Las primeras exportaciones de gas natural a Chile luego de 11 años no se realizarán desde Vaca Muerta con la producción de shale gas, sino que comenzarán por proyectos radicados en la provincia de Tierra del Fuego.
- Las primeras empresas serán la francesa Total y Pan American Sur (PAE).
El Gobierno nacional autorizó la exportación de gas natural a Chile de estas dos empresas en acuerdo con la canadiense Methanex, uno de los mayores productores de metano del planeta.
En total, las compañías acordaron que el envío sea de 1.500.000 de metros cúbicos por día hasta el 1ro de junio de 2020, desde el Área Cuenca Marina Austral–1 (jurisdicciones de la provincia de Tierra del Fuego y del estado nacional). Por ahora, Tierra del Fuego y Sana Cruz tienen el gas natural más barato de la Argentina, tal vez el último «gas fácil» mientras no se descubra más. El gas comparativamente más caro de la cuenca de San Jorge se destina por ahora a consumo argentino.
Como buena parte de la población pobre de Argentina está desabastecida de gas de red y viviendo de garrafas o quemando carbón y leña, incluso en las grandes urbes, la Secretaría de Energía esta vez salta con paracaídas. Sus resoluciones dicen que “los suministros previstos podrán ser interrumpidos a los fines de garantizar la seguridad de abastecimiento del mercado interno” y que “la autorización de exportación caducará automáticamente si transcurrido el plazo de noventa días computados a partir de la fecha de su publicación, no se efectivizare la primera exportación comercial de gas natural”.
Desde la secretaría también informaron que hay otros ocho pedidos de autorización de exportación de gas natural, uno correspondiente a la empresa alemana Wintershall. El volumen total de exportaciones autorizadas por el gobierno es de 479.250.000 m3, bajo condición interrumpible en todos los casos, y por el período que va desde la autorización hasta el 1° de junio de 2020.
Argentina no es un país gasífero sino con gas, pero cuando su política energética la fijan los petroleros empieza a exportar como si fuera un emirato. Y geológicamente, no lo es. La exportación a Chile en épocas de Carlos Menem fue una de las dos causas por las que el yacimiento convencional de Loma de la Lata, cuya duración a principios de la presidencia de Raúl Alfonsín se había estimado correctamente en 60 años incluso con una expansión sostenida del mercado interno, quedó despresurizada a principios de 2000.
Mientras duró, no fue un gran negocio. Al menos, para nuestro país. Chile compraba el gas argentino a U$ 2 el BTU y lo revendía 9 veces más caro. Entre tanto, quien quisiera fabricar electricidad a gas en Argentina con una central de ciclos combinados, compraba el fluido a U$ 0,80 el BTU. Tal vez sí éramos un emirato, pero geológicamente, nunca nos dio para tanto. Como consecuencia, cuando su reactivación económica de 2002 a 2014, la Argentina tuvo que empezar a importar gas, y llegó a hacerlo por U$ 5000 millones/año.
Es que para ser un emirato no alcanza ni vaca ni camello ni niño muerto: hay que tener mucho gas, y del que dura, como era el caso de Loma de la Lata. No es la situación actual. El «fracking» puede lograr cifras apabullantes de producción, pero ¿cuánto aguanta? Las formaciones difíciles suelen ser de corta vida: 20 años, tal vez.
Hoy importamos gas desde Bolivia, producimos cada vez más gas «difícil» en Vaca Muerta (con un impacto hídrico 100 veces mayor que en la vieja Loma de la Lata), regasificamos GNL importado desde los emiratos, importamos gas desde Chile en invierno (los vecinos lo compran líquido, lo regasifican y mandan para quí) y ahora que pasó el frío lo exportamos por los mismos ductos. No tenemos pero exportamos. Un panorama energético clarísimo.
¿Y el autoabastecimiento? Antes de irse, el mejor exministro de Energía de la Shell, el ingeniero Juan José Aranguren, autor de la aparente confusión actual, aclaró en numerosas ocasiones que eso no era un asunto de peso.
De dólares, tal vez: la Shell está en ambos lados de la cordillera, y es el principal operador mundial de GNL. Plinc, caja, toda vez que se mueve gas por mar o a través la cordillera, sin importar si va o viene.
El dato puede servir para entender por qué Aranguren impidió la construcción de la central nucleoeléctrica Atucha III desde 2015 hasta mayo de 2018, cuando la cajoneó definitivamente, y por qué su sucesor Javier Iguacel habla de empezar otra nuclear enteramente distinta… en 2022. Sin apuro.