Los trabajadores de la recientemente «privatizada» Dirección de Vialidad Nacional (DNV) reclaman por la decisión oficial de cerrar sus 5 escuelas técnicas de formación, que deja a 300 docentes en la calle.
En realidad, desde los ’90 la DNV, rumbosa constructora de rutas hasta 1976, fue tan eliminada de su tarea específica que hoy no despeina a nadie que la sustituyan por Corredores Viales SA, empresa habilitada para tercerizar obra sin licitaciones ni controles. ¿Pero quién remplaza el know-how de DNV en diseño y construcción de puentes, viaductos, terraplenes y sistemas de escurrimiento?
Las malas obras viales, máxime en épocas de cambio climático, cuestan fortunas y vidas. La escasa amplitud (14 metros) de los vanos del puente del viaducto Rosario-Santa Fe logró que ese terraplén endicara en 2003 una enorme onda de crecida del normalmente tranquilo río Salado, que transcurre por el flanco Oeste de la ciudad.
En 1973 hubo una inundación histórica similar. Nadie la recuerda, porque no había ruta, terraplén ni puente, y el agua pasó de largo sin causar daños. En 2003 ya estaba el viaducto, construido “según los parámetros hídricos históricos”, es decir el promedio del siglo XX, que no toma en cuenta que en 1970 las medias de temperatura y lluvia se dispararon. El gobernador de Santa Fe, un ex piloto de Fórmula Uno en estado de hipnosis electoral, desoyó consejos científicos y se negó a dinamitar el puente.
El enorme lago formado en sólo tres días al Oeste de Santa Fe capital irrumpió de golpe a través del terraplén Pueyrredón, y en una hora había tres metros de profundidad en el microcentro de la ciudad y decenas de ahogados. Pasaron 15 años y todavía hay gente que no pudo recuperar su casa o su negocio. Fue el primer caso en la historia nacional en el que una inundación de río de llanura, normalmente un fenómeno lento y que da tiempo a escapar, se transformó en un “flash flood” típico de un río de montaña. La desaparición de la DNV parece un modo excelente de afianzar esta tendencia.
Como dicen en el Instituto Nacional del Agua (INA), los principales constructores de diques de la Argentina son las empresas viales libres de controles. Durante décadas, para ganar licitaciones, hicieron ahorros en las penetraciones de escurrimiento de taludes y puentes, escudándose en estadísticas climáticas obsoletas. Pero resulta que ahora no habrá siquiera licitaciones.
Hace tiempo que DNV carece de autoridad sobre lo que el estado nacional construye en materia vial, o cómo lo hace. Demasiados gobiernos sucesivos tuvieron a sus expertos rellenando baches en rutas no concesionadas, o tomando mate. Ahora directamente quedan a la vera del camino.
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