El gobierno nacional resolvió aumentar las retenciones a las exportaciones de biodiésel, a través de un decreto publicado en el Boletín Oficial.
En diciembre pasado, el Ejecutivo había eliminado un sistema de retenciones móviles para el biodiésel aplicado desde de la anterior gestión y los derechos de exportación, que en ese momento estaban en el 0%, pasaron al 8% en enero último.
Ahora, con el decreto 486, las retenciones serán del 15 %. Según la norma, el incremento es para «continuar propiciando la convergencia» entre los derechos de exportación del aceite de soja y el del biodiésel, un derivado del anterior.
Este aumento se registra en un momento en el que sigue cerrado el mercado de los Estados Unidos. También avanza una investigación en Europa contra el producto argentino por supuestos subsidios. Entre enero y marzo pasado, las exportaciones de biodiésel de nuestro país a los mercados de Europa, Canadá y Perú alcanzaron las 320 mil toneladas.
Argentina es el mayor exportador de aceite de soja del mundo. Y el biodiésel es un eslabón añadido a esa cadena de valor del poroto de soja, que no influye en el precio interno de los alimentos, ya que la dieta argentina casi no contempla la soja. Otra historia es con el bio-etanol de maíz, que puede mezclarse con naftas o sustituirlas enteramente en motores nafteros con adaptaciones mínimas. Las «alconaftas» de maíz (o de caña de azúcar) sí empujan hacia arriba el precio de los alimentos.
Pero, como vemos, hay barreras para-arancelarias muy fuertes. A la Argentina no resulta fácil acceder a los mercados externos con sustitutos biológicos del diésel y la nafta, los derivados clásicos del crudo de origen mineral. Por lo menos, hasta que el barril de petróleo no vuelva a subir.