Por Daniel Arias
La multinacional Monsanto -cuya compra por el aún más gigantesco grupo Bayer ha sido aprobada hace pocos días- adquirió el 5% de las acciones de la rosarina Bioceres, al capitalizar un préstamo por u$s 8,1 millones. Una ganga, si consideramos que la jugada le acerca la copopriedad de las semillas de soja y trigo HB4, las 2 patentes de tecnología más valiosas de la historia argentina. Lo son porque su valorización financiera estará fogoneada por el cambio climático.
Bioceres se define como un «proveedor integrado de soluciones de productividad de cultivos, que incluyen el desarrollo de semillas genéticamente modificadas, rasgos de semillas, tratamientos de semillas, productos biológicos, adyuvantes de alto valor y fertilizantes«. Es propietaria o tiene licencias de uso de 303 productos registrados, y suma 217 patentes y solicitudes.
Pero, como le sucede a menudo a las empresas argentinas, ha tenido problemas de financiamiento. Y este febrero tuvo que postergar una oferta pública de acciones (IPO) que iba a hacer en la Bolsa de Nueva York. Los mercados financieros ven a la Argentina como un país que produce soja pero no patentes genómicas. Están equivocados, pero no será fácil convencerlos.
No se trata sólo de la dificultad de ser profeta en la propia tierra. En febrero, tanto los expertos del Dow-Jones como del NASDAQ tomaron nota del endeudamiento de Bioceres pero evaluaron mal lo que significan sus dos patentes de licenciamiento más inminente: una tecnología recombinante que «transfectó» los genes de resistencia a extremos hídricos (sequía, encharcamiento y salinidad) naturales del girasol a dos especies totalmente diferentes: la soja y trigo. Son 2 de los 5 cultivos más importantes del mundo. Pero Bioceres también transfectó el maíz y el arroz, todavía a medio trámite, con lo que tiene 4 de 5.
Las 4 nuevas especies fueron denominadas HB4 por su desarrolladora, la doctora Raquel Chan, investigadora superior del CONICET en el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral. La soja recombinante HB4 otorga una productividad de un 1% a un 25% mayor que las de otras variedades transgénicas y/o híbridas en sequía y/o anegamiento, sin perder esa ventaja en los años «normales», cada vez menos frecuentes.
Las tres instancias de licenciamiento que deben atravesar los «eventos genéticos» en el Ministerio de Agroindustria hasta obtener la autorización para uso a campo han sido lentas, costosas y burocráticas, dice Chan. Se estima que esta llegará recién en 2018 y sólo para la soja y trigo HB4, pero todavía no para maíz o el arroz. El despliegue masivo de la tecnología HB4 en la Argentina probablemente habría salvado a los productores y al país de una parte inmedible de los U$ 3500 millones ya perdidos por esta sequía.
Monsanto, la firma de biociencias más valorizada del mundo, fue adquirida por la farmacológica Bayer en diciembre de 2017, a cambio de U$ 66.000 millones. La fusión fue autorizada en marzo de 2018. Monsanto era dueña desde hace décadas de las patentes transgénicas de mayor valor: sus cultivos RR y Bt, resistentes a malezas e insectos respectivamente.
Sin embargo, para para los cada vez más frecuentes y profundos ciclos mundiales de sequía e inundación, consecuencias del cambio climático, no tenía nada. Y en vistas de que a principios de 2018 la sequía ya le había costado U$ 29.000 millones a la agricultura mundial, según ha estimado la FAO, la resistencia a extremos hídricos puede ser el mayor mercado futuro de las semillas transgénicas.
Tengamos en cuenta que, como una de las consecuencias de la reciente sequía ¡Argentina tuvo que importar poroto de soja! para cumplir compromisos previos. El mundo al revés, según las reglas hídricas del pasado, pero un anticipo probable del futuro.
Esta compra probablemente valorice tanto las acciones de Bioceres como las de Bayer Monsanto, pero tiene un significado más estratégico. La imprevisibilidad climática es inherente al campo en todo el mundo, pero se sufre más con las reglas de juego de la Argentina, en las que todos los niveles del estado se limitan a mirar y recaudar: si hay poco riego privado de tranqueras para adentro, es escasa la inversión federal o provincial en regadíos o escurrimiento, y los municipios no mejoran los caminos vecinales. No existe la idea, propuesta por Estanislao Zeballos en 1876, y en 1884 por Florentino Ameghino, de almacenar excesos en los años húmedos o planificar el uso de suelos. La agricultura «Fórmula Uno» Argentina es muy competitiva porque absorbe en forma instantánea toda mejora tecnológica, se trate de «fierros» o de semillas. Sin embargo, tiene una retaguardia frágil ante el clima en su infraestructura privada y pública. Si esto se paga caro en la normalmente permisiva Pampa Húmeda, los costos son peores en el Chaco Húmedo, el Semiárido y el ecotono de la Pampa Seca, con peores suelos y estación seca.
Los extremos hídricos son la nueva realidad para los productores, especialmente en zonas difíciles donde la agricultura reemplazó hace poco a la ganadería. Las semillas HB4 pueden representar una diferencia decisiva para los productores y el país… cuando las aprueben. Con Monsanto-Bayer ahora como parte interesada, es difícil que se atrasen.