¿Cuánto saldrá un pasaje para hacer turismo espacial?

Jeff Bezos, dueño del megaretail Amazon y de un amplio emporio económico, tiene entre sus emprendimientos uno relacionado con la industria y el turismo espacial. Podría llamárselo «espacial very low cost», porque los viajeros no llegan de ningún modo a alturas orbitales, y experimentan muy brevemente el fenómeno de microgravedad.

Ahora, según declaraciones de empleados de la compañía a la agencia Reuters, la empresa establecerá el próximo año sus tarifas, que oscilarán entre los u$s200.000 y los u$s300.000 para los turistas interesados en hacer un viaje al espacio.

De este modo, Blue Origin, de Bezos, competiría con la iniciativa de Richard Branson, Virgin Galactic, otro multimillonario que asegura haber vendido 650 billetes para sus viajes espaciales por u$s250.000, aunque todavía no fijó una fecha para los primeros vuelos.

Los clientes potenciales y la industria aeroespacial están ansiosos por conocer el costo del billete en el vehículo espacial Shepard de Blue Origin, para averiguar si sería asequible y si la compañía podrá generar suficiente demanda como para obtener ganancias en el nuevo sector del turismo espacial.

  • Los ejecutivos de la compañía dijeron en una conferencia de negocios el mes pasado que planeaban vuelos de prueba con pasajeros en la New Shepard pronto y que comenzarían a vender los billetes el próximo año.

El nombre Shepard viene de Alan Shepard, uno de los 7 tripulantes originales del programa Mercury de la NASA, y el primer de ellos en hacer un viaje en esa cápsula a una altura sub-orbital. La compañía, ubicada Seattle, reveló en abril del año pasado el diseño general de la cápsula en la que viajarán los turistas espaciales, así como el cohete de lanzamiento. El precio del «ticket» y el estado de avance del proyecto comercial sigue siendo un asunto más bien secreto.

Carrera espacial privada
El precio de los billetes se conoce luego de que trascendiera que las dos compañías que lideran la carrera en materia de viajes turísticos al espacio aseguran que están a solo meses de realizar el primero.

Virgin Galactic, fundada por el multimillonario Richard Branson, y Blue Origin, del creador de Amazon Jeff Bezos, compiten, utilizando tecnologías totalmente diferentes, para terminar sus pruebas y convertirse en la primera compañía en ofrecer este servicio.

Ni los pasajeros de Virgin ni los de Blue orbitarán la Tierra, y su experiencia con la ingravidez durará solo unos minutos. Se trata de una experiencia muy diferente a la que tuvieron los primeros turistas espaciales «en serio», gente que pagó decenas de millones de dólares para viajar a la Estación Espacial Internacional (EEI) en la década de los 2000.

Luego de pagar por un boleto mucho menos costoso –u$s250.000 en Virgin y entre u$s 200.000 y u$s 300.000 en Blue Origin-, esta nueva camada de turistas espaciales «low cost» se adentrarán decenas de kilómetros en la atmósfera antes de regresar a la Tierra, y llamarlos astronautas quedará sujeto a que en su viaje hayan cruzado el llamado «límite de Kármán», usado por la legislación internacional para definir a qué altura empieza realmente el espacio.

No es un límite estrictamente físico, como lo es el de la atmósfera con la estratósfera, o el de ésta con la mesósfera, cuyo límite oscila entre los 95 y los 120 km. de altura. La línea de Kármán es más bien una raya trazada por diplomáticos dentro de la termósfera, una inmensa región superior a la mesósfera y de bajísima densidad, que se extiendo hasta los 600 km. de altura. En la termósfera, la radiación ultravioleta solar disocia los gases atmosféricos. Es un lugar extraño, porque las condiciones son simultáneamente de alto vacío y de alta temperatura: puede llegar a 2000 grados centígrados. Sin embargo, la densidad gaseosa es tan ínfima que esta temperatura no logra transmitirse a los objetos en órbita. Para fortuna de los mismos, de más está decir.

A manera de referencia, la EEI está en órbita a entre 330 y 410 km de la superficie de nuestro planeta, bien dentro de la termósfera. La densidad de gases a esa altura podría llamarse «de alto vacío», pero es suficiente como para que la EEI deba recurrir a frecuentes disparos de sus «thrusters» de conservación de altura, ya que a veces más, a veces menos, debe enfrentar una debilísima resistencia aerodinámica. Y si la EEI se frena, se cae.

La meta de los competidores de la que podríamos llamar La Carrera Espacial Privada es atravesar otra línea imaginaria, más que física, que son los 80 km. sobre la superficie. Ése es el límite inferior del espacio para la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAF). Es menos de la mitad de la máxima altura obtenida por Alan Shepard con su cápsula Mercury para tratar de hacerle sombra al soviético Yury Gagarin, el primer astronauta «en serio», que el 12 de abril de 1961 había completado un giro orbital completo a la tierra en 1 hora y 48 minutos en su vehículo Vostok a una altura casi rasante con la mesósfera.

El vuelo de Shepard, producto de esa humillación, sucedió 23 días después, duró 15 minutos y 28 segundos, alcanzó 187 km. de altura y lo dejó a 351 km. de Cabo Cañaveral, Florida, en medio del Mar Caribe: un salto de pulga frente la órbita completa de Gagarin, quien había partido del cosmódromo de Baikonur y cayó en paracaídas a 280 km. de Saratov.

Aquella fue una carrera espacial entre naciones, pero también entre personalidades: el ingeniero a cargo de las misiones tripuladas en la NASA era Werner von Braun, el alemán que había creado la bomba voladora V-1 (el primer misil crucero de la historia) y la V-2 (el primer misil balístico), con un cohete Redstone. Del lado soviético, su contraparte era Sergei Korolev con un Vostok.

Nadie sabe como el astronauta soviético sobrevivió a los giros de la cápsula Vostok, casi esférica, durante la fase de reentrada. Su cuerpo fue sometido a 10 gravedades de fuerza en distintas direcciones. Nadie sabe cómo tras esa paliza tuvo suficiente resto como para eyectarse de la cásula a 7 km. de altura y bajar a tierra como un «simple» piloto de caza que abandona su aparato porque se quedó sin turbinas. Un granjero y su hija lo vieron aterrizar con su traje espacial en pleno campo, corrieron hacia el hombre, y éste los serenó declarándose nacido en la Tierra y ciudadano soviético. Luego pidió ser conducido al teléfono más cercano. Que estaba bastante lejos.

Tipo tranquilo, don Gagarin, como suelen serlo los pilotos de combate (los que sobreviven). El «manager» del proyecto, Korolev, no logró pegar un ojo la noche anterior al despegue. En el momento del mismo, la telemetría marcaba que las pulsaciones de Gagarin eran 64 por minuto, como si estuviera mirando un programa aburrido de TV. Korolev, en cambio, estuvo al borde de un ataque cardíaco durante todo el vuelo de Gagarin.

Los astronautas eran élite de élite en ambos países, con un estado físico y una preparación estupendas. Sin embargo, en los vuelos en que Gagarin y Shepard concursaron, ambos hicieron «de paquetes», como dicen nuestros aviadores cuando los sistemas se encargan de navegar y ellos no pueden tocar casi ningún comando. Los cohetes que los hicieron realizar una órbita muy inclinada, casi polar, en el caso de Gagarin, y una parábola balística como la de un misil V-2 alemán, en el caso de Shepard, no eran vehículos de puesta en órbita de personas que debían sobrevivir: eran misiles atómicos intercontinentales de bajísima confiabilidad, desarrollados para destruir ciudades por ataques de saturación. Se disparaban decenas, y algunos llegarían a destino.

Lo que se entiende es por qué para la USAF el espacio comienza a 80 km. de altura: Shepard logró más que duplicar ese límite. Desde 1967, el Tratado del Espacio Exterior de la ONU puso el límite en la línea de Kármán y declara el lugar como libre de toda jurisdicción nacional y prohibido para uso de armas. Su incumplimiento por las potencias espaciales y nucleares es obvio.

Los tiempos cambiaron y hoy uno puede hacerse astronauta a chequera, lo que replantea el concepto de «élite». Pero el espacio, o estar cerca del espacio, sigue fuera de alcance para el común de los mortales.

El viaje propuesto por la empresa de Jeff Bezos dura en total entre hora y media y dos horas. Durante una prueba realizada el 29 de mayo sobre el desierto de Mojave, la nave espacial alcanzó una altura de 34 kilómetros. Unas 650 personas ya están en la lista de espera para realizar este viaje, según informó Virgin a la AFP.

Por su parte Blue Origin trabaja con una tecnología que se parece más al cohete tradicional: el New Shepard.

En esta nave, seis pasajeros se suben a una cápsula insertada en la punta de un cohete de 18 metros. Luego del lanzamiento, esta cápsula se separa del cohete y continúa su trayectoria durante varios kilómetros. Durante una prueba el 29 de abril, la cápsula llegó hasta más allá de los cien kilómetros. Legalmente, eso es el espacio en serio, estimados y estimadas.

Luego de unos pocos minutos de ingravidez, en los cuales los pasajeros pueden ver hacia el exterior a través de grandes ventanas, la cápsula gradualmente vuelve a la Tierra ayudada en su descenso por tres grandes paracaídas y retropropulsores que desaceleran la caída.

Desde el despegue hasta el aterrizaje el vuelo tomó unos diez minutos en la última prueba.

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