Bolivia aumentará el precio del gas que le compramos

El gobierno de Bolivia advirtió que quiere aumentar el precio del gas que exporta hacia la Argentina ya que no está dispuesto a «rifar» su principal recurso natural.

«Nuestro gas tiene un precio», aseveró el ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Luis Sánchez. Agregó que ese país tiene capacidad para incrementar las ventas de ese producto.

Sánchez indicó que hubo propuestas «no oficiales» desde Argentina para aumentar el suministro, pero sin concretar precios y con unas condiciones que Bolivia considera desfavorables. Recalcó que el gas que Argentina importa de Chile le cuesta unos diez dólares por millón de BTU (equivale a 27,8 metros cúbicos), mientras que el precio de Bolivia es de poco más de seis dólares.

Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) tiene un contrato de suministro con Energética Argentina S.A. (IEASA).

El Gobierno boliviano sostiene que su gas producido es el más competitivo de la región, frente al extraído en la propia Argentina o el que exporta Chile. Argentina ya importó en 2016 y 2017 gas chileno, además del que importa regularmente de Bolivia.

Todo esto ya ha sido tema varias veces en la última década. Bolivia, naturalmente, quiere conseguir el mejor precio posible para su recurso energético. Y el gas no es tan fácil de exportar a grandes distancias como el petróleo. En realidad, es muy difícil. Los gasoductos son obras muy caras, máxime cuando tienen que trasponer grandes obstáculos geográficos, como áreas inundables y cordilleras.

De todos modos es llamativo que se plantee un mes después que se anunciara que Argentina volverá a exportar gas a Chile antes de fin de año, sin compromiso de reimportación. En la década de los ’90, nuestro país fue un importante proveedor de gas para la industria chilena, y le vendía gas a U$ 2 dólares el BTU (las empresas chilenas lo revendían luego a U$ 18 el BTU).

El suministro a Chile se interrumpió cuando los excedentes gasíferos de Argentina resultaron mucho menores a lo que se había previsto en la década anterior, con demasiado optimismo. O con una razonable falta de pesimismo, tal vez: en épocas de Alfonsín, cuando se terminó de evaluar, perforar y poner en línea el yacimiento de Loma de la Lata, en Neuquén, las proyecciones de consumo con un crecimiento anual de entre el 5 y el 6% del PBI daban que teníamos gas para 60 años. ¿A quién se le iba a ocurrir, antes de 1989, que se terminaría exportando nuestro gas para generar ganancias de un 900% en divisas, y además trabajo… en Chile?

En los ’90, Loma de la Lata se agotó rapidísimamente, entre la demanda chilena y una nueva demanda interna: las centrales termoeléctricas a gas de ciclos combinados, muy eficientes y bastante baratas y rápidas de instalar. La provincialización de los hidrocarburos y la liberalización del mercado eléctrico frenaron bruscamente las obras eléctricas de mayor envergadura e inversión inicial inherentemente alta: las hidroeléctricas y las nucleares. Por consiguiente, en la Argentina la electricidad empezó a fabricarse mayormente a gas por primera vez en la historia. Eso generó otra novedad: los apagones eléctricos largos y a repetición, pese a que en teoría la recesión de los ’90 debería haber aplanado el consumo eléctrico.

La despresurización de Loma de la Lata no tuvo remedio: era imposible que apareciera otro yacimiento equivalente cuando no había nadie buscándolo. La interrupción del suministro a Chile generó disputas diplomáticas importantes. Eso no reactivó la búsqueda: la cantidad de pozos de exploración fue bajando en picada, y también la producción. Pero las petroleras desde los ’90 quedaron libres de todo compromiso de inversión, y siguen con contratos de varias décadas con las provincias, que en general se renuevan a libro cerrado. Y si ganaron buena planta exportando gas argentino, también la ganan importando GNL de Medio y Extremo Oriente. ¡Y de Chile, país sin gas, que mayormente importa GNL asiático!

Bolivia y Chile son malos vecinos desde la Guerra del Pacífico, cuando el país transandino se quedó con la provincia boliviana de Antofagasta y Bolivia se transformó en un país mediterráneo, sin salida al Pacífico. El toque de silbato de Evo Morales ante la Argentina es clarísimo: no tiene ninguna voluntad de vendernos gas a U$ 6 el BTU para que nosotros se lo revendamos a Chile más barato que el precio a que este país tan costero consigue GNL asiático.

Bolivia no piensa «rifar» nada. En materia de vecinos, sabe con qué bueyes ara.

 

VIAClarin