemas endócrinos: actúan de modo similar a las hormonas de los animales. Y por definición, las hormonas naturales actúan a dosis muy bajas, y a veces disparan efectos dramáticos: esterilizantes, o teratogénicos, o cancerígenos. En 1950 casi no había plástico en el mar. En 1973, en medio de la crisis petrolera y pese a ella, la producción mundial fue de 50 millones de toneladas. En 2015, llegó a 407 millones, y contando. Hacer, usar y descartar plásticos siempre fue demasiado barato incluso en 2008, durante la disparada de precios del gas, su materia prima fundamental. La novedad y el resultado es que parece que nos estamos comiendo en «picado fino» (ultrafino, en realidad) las primeras décadas de «plastificación» de la economía. Hasta ayer nomás un señor New Age podía hacerse feligrés de las pescaderías y así evitar el pollo de granja o la carne de «feedlot». Quizás debía explicar (no sin razón) a su familia, que lo cree buen tipo pero «un poco chapa», que así elude el inevitable contenido residual de antibióticos de las carnes producidas en masa. Según «The Economist», tan libre de pensamiento New Age como el Sahara lo está de esquimales, más o menos el 80% de la producción mundial de antibióticos termina en las granjas avícolas, porcinas y feedlots vacunos, usada como promotora de crecimiento y para evitar la diseminación de epidemias bacterianas entre los animales hacinados. En pollos, dan hasta un 40% de peso extra en el mismo tiempo de crecimiento. De modo que el último refugio de un señor New Age para conseguir proteína animal libre de antibióticos últimamente eran las pescaderías. Después de todo, allí se vende -cada vez más escasa y cara- la última carne de caza, es decir salvaje, que uno puede comprarse en este planeta. Vamos a darle malas noticias a ese señor. La mera autopsia Ahora podemos desconfiar hasta de un mero mero, un Accanthistius brasiliensis, un señor pez, cuerpudo, bocón, salvaje de todo salvajismo, capturado no en Carrefour o Jumbo por tarjetazo sino tras buena pelea por un pescador deportivo librada en algún desolado muelle santacruceño, bien lejos de todo río escupidor de plásticos, como el Plata o incluso el Negro. No es forzoso pero tampoco imposible que, si antes de ponerlo a la parrilla, al mero mero le hacemos una mera autopsia, le descubramos signos probablemente menores de daño hepático. ¿Efectos de toxicidad de microplásticos? Si además estos aparecen, como un polvillo transparente, casi invisible, en los intestinos, probablemente sea el caso. No era mi intención jorobarle el asado, pero así son las cosas, parece. A la luz de lo que se revela sobre los efectos sistémicos de microplásticos en las cadenas alimenticias marinas, es probable que ya no exista la pesca prístina, salvo en lagos y ríos vírgenes en zonas deshabitadas. Y podemos sospechar que en el colapso de las pesquerías del Mar Argentino, el precio altísimo y el tamaño cada vez menor de la merluza Hubbsi puede haber fuerzas más profundas y menos evidentes que el vaciamiento sistemático del Mar Argentino por parte de la flota alturera española desde los ’90. Sobre la acción de los nanoplásticos, los molidos a grano inferior a la millonésima de milímetro, ignoramos todo. Por su tamaño evaden todo sistema de detección convencional. Podemos suponerles una conducta física y química bastante impredecible, como sucede con todos los objetos dentro del rango «nano», porque con ese tamaño obedecen más a la paradójica mecánica cuántica que a otras fuerzas «macro». De vuelta a Europa y de ahí al Lejano Oriente «Corremos el riesgo de asfixiar nuestros océanos con plástico, lo cual causará repercusiones en nuestra cadena alimenticia y en la salud humana», resumió la semana pasada Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea. Y agregó: «Vamos a prohibir los plásticos que tienen un solo uso y no son reutilizables». Vale destacar que varios países europeos, como Dinamarca, Francia, Bélgica, Italia y Portugal ya han adoptado medidas para reducir los desechos plásticos y más del 85 % de los participantes en una encuesta de la Unión Europea manifestaron un fuerte apoyo a estas medidas. Aunque el proceso legal podría requerir un año o más, en caso de adoptarse, la propuesta impondrá distintos tipos de medidas para diversos productos. Si se cuenta con alternativas viables, los productos plásticos que se usan una sola vez se prohibirán en todo el mercado europeo. Por ejemplo, se alentará el uso de sistemas de retorno y rembolso y los Estados miembro se propondrán recabar para reciclaje un 90 % de todas las botellas de plástico para 2025. ¿Es imposible? Noruega, para el caso, recupera el plástico del 97% de dichas botellas, porque porque el usuario sólo se los lleva del «super» por canje con unidades vacías o pagando un depósito alto (como se hacía en Argentina con los envases de vidrio «altri tempi»). ¿Muy alto? Y… sí. En dólares, serían unos 35 centavos por unidad. Pero además, en la calle hay máquinas que reciben botellas y devuelven reembolsos en sólidos kroner, o te los acreditan en tu tarjeta. ¿La UE está pensando en imitar a Noruega? Tal vez vaya más lejos. Dice Timmermans: «… En la práctica no veremos hisopos que se usan una sola vez en los estantes del supermercado, sino que habrá unos hechos con materiales más ecológicos. Lo mismo sucederá con los sorbetes, los agitadores de bebidas, las varas en los globos, los cubiertos y los platos desechables». Lo que no se verá, por ahora, son los famosos plásticos biodegradables. En los experimentos, por ahora, los desarrrollados a fecha de hoy vienen demostrando ser bastante remisos a desaparecer rapidito por acción de bacterias y hongos. El PNUD, o Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, dejó de hablar de ellos desde 2015. En contraste, cada año, se usan en la Unión Europea 46.000 millones de botellas, 36.000 millones de sorbetes, 16.000 millones de vasos para café y 2000 millones de contenedores plásticos desechables, según un informe de 2017 elaborado por Seas at Risk, una organización de grupos ecologistas de toda Europa que promueve la protección marítima. Los grupos ambientalistas dicen que la legislación «antiplástico» que cocina la UE enfrentará una resistencia enrome de la industria de empaques, y la ven como «una posibilidad espantosa», al decir de Vicky Cann, del Observatorio Corporativo Europeo, una ONG especializada. Espantosamente inevitable, además. La mitad de los más de 407 millones de toneladas/año de plástico fabricadas es «de un solo uso»: primero es bonito, promueve las ventas y lo llamamos «packaging». Luego es feo y lo llamamos basura. Tratamos de perderlo de vista, raramente reciclándolo, aún más rara vez usándolo de combustible en hornos de alta temperatura, en general «archivándolo» en rellenos sanitarios donde puede durar siglos lixiviando su contenido de monómeros y aditivos a las aguas freáticas, que nos beberemos tarde o temprano. Pero en la Argentina es más frecuente que lo descartemos ilegalmente en basurales a cielo abierto. De ahí al mar, es cuestión de décadas. Salvo en la Patagonia, donde la transferencia es rápida porque los ríos son de viento. En los basurales, siempre hacia el Este de las grandes ciudades andinas, de la estepa y cercanas a la costa, hay centenares de hectáreas con millones de bolsitas de nylon arrastradas a sotavento por el Sudoeste. Están precariamente atrapadas por las espinas o romas de la mata verde, la mata negra, el calafate, el duraznillo, el molle y otras leñosas. Ahí flamean como banderas y se van desintegrando, en sucesivos «stops» por enganche temporario con las plantas en su camino eólico hacia el Atlántico. El asunto es que está llegando plástico por variadas vías y desde todos los continentes hacia los océanos, y ahora esto se ha vuelto otro megaproblema global más, de un calibre parecido al del agujero de ozono. ¿Soluciones? Todas heroicas, es decir, difíciles de vender. ¿Por qué la discusión que se abre en Europa no es importante y al mismo tiempo sí lo es? En términos cuantitativos, las medidas que tome Europa no moverán mucho el amperímetro de la contaminación oceánica. El 50% de los plásticos marinos viene de apenas 5 países asiáticos: China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Sri Lanka. Pocos datos ilustran tan bien la desindustrialización del Atlántico Norte. De EEUU no se puede esperar nada mientras gobierne el ala descerebrada y anticientífica de los republicanos. No habrá ni debate. Si Europa, amparada por su creciente enanismo industrial y diplomático, adopta un cómodo «business as usual», entonces sí moverá el amperímetro, y mucho. Sólo que en contra. Los países ricos y con demografía a la baja que quieran que los superpoblados y pobres «les» firmen algún pacto global de reciclado o sustitución de plásticos, algo parecido al Protocolo de Montréal, antes van a tener que mostrar que hablan en serio. Con hechos. Caso contrario, va a ser todo cháchara y buenas intenciones, como el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. Hasta hoy, ése sigue siendo el máximo fracaso de nuestra especie en garantizar su propio futuro.

YPF se asocia con General Electric y lanza YPF Luz

YPF presentó esta semana su nueva empresa de energía eléctrica bautizada YPF Luz. La petrolera controlada por el Estado Nacional comenzó a incursionar en este mercado a partir de 2013 con la creación de YPF Energía Eléctrica, con la que llegaron a sumar 1807 MW de generación. Ahora, asociados con la estadounidense General Electric decidieron fundar una nueva compañía. «Hoy somos el quinto generador de energía eléctrica en el país, pero la idea es subir, hacia el año 2020, hasta la tercera posición en el ranking de generadoras de electricidad», aseguró el presidente de YPF, Miguel Ángel Gutiérrez. La compañía tiene proyectos en marcha por un valor de US$ 1.000 millones, y espera aumentar su producción, de 1.800 MW actuales a cerca de 4.000 MW.  Hoy, las primeras dos generadoras son Central Puerto (a través de su holding Sadesa) y ENEL (Edesur). Ya emplea a más 270 personas en forma directa y tiene operaciones distribuidas en todo el país: Tucumán, Neuquén y La Plata con generación térmica y con energía eólica en Chubut y Santa Cruz.

Confirmado: vuelven las revisiones trimestrales sobre la economía argentina

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Dos días después de hacerse púbica la firma del préstamo de US$ 50 mil millones otorgados por el FMI, el jefe de Gabinete del Ministerio de Hacienda, Guido Sandleris, aclaró que el Fondo concretará revisiones trimestrales de la marcha de la economía argentina. También confirmó que la primera parte del crédito otorgado por el organismo estará disponible luego del 20 de junio. «Trimestralmente, se va a ver cómo evoluciona el plan que nosotros presentamos», indicó el funcionario, quien consideró que lo solicitado por el FMI es «similar a lo que pediría el mercado».

La oposición critica al unísono el acuerdo con el FMI

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El Ex vicepresidente Amado Boudou, Margarita Stolbizer y Graciela Camaño, de diferentes partidos opositores salieron a dar sus visiones críticas sobre el acuerdo que el macrismo firmó con el FMI. El ex Vicepresidente pronosticó «va a haber un ataque importante sobre nuestra moneda” y agregó que «un salto en el tipo de cambio retroalimentará la inflación». Y también adelantó que «el Estado va a abandonar las funciones que requiere su población para poner más dinero en pago de la deuda externa». También comenzó que «esta firma es el regreso de una Argentina monitoreada y auditada desde EE:UU.» Y cerró afirmando «Nunca puede ser una buena noticia endeudarse en 50 mil millones de dólares». Por su parte, La diputada nacional Graciela Camaño (Frente Renovador) dijo que el acuerdo con el FMI «permite presagiar que seguiremos en el proceso de ajuste» dado que el gobierno nacional viene ajustando desde el primer momento que se hizo cargo». «Cuando veamos lo que se armó nos encontraremos con la realidad, pero los enunciados permiten presagiar que seguiremos en el proceso de ajuste», sostuvo la legisladora en declaraciones a FM La Patriada al ser consultada sobre el crédito de 50.000 millones de dólares que concedió a la Argentina el organismo internacional. Finalmente, la ex diputada del GEN Margarita Stolbizer, aseguró que el acuerdo con el Fondo onetario Internacional «llega no por fortaleza sino por debilidad» y criticó que implica una «concesión de soberanía». En el mismo sentido, evaluó que «todos sabemos que ir a depender una vez más del FMI no tiene su aspecto más complejo en la tasa de interés que cobra, sino en la concesión de soberanía que implica para un país como el nuestro, que entre otras cosas nos van a decir qué leyes hay que ir a aprobar».

Por la importación cerró la última planta que fabricaba zapatillas Adidas

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La empresa Extreme Gear, licenciataria de Adidas, cerró la planta de producción de zapatillas que operaba en la localidad de Transradio, en el partido bonaerense de Esteban Echeverría, y despidió a 35 trabajadores. La compañía ya había echado a 112 operarios en septiembre de 2017 argumentando que el ingreso de calzados de origen chino había golpeado con dureza al mercado interno y, tras nueve meses de intentar sobreponerse, decidió cerrar. Los despidos en esta empresa continuaron por goteo entre fines de 2017 y los primeros cinco meses de 2018, por lo que la plantilla se redujo a 35 personas que ahora recibieron la comunicación del cierre. A la caída de la demanda y la competencia de los productos asiáticos a precios más bajos, a la compañía se le sumó la suba de los costos operativos producto del ajuste de las tarifas de electricidad, según dijeron sus directivos a los operarios.

Rio Negro suma otro parque eólico tras una inversión de US$ 142 millones

La firma Genneia recibió un crédito por US$ 142 millones otorgados por un grupo de bancos privados alemanes para llevar adelante un proyecto de energía eólica que se basa en instalar 26 nuevos aerogeneradores en el Parque Eólico Pomona (100 MW), en la provincia de Río Negro. El préstamo se realizará bajo la metodología de Project Finance, el primero sin recurso a largo plazo para una empresa argentina. El convenio ser efectuará por un plazo de 16 años sobre un 75% de deuda sobre el costo total del proyecto. Y se ubica bajo el marco del programa Renovar 1,5 del Ministerio de Energía. El gran suceso de este convenio es que los bancos no tienen recurso contra el sponsor (Genneia). El préstamo está respaldado únicamente por el proyecto, es decir, si algo no funciona, el prestamista tiene que resolver la cuestión con el proyecto y no con el patrocinante. De este modo, los balances de las empresas no quedan expuestos a los riesgos de los proyectos. Los fondos provendrán de los bancos de desarrollo KfW y DEG, y la garantía correrá por cuenta de Euler Hermes (agencia de exportación). Todas las entidades son alemanas, porque de allí provendrán los 26 generadores Nordex. Los accionistas de Genneia son Point State Argentum, Fintech, Jorge Brito (h.) y Laig Investments. Tiene dos parques eólicos en funcionamiento (en Rawson y Trelew, por 151 MW) y está construyendo otros siete (incluidos solar y biomasa) que le posibilitarán alcanzar 800 MW de energía renovable Las energías renovables están «en auge» en todo el mundo. Y el estado argentino ha decidido promoverlas, lo que es una política válida. Pero es encesario señalar que en estos dos proyectos (como en todos los de RenovAR 1 y 2) no hay un solo fabricante nacional de turbinas eólicas, ni siquiera anotados como proveedores de partes, repuestos o servicios de mantenimiento. Aunque están IMPSA, NRG e INVAP, amén de varias PyMES. Lo único argentino es el viento.  

Habrá $ 90.000 millones menos para obras públicas

El plan anunciado por el Gobierno de la mano del acuerdo con el Fondo Monetario incluye un nuevo recorte de las metas de déficit fiscal que en tres años representará una baja del 13% en términos reales, un 3,7% en porcentaje del PBI. ¿Cómo se logrará? Con en una baja del 0,6% en la obra pública en 2019: son $ 90 mil millones de pesos en un año de elecciones, que equivalen al 60% del gasto total que se recortará. El Gobierno aspira a que los programas de participación público privada, o PPP, compensen la caída de la inversión por parte del Estado. Si bien la reducción del déficit fiscal tiene un efecto directo recesivo, los cambios anunciados deberían generar una recuperación de confianza necesaria para ganrantizar un aumento de actividad en 2019 superior al de este año», señaló el titular del Iaraf, el Instituto argentino para el análisis fiscal, Nadín Argañaraz.