Después del asado, la empanada es el comida que más representa a los argentinos. Junto a las pastas y la pizza es lo que más se consume en el país, según un estudio de la consultora Kantar TNS Gallup.
Pero para Lorena Escobar, Nicolás Ibarzábal, Pablo Gestenfeld, Bernardo Neville y Mariana Jaimovich –cinco argentinos distribuidos en distintos puntos del mundo–, este plato típico se convirtió en una salida laboral que cambió sus vidas. Y si bien ninguno se dedicaba a la cocina cuando vivían en Argentina, con el repulgue encontraron el éxito.
Lorena Escobar (46) se fue a Estados Unidos a principios del 2000 porque “la plata no alcanzaba”. Hoy es dueña de María Empanada, una cadena con 3 locales en Denver y 40 empleados. Empezó con su emprendimiento hace 6 años, cuando con su marido tuvieron problemas financieros. “Tenía que ayudar y lo mejor era haciendo lo que sabía: empanadas. Empecé cocinando en mi casa, le vendía a mis amigas y así armé mi clientela”.
A los pocos meses tenía tantos pedidos que no le alcanzaba el horno familiar. Compró uno industrial y lo puso en el garage de su casa. Al año siguiente, abría su primer local. Y siguió creciendo. En la actualidad vende unas 30 mil empanadas por semana –a 36 dólares la docena– entre sus tres locales.
- Entrena durante un mes a sus empleados para que aprendan a hacer el repulgue.
En Chicago Nicolás Ibarzábal comenzó con 5411 (el código para llamar desde el exterior a Buenos Aires) un foodtruck dedicado exclusivamente a la venta de empanadas. Todo empezó cuando Nicolás viajó a Estados Unidos para hacer una maestría y junto a otros dos amigos, Mariano Lanfranconi y Andrés Arlia, se les ocurrió vender este típico plato argentino. Y fueron furor.
Más al norte, en Canadá, un tucumano se hizo famoso por sus empanadas de colores, que prepara con masa de espinaca, o calabaza. Pablo Gestenfeld (42) vive hace casi 20 años en Montreal. “Trabajaba en base de datos, pero no me sentía realizado. Quería algo propio y pensé que las empanadas eran algo que el mundo debía conocer”, cuenta Gestenfeld sobre su proyecto que bautizó Pachamama.
En Inglaterra, otro tucumano, Bernardo Neville (42), empezó con su proyecto de empanadas casi por casualidad. “Por primera vez en mi vida, las hice para mi cumpleaños y me sorprendí de lo bien que salieron”, recuerda Neville. Entonces abandonó sus proyectos en exportación de carbón y limones decidido a expandir las empanadas. Mal no le fue: vende 50 mil por mes a 2 libras cada una (70+ pesos).
En Londres otro grupo de argentinos se destaca con el local “Porteña”, en el icónico Borough Market. “Nos dimos cuenta de que en Sydney hay muchos sudamericanos, pero la comida latina no estaba desarrollada”, cuenta Mariana Jaimovich sobre el proyecto que empezó con su esposo australiano hace cinco años. Ahora venden 10 mil empanadas por mes –a 5 dólares cada una– a más de cincuenta restaurantes.
“Los australianos reciben muy bien las empanadas porque les gusta probar cosas nuevas”, cuenta la argentina que prepara los típicos rellenos, pero también empezó a innovar con empanadas de canguro.