Los robots avanzan y cunde el pánico. Se repite hasta el hartazgo la cantidad de trabajos que desaparecerán. La automatización amenaza con quedarse con buena parte de los empleos «humanos».
Pero hay otra cara, mucho más positiva: la cantidad de trabajos que se crearán gracias a la tecnología y los cambios sociales. La pregunta, entonces, es: ¿se destruirán más trabajos de los que se crearán o, al revés, se ganarán más trabajos de los que se perderán? Lo claro es que hay ganadores y perdedores, según su mayor o menor alfabetización digital. Y como ésta es un bien educativo que no sobra…
«Hacer la cuenta neta es complejo. Si nos basamos en la historia, en cada una de las revoluciones industriales, se generaron más trabajos de los que se destruyeron. Más que trabajos, se destruirán muchas tareas que van a ser innecesarias que desarrolle el hombre. Va a cambiar la naturaleza de muchos empleos y lo que sí es seguro es que los nuevos empleos van a ser de más calidad que los que desaparecerán», dice Alejandro Melamed, autor de «El futuro del trabajo y el trabajo del futuro».
«A medida que las industrias migran a procesos automatizados más avanzados, se necesitan equipos capaces de impulsar esta transformación. Por eso el éxito radicará en habilidades blandas como la comunicación, la colaboración, la resolución de problemas, el servicio al cliente, el liderazgo y la gestión».
Un informe de McKinsey Global Institute, de noviembre de 2017, plantea que al menos un tercio de las actividades que se desarrollan en el 60% de las ocupaciones podrían ser automatizadas. Peso a ello, dice, hay áreas estratégicas que crecerán exponencialmente hasta 2030.
Los servicios para la tercera y cuarta edad serán una de ellas. Se estima que en 2030 habrá 300 millones más de personas de 65 años o más, por lo cual en servicios médicos y acompañamiento habrá entre 50 y 80 millones de nuevos empleos. La tecnología traerá entre 20 y 50 millones de trabajos que, aseguran, serán bien remunerados.
- La construcción también se potenciará con más trabajo para arquitectos, ingenieros, electricistas, carpinteros.
Las inversiones en energía renovable, como eólica y solar, comenzarán a llegar para mitigar los efectos del cambio climático, según el informe. Crearán una demanda de entre 10 y 20 millones de empleos.
Otra tendencia que analizan es la formalización de trabajos domésticos: cuidado de niños, educación infantil, limpieza, cocina y jardinería, por ejemplo, inyectarán entre 50 y 90 millones de empleos en todo el mundo.
En el listado de profesiones con mejor proyección, con menos riesgo de extinción y más probabilidad de crecimiento, incluyen: proveedores de servicios de salud, profesionales tecnológicos, ingenieros y científicos, educadores, sobre todo en economías emergentes, «creativos», constructores, amén de trabajadores manuales y de servicio, pero cuya demanda vendrá desde «entornos impredecibles». Por ejemplo, enfermeros en el hogar, o jardineros.
Todas las áreas vinculadas al procesamiento de la información que manejan las organizaciones serán clave y continuarán en expansión. El «data analytics» y las actividades adyacentes cobrarán cada vez mayor impulso porque las estrategias de negocio no pasarán ya por la comercialización de un producto o servicio, sino que buscarán construir ‘experiencias’ de consumo.
Ahora hay desarrolladores de apps, profesión todavía bastante nueva. Los que antes eran actuarios hoy son «científicos de datos», analistas que se encargan de sistematizar las toneladas de información que recibe una plataforma y, a partir de ello, delinear estrategias. Con la explosión de las redes sociales, llegaron los «community managers» que organizan el caos confrontativo en el que degeneran rápidamente los «fronts» interactivos entre empresas y público. Es otra profesión emergente y próspera, casi inexistente hace una década. También surgieron los «influencers», personas que las marcas contratan por la atracción que despiertan en sus seguidores. La masificación de los videjuegos generó «gamers», en algunos casos, «gamers mercenarios» contratados en el Sudeste Asiático por occidentales ricos que necesitan que alguien les gane una fama vicaria en tal o cual juego. Y los gamers, a su vez, generaron instructores de videojuegos.
Y se llega a que la frontera entre los videojuegos y la realidad se vuelve borrosa. En la base aérea Creech, en medio del desierto de Nevada y a una hora de automóvil desde las Vegas, EEUU, unos 500 pilotos de más de 1000 «drones» Reaper y Predator de observación, guerra electrónica, espionaje y ataque a tierra persiguen y destruyen desde distancias de más de 15.000 km. a enemigos intensamente reales del ISIS en Afganistán, Siria, el Cuerno de África y zonas de Nigeria controladas por Boko Haram. Por supuesto, su campo de acción, sobre todo en espionaje, es más vasto y más reservado.
Estas personas no salen en los diarios o la TV, como sucedía con los «ases» de la aviación real, y en verdad no parecen estar ganando ninguna guerra. Pero hace 20 años estos operadores, que hoy vuelan manzanas enteras a misilazos en las antípodas del planeta, eran chicos inofensivos, expertos únicamente en matar dragones imaginarios en sus plataformas Nintendo.
Ahora ganan más entre U$ 600 y 1600/mes más que los pilotos de cazas F-16 de la USAF (US Air Force), hasta hace 10 años, la élite. La USAF en estos momentos emplea a más de mil operadores de drones para llevar a cabo unas 65 misiones/día y tiene una demanda insatisfecha permanente que no logra cubrir. Razón por la cual parte de los operadores de Creech son pilotos «en serio» que se bajaron de sus aviones reales y hoy hace la guerra por video. Es más aburrido, pero más barato para la USAF, y las posibilidades de ser misileado para el piloto… son menores.
Los diseñadores gráficos también se orientan hacia el diseño web o incluso 3D. Hay también empleos civiles vinculados a drones: pilotos, mecánicos, fotógrafos. El marketing digital, con el llamado «growth hacking», se volvió un rol central en las empresas, y un motivo de furia para los usuarios de Internet cuyos hábitos de navegación y uso son sistemáticamente captados y vendidos. En recursos humanos se crearon cargos como «gerente de felicidad» para potenciar el buen clima laboral. La creciente preocupación por el medioambiente dio lugar a «gerentes de sustentabilidad». Por fuera de la tecnología, nadie imaginaba hace 10 años, por ejemplo la explosión de la zumba (el «fitness» casero).
«Lo que más vemos son trabajos relacionados a tecnología de la información: programación, informática, sistemas. La alta demanda encuentra candidatos, sobre todo, en el ámbito freelance. Profesionales que quieren trabajar en proyectos puntuales, como desarrollo de páginas webs o aplicaciones para start-ups, pero que no compran el discurso de trabajo de 9 a 18. Las empresas que buscan empleados full-time la llevan más difícil», planteó Siseles.
Un informe del Center for the Future of Work proyectó algunos puestos de trabajo que surgirán en los próximos diez años. Todos ellos cubren áreas diversas, pero comparten «tres C». El coaching: la ayuda a otras personas; el cuidado: mejora en la salud y el bienestar; y la conexión entre el hombre y la máquina, entre lo físico y lo virtual.
Algunas profesiones parecen cercanas, otras más propias de ciencia ficción. Dentro del listado, están los «detectives de datos», una superación de los científicos de datos, encargados de desentrañar los «misterios» que se esconden en la Big Data, con conocimientos en investigación, matemática y leyes. Hace un par de décadas, estos cargos solamente existían entre los llamados «analistas» de las grandes agencias de espionaje. Hoy el espionaje es la vida misma, y los espiados, todos nosotros.
También se proyecta la existencia de «oficiales de abastecimiento ético». Tendrán la función de garantizar la distribución del ingreso en el personal, e investigar los deseos de la empresa. Deberá tener capacidades en comunicación, análisis y negocios. ¿Qué tipo de diálogos tendrá un oficial de abastecimiento ético con un gerente de felicidad?
La inteligencia artificial pisará fuerte en el futuro inmediato. Las compañías que la expriman tendrán, de acuerdo al informe, gerentes de desarrollo de negocios IA, expertos en «machine learning» y ventas. La realidad aumentada también avanzará con determinación y se estima que habrá constructores de viajes ficticios, ya sea históricos o actuales, a cargo de profesionales del cine, desarrolladores de videojuegos y gente con experiencia en 3D. Sólo los viajeros «en serio» se aburrirán interminablemente en los aeropuertos, entre vuelos cancelados o atrasados.
En las próximas décadas, la gente vivirá más. Se necesitarán, entonces, los llamados «walkers» y «talkers» (caminantes y hablantes) con dotes en comunicación y empatía. En la aristocrática «Belle Époque», eran las damas de compañía de los muy ricos y muy longevos, dos grupos entonces muy coincidentes, pero entonces un mercado minúsculo. Por el mayor cuidado del cuerpo, habría consejeros de compromiso de «fitness» (buen estado aeróbico y nutricional) para asesorar y motivar a las personas, con saberes en nutrición, psicología y tecnología vestimentaria, los famosos «wearables», informática embedida en ropas y accesorios.
Las ciudades del futuro, se especula, recopilarán datos de sus ciudadanos para garantizar su seguridad y bienestar. Harán falta «analistas de ciberciudades», en lugar de los viejos arquitectos urbanistas, como Le Corbousier. Los datos personales ya son un bien valioso, pero su precio se disparará al punto de crear «agentes de datos personales», brokers que vendan datos privados a las empresas y partidos, y ayuden a maximizar las ganancias económicas y electorales. El fundador y dueño de Facebook podría jurar sin mentir que esta profesión ya existe.
La biotecnología, la irrupción de la edición genética, creará la necesidad de expertos en comercializar las nuevas soluciones. Los «directores de cartera genómica» necesitarán experiencia en laboratorios y marketing. Con una población cada vez más vieja, creen que habrá «curadores de memoria personal», que crearán entornos virtuales a partir de los recuerdos de los clientes, jardincitos privados de memoria en soporte duro. Así, cuando llegue la decadencia cognitiva, sería menos traumática.
La última área que explora el documento son los negocios online. Por un lado, se proyecta la figura del «sherpa de tienda virtual», un asistente que oriente, escuche y entienda las demandas de los clientes dentro de una oferta online cada vez más amplia. A su vez, plantean que habrá un «sastre digital» en los locales de ropa; un modisto que vaya por vía informática a la casas de los clientes y les diseñe su vestimenta, según talla y gusto, mediante software «ad hoc».
Uno se queda con la sensación de que los pronósticos de McKinsey en realidad son descripciones. De las que se han eliminado los inevitables aspectos negativos, sin duda.