«Estás corto de mujeres», le dijo, en mayo, la directora gerente del FMI Christine Lagarde al ministro de Economía, Nicolás Dujovne, cuando viajó a Washington con un séquito masculino en busca de ayuda financiera. «Lo mejoraremos», respondió el funcionario frente a las cámaras.
Desde entonces, el país ha avanzado poco en mejorar lo planteado por Lagarde. El nombramiento de Verónica Rappoport como vicepresidenta del Banco Central la semana pasada fue solo un pequeño paso adelante en un año lleno de contratiempos para las mujeres del país, tanto en lo económico como lo político.
El país fue esta semana sede de la Cumbre W20, la conferencia sobre empoderamiento económico femenino que reúne a unas 800 mujeres de todo el mundo, pero, según Bloomberg, la segunda mayor economía de Sudamérica tiene problemas para brindarle oportunidades a ellas.
Cuando firmó el acuerdo inicial con el FMI en junio, Argentina prometió impulsar medidas para elevar la participación femenina en la economía. Cuatro meses después no se han aprobado iniciativas y el gobierno se centra en implementar iniciativas de austeridad.
Un proyecto de ley que considera ilegal que hombres y mujeres tengan brechas salariales por el mismo trabajo está estancado en el Congreso desde mayo y el aumento del gasto en recintos de cuidado infantil depende de la aprobación del presupuesto del próximo año.
A pesar de algunos avances las mujeres permanecen en clara desventaja en cuanto a la economía. Según cifras del Banco Mundial, Argentina tiene la tasa de participación femenina en el mercado laboral más baja a nivel sudamericano, que llega a solo un 47%.
Mientras la economía entraba en recesión este año, la tasa de desempleo femenino alcanzó los dos dígitos, 2 puntos porcentuales por encima de los hombres, y la brecha salarial de género es del 31%, lo que se compara con el 18% de Estados Unidos.