Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos financiarán durante cinco años la colaboración del doctor Alejandro Schinder, director del Laboratorio de Plasticidad Neuronal en la Fundación Instituto Leloir (FIL), y la doctora Paola Arlotta, del Departamento de Células Madre y Biología Regenerativa de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
El objetivo de su proyecto es identificar los programas genéticos que se activan en una neurona durante su desarrollo en el cerebro adulto y viejo, lo que podría inspirar el desarrollo de terapias para prevenir o atenuar el deterioro cognitivo por Alzheimer o lesiones traumáticas.
Para generar ese nuevo conocimiento, Schinder y Alortta recibirán durante cinco años fondos del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares que depende de los Institutos Nacionales de Salud (NINDS-NIH) de Estados Unidos, en el marco de un programa del Centro Internacional Fogarty (NIH), que apoya la investigación global de trastornos del cerebro y del sistema nervioso.
“Nuestro laboratorio ha sido muy afortunado. Sin este subsidio sería imposible trabajar con la intensidad y la profundidad que estos problemas demandan: comprender mecanismos que determinan que el cerebro funcione bien o mal”, destaca Schinder, quien también es investigador principal del CONICET.
Mediante la realización de experimentos con modelos animales, Schinder y Arlotta apuntan a identificar los mecanismos genéticos y moleculares que regulan las diferentes etapas que atraviesan las neuronas que se “fabrican” en el hipocampo y que luego se “enchufan” al circuito del cerebro adulto.
“Se sabe que el hipocampo y otras áreas específicas del cerebro siguen fabricando neuronas durante toda su vida, un proceso conocido como ‘neurogénesis’ que está vinculado con el aprendizaje y la formación de nuevas memorias”, explica Schinder. Sucesivos trabajos de Schinder y sus colegas, incluyendo una publicación en “Science” de 2016, han demostrado que las neuronas que se generan en el hipocampo contribuyen de manera diferente al procesamiento de información a medida que se desarrollan. Y que esto se altera notablemente durante el envejecimiento. Esta pérdida de plasticidad es un mecanismo clave responsable de la dificultad para incorporar nuevos conocimientos en etapas tardías de la vida.
“Nuestra línea de trabajo ayudará a comprender a nivel molecular los factores responsables de la disminución de la plasticidad con la edad”, señala el investigador de la FIL, quien resalta que precisamente el objetivo del proyecto binacional es encontrar los programas genéticos que se activan secuencialmente en una neurona durante su desarrollo en el cerebro adulto y viejo.
Para identificar los genes que cumplen un rol en cada uno de los momentos del desarrollo de las neuronas nuevas del hipocampo, Schinder y Arlotta contarán con la colaboración del doctor Ariel Chernomoretz, jefe del Laboratorio de Biología de Sistemas Integrativa de la FIL e investigador del CONICET. Chernomoretz y su equipo aplicarán herramientas de análisis bioinformático e integración masiva de datos que ayuden a la interpretación biológica de los experimentos.
Una vez que se identifiquen genes relevantes a través del análisis bioinformático de las decenas de miles que hay, “vamos a alterar sus funciones para determinar si cumplen un rol clave en la función de las neuronas nuevas en cerebros jóvenes y viejos”, explica Schinder. Y agrega: “Vamos a estudiar qué tipo de alteraciones se producen en el envejecimiento y qué moléculas son importantes para mantener la plasticidad de los circuitos en el cerebro joven. Este conocimiento sentará las bases fundamentales sobre las cuales diseñar estrategias futuras para prevenir o atenuar el deterioro cognitivo en condiciones donde se produce un daño cerebral, ya sea por patologías neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer o por lesiones traumáticas”.
Los subsidios del Centro Internacional Fogarty, que este año cumplió medio siglo, buscan promover investigaciones sobresalientes en Estados Unidos y el resto del mundo que apuntan a encontrar soluciones a las necesidades de la salud pública global. Pero Schinder, más allá de la satisfacción personal, reconoce que “debemos tomar como ejemplo el hecho de que Institutos Nacionales de la Salud de los Estados Unidos decidan financiar proyectos internacionales porque consideran que las cuestiones fundamentales se resuelven explotando la diversidad de pensamiento, con sus diferentes focos y geografías. Es rol ineludible del Estado Argentino sostener y alimentar la valiosa diversidad y calidad que hoy identifican a nuestra propia comunidad científica, imprescindible generadora de soluciones a los problemas actuales de nuestra sociedad”.