El título inicial para esta reflexión era «Los problemas reales...». Pero la corrida contra el peso de la semana pasada fue muy real. Como la incertidumbre que provocan los vencimientos de títulos en pesos de mañana martes (más de 600 mil millones!) y los vencimientos de todos los martes que vienen.
Pero como dijimos frente a la conferencia de prensa del viernes de Dujovne y Caputo: «Las medidas que tomó el Banco Central, como las que pueda tomar en adelante, son para la coyuntura. Fijar una tasa del 40%, obligar a los bancos a reducir su posición en moneda extranjera al 10%, desde el 30% que regía hasta ahora, volcar una parte de las reservas al mercado, han servido para detener la corrida cambiaria. Pero no modifican la situación que obligó a tomarlas«.
Y lo que quiere hacer el gobierno con los anuncios de esa conferencia, es recuperar la confianza de los inversores. Que no se lleven los dólares que habían traído, con el incentivo de las tasas que ofrece el Estado argentino. Pero eso tampoco es una solución.
Porque entre enero de 2017 y enero de 2018 Argentina recibió 50 mil millones de dólares. Por la colocación de deuda de la Nación, provincias y empresas privadas. Y toda esa inmensa cantidad de dinero… tampoco cambió la situación de dependencia ante esos préstamos de nosotros, los deudores.
Los problemas estructurales -se pueden llamar así, si se tiene claro que son de la actual estructura económica, la que se ha consolidado en el último medio siglo, y no de la estructura del país- son los 3 déficits: el fiscal -se gasta más de lo que se recauda-, el de cuenta corriente -salen más divisas de las que entran-, y el comercial -se importa más que lo que se exporta.
Ninguno de estos tres, atención, es fatal en sí mismo. Muchos países se han desarrollado conviviendo con alguno de ellos por largo tiempo. Y han atravesado crisis en las que debieron soportar los tres. Pero tener los tres juntos, por muchos años… Es lo que atenaza a la Argentina.
Una tenaza que aprieta más, cuando por intereses políticos o dogmatismo ideológico, se pone el acento en sólo uno, esperando que los otros dos se solucionen por sí mismos. Porque no se solucionan: si se pretende, como en este caso, reducir el déficit fiscal por la vía de recortar el gasto y la inversión pública, la actividad privada se ve afectada. Y con ella la recaudación, lo que alimenta el déficit fiscal que se pretende reducir. Mientras, no se hacen las inversiones que podrían aumentar las exportaciones, y los capitales se siguen fugando.
No se pueden solucionar estos problemas de la economía argentina si no se encaran en conjunto. Con una planificación indicativa -un término que no se usa desde hace demasiado tiempo- que elabore un proyecto coherente y consensuado para todos los argentinos. Los del presente y los del futuro
Esos, entonces, son los problemas que deben ser resueltos. Es la única forma de empezar a resolver los otros, graves problemas que aquejan a nuestra sociedad: la pobreza, la informalidad laboral, el deterioro de nuestra salud pública y de nuestra educación.
Abel B. Fernández