En un artículo de opinión publicado en el diario Ámbito Financiero, se afirma que «en momentos que la crisis cambiaria parece no haberse calmado, toman fuerza dentro del Gobierno dos posturas respecto al diagnóstico y la solución. Están los «optimistas» que piensan que, si bien vendrán unos meses difíciles, con los cambios y medidas ya tomadas se podrá retomar nuevamente la senda de crecimiento.
En tanto, otros estiman que la situación es más grave y aventuran que se necesitan más medidas.
El grupo de los «optimistas» la voz fuerte es la del jefe de Gabinete, Marcos Peña. En tanto, el otro grupo tiene portavoces como la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal o de Nicolás Caputo, cuya opinión nuevamente ha vuelto a tener un lugar importante en la consideración presidencial.
Quienes piensan que la crisis es más grave lo resumen en una frase: «Se ha perdido la confianza». Este diagnóstico coincide con numerosos economistas e incluso con algunos sectores de la oposición. Pero el «recrear la confianza» demanda gestos o actitudes quizás más relevantes que un par de cambios de funcionarios, explican. En este marco, se comprende que se hable nuevamente de la necesidad de llamar a un «gran acuerdo» que involucre a todas las dirigencias.
Por el momento, el presidente Mauricio Macri descarta esta recomendación. La realidad es que Macri desconfía de estos acuerdos y más aún de muchos de los dirigentes que deberían participar. Tal es el caso de los empresarios, unos de los sectores, que en teoría, más cerca del primer mandatario debería estar.
Macri está enojado con los empresarios, según comentan en los pasillos de la Casa Rosada, curiosamente enojo que también comparte más de un hombre de negocios.
Este desencuentro no deja de ser llamativo, ya que el primer mandatario es un hombre surgido del riñón del empresariado. Es por eso que una parte importante de los argentinos, según resulta de las encuestas, considere que Macri «gobierna para los ricos».
Un empresario con más de una generación haciendo negocios en el país, comentó que el Presidente «cree que somos dinosaurios y para él los que valen son los nuevos emprendedores, como los vinculados a la tecnología».
Según sostienen en el entorno presidencial, existe un núcleo duro en las dirigencias argentinas – no sólo la empresaria, sino también sindical, judicial y desde ya la política -que es responsable de la decadencia de la Argentina, al que denominan «círculo rojo».
Los empresarios decepcionados con Macri sostienen que en el Gobierno son vistos como «ventajeros y quejosos y que tienen una visión limitada a sus propios intereses». Por esta razón, se explica que cuando el ex ministro de Producción, Francisco Cabrera, calificara de «llorones» a los industriales, el propio Macri lo felicitara en una reunión de gabinete.
Desde ya, sostienen estos empresarios, la relación con el Gobierno se torna tortuosa porque cualquier reclamo es visto bajo el tamiz de estos preconceptos.
Entre los ratificados se encuentra el secretario de Comercio, Miguel Braun. En este campo los empresarios señalan uno de los más claros divorcios en la relación con el Gobierno. Se refieren a las negociaciones para el acuerdo Mercosur – Unión Europea a las que «no fuimos invitados a participar».
Argumentan que en la agenda del secretario pesa el compromiso asumido ante Macri de llevar adelante la mayor cantidad posible de acuerdos comerciales «sin tener en cuenta los efectos negativos que estos compromisos pueden tener sobre la economía real».
Desde esta perspectiva, los empresarios se preguntan «cómo vamos a competir en momentos en que nuestros principales clientes y competidores destinan montañas de subsidios al sector agropecuario: 100.000 millones de dólares en el caso de la Unión Europea, 150.000 los Estados Unidos y 200.000 millones China», grafican a modo de ejemplo.
«Al presidente Macri sus colaboradores no le cuentan toda la realidad», afirman al tiempo que depositan la esperanza en que el nuevo ministro de Producción, Dante Sica al menos llevará al gabinete una visión más realista. Aunque confiesan que a veces es el propio mandatario el que se ofusca cuando le manifiestan problemas porque, afirman, Macri las vive como «quejas y/o una visión negativa».