¿El campo necesita agua… pesada?

Las cosechas argentinas fracasaron el verano 2017/2018 por una obstinada falta de agua. Pero este invierno en llueve con fanatismo, AgendAR declara que el campo necesita también agua pesada para poder fertilizar el suelo sin fundir la chacra importando nitrógeno. Pedimos un minuto de su atención para probar que no estamos locos. O tal vez sí lo estamos, como país: tenemos una instalación capaz de darle al campo 700 mil toneladas de amoníaco y 1 millón de toneladas de urea granulada… y está en perfecto estado, pero parada, y a punto de cierre y chatarreo.

Esa instalación es la Planta Industrial de Agua Pesada, o PIAP, en Arroyito, Neuquén, sobre el último embalse del río Limay. Es la mayor del planeta en su tipo.  

El agua pesada en un insumo nuclear, no agropecuario. En lugar de un oxígeno ligado a dos hidrógenos, tiene un oxígeno ligado a dos isótopos pesados del hidrógeno: átomos de deuterio. En la jerga, D20 en lugar de H20. Líquido ideal para volver reactivo un combustible pobre, como el uranio natural de nuestras centrales. Hasta ahora, no parece que le estuviera hablando al agro pero pido paciencia. Tanto hablaremos de producción agrícola que incluso mencionaremos algo tan rural (al menos en el Sudeste Asiático) como la educación de los elefantes. Es promesa.

AgendAR interpela a sectores tan diversos y desencontrados como la Sociedad Rural Argentina (SRA), la Federación Agraria (FAA), la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP), los grupos CREA, la Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada (CONINAGRO), la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), las Confederación Rurales Argentinas (CRA), los contratistas de todo tamaño, las cerealeras, las semilleras y el campo todo. Tienen un interés común y no lo saben: si se cierra la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) de Arroyito, Neuquén (y todo indica cierre) los productores agropecuarios pierden la mayor productora de amoníaco del planeta: 2150 toneladas/día. ¿Se imagina la cantidad de bolsas de diversos fertilizantes nitrogenados que se puede sacar de eso?

Por qué el amoníaco sirve para extraer D20 del H20, esa es una historia para nucleares. Ud., que lee Clarín Rural, La Nación Campo y la revista Supercampo en lugar de Nucleonics Week, no está exceptuado de tener unos 5 gramos de D20 en su masa corporal. Eso ocurre porque en 1 millón de moléculas de lo que llamamos genéricamente “agua” hay 156 de D20. Sin ese líquido azulado, el D20, pero llevado a una pureza del 99,75%, nuestra flota de centrales nucleoeléctricas se apagaría, y con ella también su computadora y hasta su fábrica de aceites, de harinas y de biodiésel, si tiene una: la agroindustria es electrodependiente. Pero vamos a lo que le interesa a Ud.: el amoníaco de la PIAP.

Del amoníaco salen el ácido nítrico y de éste casi todos los fertilizantes nitrogenados que nos faltan: urea, nitrato de amonio, etc. Si compramos 1/3 del amoníaco de la PIAP estaremos bien de nitrógeno un tiempo. Nos seguirán faltando los imprescindibles fosfatos, porque son raros en la corteza planetaria.Los esquivos fosfatos seguirán viniendo de China, EEUU o Marruecos. Y a precios terribles, dado que son un recurso escaso que ya pasó su pico mundial de producción hace 4 décadas y se extinguirá en las 4 siguientes, y después… ¿Dios proveerá? Pero entre tanto, con 1/3 de la PIAP dedicada al campo, combinar fósforo marroquí con nitrógeno argentino puede ser química pesada local, y dinero del productor criollo (otro recurso escaso) que se queda en el país.

En caso de cierre, el agro local sacrifica la posibilidad de fabricar un plus de 700 mil toneladas de amoníaco y 1 millón redondo más de toneladas de urea granulada nacionales. Eso es “grosso modo” lo que saldría de un tercio de la PIAP reconvertida para ser abastecedora número 2 del campo argentino. El puesto número 1 lo seguiría teniendo PROFÉRTIL en Bahía Blanca, por especialista.

Sumando todos los productores locales de nitrogenados, incluidos BUNGE en Campana, PROFÉRTIL y ese tercio disponible de la PIAP, más los fabricantes chicos, en 2025 de todos modos quedarán cortos para cubrir la demanda agropecuaria proyectada por la Asociación Civil FERTILIZAR. Y eso porque el regreso de la rotación de soja con trigo o maíz hace que el suelo de la llanura chacopampeana hoy pida nitrógeno a gritos. Y máxime en los lugares “top” como el cinturón Rosafé, donde los precios y rindes del trigo justifican la refertilización a macollaje.

(Para los lectores nucleares, lo del macollaje es volver a fertilizar el suelo cuando la planta está en brote: el crecimiento se dispara. La urea granulada es la que mejor se incorpora al suelo y menos nitrógeno pierde por evaporación. En cuanto al célebre fosfato diamónico, es el “burro de arranque” del motor biológico del suelo: lo pone en marcha para la siembra. Pero si aquí podemos sintetizar los radicales amonio, los fosfatos vienen de afuera sí o sí, pues nuestra geología es unánimente pobre en fósforo. La PIAP no remediaría eso: no hace magia).

En febrero de 2017, Mario Sufritti, recién nombrado presidente de PROFÉRTIL, suponía que en 4 o 5 años el campo iba a demandar un 50% más de fertilización que la de 2016. Ésta acababa de aumentar a su vez un 46% medida contra la de 2015. Sufritti pensaba que en 2022 o 2023 se alcanzaban las 140.000 toneladas cosechadas, y en el año y medio que pasó, fuera de las intercurrencias climáticas, los números le van dando la razón. El experto dijo también que para terminar con la “minería de suelos” (extracción de nutrientes sin reposición) había que llegar a 9 millones de toneladas de fertilizantes nitrogenados y fosfatados, casi el triple de lo gastado en 2016.

Cuando se persiste en la “minería de nitrógeno”, pasa lo que en Córdoba con el trigo: cosecha 2018 récord, más de 1,4 millones de hectáreas sembradas por tercer año consecutivo. Y un volumen importante de grano que no llegó a los valores mínimos de proteína del estándar actual, y se pagaron menos. Si apostamos a super-cosechas, hay que super-fertilizar. Con la urea granulada a U$ 460 la tonelada, los productores medianos y chicos no pueden seguir en carrera. Terminan “cambiando la plata”, alquilando, o fundiéndose.

Todo en la PIAP es monumental: la producción, la superficie, la complejidad, los consumos.

El equipamiento adicional de química pesada para hacer de la PIAP la 2da. proveedora de nitrógeno local estaría en U$ 520 millones. En realidad, deberían ser más de U$ 800 millones, pero la inversión principal, las dos enormes columnas de 47 metros de alto donde se fabrica amoníaco por la reacción de Haber-Bosch, está pagada. También la infraestructura de suministro de gas y electricidad en cantidades majestuosas.

A plena operación, la PIAP devora 1200 MW/hora (3/4 del consumo de Neuquén Capital) y 700.000 m3 de gas diarios. Por eso a fines de los ’70 el contralmirante Carlos Castro Madero, presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la instaló en Neuquén, a tiro de las centrales hidroeléctricas del Limay y el Negro, y del gas de Loma de la Lata (hoy, el de Vaca Muerta). Todos esos son costos hundidos. Castro Madero quizás nunca se imaginó que esa planta, para salvarse, podría terminar trabajando para el campo. Y salvándolo. Por un tiempo, al menos.

Hasta el ramal ferroviario de la vieja línea Roca, hoy Tren Norpatagónico, está a tiro de la PIAP, en servicio hoy algo lerdo pero a punto de mejorar. El 29 de junio de este año el Ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, y los gobernadores Alberto Weretilnek (Río Negro) y Omar Gutiérrez (Neuquén), anunciaron la reparación a nuevo de los 700 km. de trocha ancha doble que ligan Añelo (Neuquén) con Puerto White (Bahía Blanca), una inversión de U$ 570 millones por el sistema PPP (Participación Público-Privada).  Ese riel es el cordón umbilical de insumos de “fracking” de los campos de gas y petróleo de Vaca Muerta, Neuquén.

Con vías bien calzadas, la velocidad promedio de las formaciones cargueras pasará de los 12 km/h de hoy a 96 km/h. y las cargas anuales de 700.000 toneladas a 4,1 millones en 2030. Pero si a la arena especial, los tubos sin costura, las frutas, materiales de construcción, metanol y alimento balanceado que llevará y traerá el Tren Norpatagónico se le añadieran el amoníaco y la urea granulada desde la PIAP hasta White, los números de la línea cerrarían por encima de lo proyectado por Dietrich.

La demanda, en términos logísticos, está cerca, porque en la ecuación casi no hay camiones. La más urgente vendría probablemente desde el complejo industrial de “crushing” sojero del Gran Rosario, que se reparte sobre 70 km. lineales de costa santafecina jalonados de 19 puertos privados, vecinos de «la crema» de los campos argentinos, tendidos tierra adentro hasta a 300 km. del Paraná, y pidiendo nitrógeno.

Desde Arroyito a White el nitrógeno viajaría en tren, y de allí hasta el Gran Rosario, por agua salada y luego remontando la amarronada del Paraná. Riel y agua, flete barato.

Lo dicho: el rompecabezas de la fertilización está casi completo. Falta insertar en él la PIAP neuquina. Y no es tanto cuestión de plata, aunque nunca sobra, como de visión empresarial y/o o de estado, que en algunas circunstancias sobra un poco menos.

De ahí este llamado.

Razones para seguir fabricando agua pesada


El gobernador Gutiérrez fue proclive a dedicar un tercio de la PIAP a fines agrícolas, pero no puede. Como copropietaria del 49% de ENSI (Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería), su provincia no tiene la plata. Lo que sí tiene es un problema de gobernabilidad: en la ENSI trabajan 420 profesionales y técnicos muy especializados, y personal de apoyo que suma 600 puestos más, todos a punto de perderse. Por ende, la idea de Gutiérrez es mantener la instalación en marcha entre 2 y 3 años más. Generaría así una reserva estratégica de 300 toneladas de D20 “de reposición” para la que van perdiendo, año a año, las Atuchas I y II en Lima, provincia de Buenos Aires, y Embalse, en Córdoba. Gutiérrez no le añadiría ni un tornillo a la PIAP actual: claramente apuesta a pasarle el problema al propietario del 51% de ENSI, el gobierno nacional, preferiblemente no éste sino el próximo.

Pero NA-SA (Nucleoeléctrica Argentina), compradora natural del producto de la PIAP por ser la constructora y operadora de centrales nucleares del estado, está siendo desguazada en recursos humanos, planes de desarrollo y fondos por el actual Ministerio de Energía. Por ende, tampoco puede firmarle contrato de compra de D20 a Gutiérrez. La PIAP hoy carece de plan A y de plan B.

Como todas estas centrales nucleoeléctricas deben reponer unos U$ 34 millones de D20/año y van a durar en operaciones, en promedio, 22 años más, el plan B de Gutiérrez liberaría a la Argentina de importar U$ 680 millones a precio de hoy de este líquido extraño y azulado del que, por ahora, es el primer fabricante mundial.

Eso, en un planeta donde hay 49 centrales, 47 de ellas CANDU de diseño canadiense, que necesitan reponer D20, sin tener autoabastecimiento pleno. Están en Canadá, Corea, Argentina, la India, Rumania y China. Éste último país compró 2 CANDU medianas de 728 MW, en línea desde 2003, y en septiembre de 2016 la CNNC y Lavalin, de Canadá, firmaron un acuerdo de co-desarrollo y márketing conjunto del CANDU AFCR 1000 y de sus novedosos combustibles. La idea es añadir 2 unidades grandes, de 1000 MW cada una, al complejo nuclear de Qinshan, cerca de Shanghai.

Lo que le interesa a China del diseño CANDU son dos cosas:

  • Estas máquinas pueden quemar el combustible gastado y reprocesado de 4 PWRs, las centrales de uranio enriquecido más comunes en el mundo (las que usan H20, agua liviana). Es el equivalente de reciclar los gases de escape de 4 camiones para darles un segundo quemado y mover un quinto camión de porte equivalente.
  • Pero además las CANDU de 1000 MW pueden quemar torio, 3 veces más abundante en la corteza terrestre que el uranio. La geología de China, país que en 2030 tendrá la mayor flota nucleoeléctrica del mundo, es enérgicamente avara en uranio. Los chinos odian depender de importaciones estratégicas. Torio, tienen de sobra. Saque cuentas.

De modo que si alguien le dice que sacrificamos Atucha III y hoy debemos cerrar la PIAP porque las centrales de D20 son cosa del pasado, no es por no leer Nucleonics Week. Es por no leer el diario.

Esos son dos motivos para mantener al menos 2/3 de la PIAP dedicados a su finalidad original. China va a generar demanda. Nuestra planta ya ha exportado D20 a Canadá, Corea, Estados Unidos, Australia, Suiza, Francia, Alemania y Noruega, y puede volver a hacerlo. El precio mundial está entre U$ 600 mil y 800 mil la tonelada.

El otro motivo es que no se nos apague la luz: la PIAP mantiene activos los 1756 megavatios instalados de mayor disponibilidad del mercado eléctrico nacional. Nuestras tres centrales, las Atuchas I y II y Embalse, una chica y dos medianas, fabrican tanta energía anual “de base” como la descomunal hidroeléctrica de Yacyretá, y un 20% más que todas las del Comahue, y sin importar si llueve, nieva o deja de hacerlo. La PIAP debe seguir alimentando las nucleoeléctricas por muchas razones, pero la que le importa al campo ya la dijimos: la agroindustria es MUY electrodependiente.

A todo esto, el Ministerio de Energía, hoy dueño de la “acción de oro” de ENSI, tiene planes que van a contramano de los 70 años del Programa Nuclear. Acaba de cancelar Atucha III, una CANDU de 728 MW que se iba a fabricar en un 75% en Argentina e iba a necesitar 600 toneladas de carga inicial de D20. Prefiere incurrir en algo que aquí no se hizo jamás: comprar una central de uranio enriquecido “llave en mano”, como quien compra una heladera o un auto, y cerrar la ENSI. Es decir, chatarrearla. Los autores de tan notable plan fueron el Ing. Juan J. Aranguren y hoy su sucesor, el Ing. Javier Iguacel, petroleros. Ud. los conoce por sus obras: le vienen fijando el precio del gasoil, del gas, de la electricidad e indirectamente, de los nitrogenados. 

En la visión petrolera el átomo es gas y petróleo no explotados, o no importados. El Programa Nuclear Argentino, e incluso la posición de primer exportador mundial de reactores nucleares que tiene hoy nuestro país, a ojos de estadistas como los nombrados es un lujo cultural caro, una tilinguería que se pudo permitir durante 70 años, pero que se deberá sacrificar.

En la perspectiva de ambos próceres, los apagones se gestionan a tarifazos e importando centrales nucleares chinas Hualong I que quemen uranio enriquecido chino. Y que las construyan chinos, las operen chinos, que vengan hasta con cemento chino y que las maneje la CNNC (China National Nuclear Corporation) con sus propios criterios regulatorios (chinos). Eso último es ilegal porque terceriza lo intercerizable: la seguridad de diseño y operación. Y extiende a la CNNC un cheque en blanco en la materia: a fecha de hoy, aunque las Hualong I son sin duda muy avanzadas… no hay ninguna funcionando en el mundo. No pretendemos discutir aquí tanto colonialismo mental. AgendAR intentar ahora mirar este drama del modo en que lo ve el campo: como si no fuera su problema.

Sin embargo, lo es y puede ser también su oportunidad. Reconvertir 1/3 de Arroyito sería un “win-win” estratégico de tapa de libro. El Programa Nuclear Argentino conservaría durante décadas la posibilidad de construir sus propias, baratas, sencillas, probadas y robustas centrales tipo CANDU de uranio natural. Es una ingeniería que la Argentina conoce de memoria desde 1984, y que no necesita de componentes importados, y mucho menos el combustible. Las Hualong I vienen con 60 años de combustible importado, lo que triplica su precio final de U$ 9000 millones a U$ 27.000 millones… Si uno tiene una F-100 o incluso una Hilux, ésta trabaja para la empresa de uno. Si uno tiene una Ferrari, trabaja para la fábrica Ferrari.

Pero no es una comparación válida: la Ferrari no te obliga a comprar SU nafta.

Otro cultivo que regresó demandando nitrógeno, con las rotaciones: el maíz.

La SRA, la FAA, la CARBAP, CONINAGRO, la CRA, los grupos CREA, la ACA y demás líderes del “quién es quién” agropecuario ganarían mucho más si se apalancan en 1/3 de la PIAP: podrían apearse un tiempo de la rampa del precio mundial del nitrógeno, fijado por un cártel petroquímico muy reducido que lideran justamente China y EEUU.  El primer paso en esa dirección lo dio YPF, al hacer joint-venture con Agrium, de Canadá, y fundar PROFÉRTIL en Bahía Blanca. Reconvertir 1/3 de la PIAP puede ser el paso número dos.

La propuesta de AgendAR es simple: salven la PIAP, gente del campo argentino, y le estarán pagando mucho menos nitrógeno a su principal cliente (China) y a su mayor competidor (EEUU), respectivamente. ¿Cierra?

¿Es negocio? Si no lo hacen Uds. su rol lo podría tomar alguna multinacional de la química pesada. Seguramente compraría el 100% de la PIAP en plan “Jack The Ripper”, para quedarse con las columnas de amoníaco y chatarrear el resto. Habría más nitrógeno en el país algunos años, pero la plata se giraría afuera. Y sin agua pesada a precio argentino (el más barato del mundo), a la larga habría problemas para mantener en servicio las Atuchas I y II y Embalse. Mirando el mapa, lo primero que surge es que habría apagones persistentes durante años en el AMBA, sur de Córdoba y el Gran Rosario. Es decir, en la capital mundial de los derivados de soja y el biodiésel.

Si FERTILIZAR tienen razón, en 2025 estaremos nuevamente en dependencia aguda de nitrógeno importado, más aún que antes de la apertura de operaciones de PROFÉRTIL en Bahía Blanca, que dio un largo respiro.

También es posible que en AgendAR estemos gastando retórica y nadie vea la oportunidad y/o necesidad. Y es que no resulta frecuente que la dirigencia rural argentina cambie figuritas con la nuclear: por ahora, son culturas separadas que no se hablan. Pero para mal de ambas: ¿acaso no son las dos ramas productivas de mayor nivel tecnológico del país?

Eso sólo justificaría levantar el teléfono, ir a ver la PIAP “in situ”, tragar saliva, hacer números, entender que había un elefante en el salón de fiestas pero los invitados no lo vieron hasta hoy, y pensar qué se puede hacer con él. Como sabe cualquier “mahout” (maestro de elefantes) en el Sudeste Asiático, un paquidermo educado y de gran porte es, básicamente, una tremenda herramienta de trabajo.

Daniel E. Arias