La semana pasada hubo un tiempo de calma en la tormenta cambiaria que empezó en abril/mayo de este año. El precio del dólar paró de subir -para ser más precisos: el valor del peso argentino dejó de desplomarse, y hasta subió un par de puntos, sin que el Banco Central tuviera que vender divisas.
Como cuando el sol sale después de una lluvia, la naturaleza (financiera) empezó a dar señales positivas: el índice que refleja a la Bolsa argentina, el Merval, recuperó pérdidas y avanzó, las acciones en Nueva York de empresas locales, los ADR, también mejoraron su cotización, el riesgo país bajó…
Pero… apareció la posibilidad de un pequeño malentendido. Durante esa semana anterior, los medios afines a la política del gobierno actual hablaron y escribieron sobre un nuevo aporte del F.M.I., por sobre los 50 mil millones de dólares que se acordaron en mayo. Las cifras que se mencionaban insistentemente eran 15 o 20 mil millones de dólares mas.
Y en este fin de semana, mientras Mauricio Macri viajaba a Nueva York para reunirse con fondos de inversión, recibir premios y sacarse una foto con Christine Lagarde, la directora del F.M.I., el gobierno dejó trascender que el refuerzo sería solo de entre 3 y 5 mil millones de dólares. Bajón.
Ayer lunes el dólar volvió a subir (moderadamente), y el Central tuvo que vender U$ 120 millones para contenerlo; el Merval y los ADR cayeron, y el riesgo país volvió a subir por encima de los 600 puntos.
En AgendAR sostenemos que el problema argentino no pasa por si este malestar es pasajero, o no. Y menos aún por el monto del eventual auxilio del Fondo.
Lo grave es que la reacción de inversores y especuladores, de los capitales que el gobierno trata de seducir, parece depender exclusivamente de si el gobierno recibe o no fondos suficientes para pagar los vencimientos de sus deudas.
Porque si se le presta dinero, es obvio que en algún momento tendrá que devolverlo. ¿Qué hará entonces? ¿Buscar endeudarse aún más, porque los intereses aumentan la carga?
El Estado argentino debe recaudar más de lo que gasta, para no tener que endeudarse. Y la Argentina debe producir con sus exportaciones más divisas que las que necesita para pagar sus importaciones. Es muy simple, e inescapable.
El gobierno, en lugar de esforzarse para «generar confianza», para que le presten plata, debe ofrecer un plan para lograr esos dos objetivos. Vale lo mismo para cualquier gobierno que lo suceda. Todo lo demás es ilusión.
Abel B. Fernández