Una preocupación siempre presente en la mente de todo aquel que trabaja en cualquier nivel -más allá de la coyuntura, buena o mala, de la economía- es el desempleo tecnológico. La posibilidad que una máquina, o un programa, lo reemplace en sus tareas.
En este tema han opinado sociólogos, políticos, y, por supuesto, las organizaciones gremiales. Ahora, en AgendAR nos pareció interesante acercarles estas reflexiones, en un reportaje que hizo Martín Bidegaray, de David Cruickshank, el presidente de Deloitte, una del puñado de consultoras globales que están desde hace largos años en la cima de la profesión.
Naturalmente, Deloitte mira la situación desde el punto de vista de las grandes empresas que son sus clientes (Que no es el mismo de las pymes, claro). En ese sentido, habrá algunos que se sorprendan con lo que afirma.
«Aunque la actual recesión local tape los debates de largo plazo en la economía, las empresas siguen buscando ideas sobre cómo será el empleo en el futuro. En ese sentido, se estima que hasta un 30% de la fuerza laboral estadounidense podría ser reemplazada por robots u otra forma de automatización hacia 2030. David Cruickshank, presidente de la consultora Deloitte -que asesora a empresas de todo el mundo en varios sectores- cree que esa tendencia llegará, tarde o temprano, a los países emergentes, como Argentina.
«Entre el 36% y 43% de los empleos en América latina están sujetos a cambios a raíz de la automatización», explicó en una conferencia sobre la evolución de la fuerza laboral.
«En Latinoamérica vamos a ver lo mismo que en el resto del mundo, quizás a un ritmo diferente», define este consultor escocés. «La tecnología, a través de inteligencia artificial, sensores y datos van a provocar una transformación de la fuerza de trabajo, con el crecimiento de maneras de empleo alternativas», define.
Cruickshank confía en que las sociedades latinoamericanas tienen más adaptación a los cambios de lo que se cree. Destaca que en Brasil hay 100 millones de cuentas de Facebook. En Uruguay, dos de cada tres personas poseen una PC. Y que, en Chile, hay 50.000 conductores de Uber.
-¿Es posible la automatización en países con altos niveles de sindicalización, como Argentina y Brasil?, le preguntó Clarín.
Es un desafío. Lo primero que suelen suponer los sindicatos es que esto representa una reducción de sus empleos y reniegan de esta tendencia. Pero el cambio es más profundo. Las compañías tienen que hacerles ver que tienen que tienen que comprometerse con estos cambios. Porque si las compañías no cambian y no son competitivas, la resistencia (de los sindicatos) no tendrá sentido.
-¿Por qué la resistencia no tendrá sentido?
-Porque las empresas que no son competitivas pierden mercado y eso afecta al empleo. Todas las disrupciones tecnológicas cuestan. En 1979, cuando empecé a trabajar, se instalaban las primeras computadoras de escritorio. En ese momento, se hablaba del «teletrabajo», que íbamos a trabajar 3 días a la semana, que nos iba a quedar un montón de tiempo libre. Y no pasó. El cambio puede ser manejable y sostenible.
-¿Pero cómo se hace con sectores enteros, como conductores de autos y camiones, qué pueden quedarse sin empleo?
-Es curioso. Leía que en los Estados Unidos hay ausencia de conductores. No pueden encontrarlos. Pero miremos la industria de automóviles en su conjunto. Es una industria que está creando empleos con la incorporación de tecnologías.
-¿Qué pueden hacer las empresas para adelantarse a este cambio de tendencia?
-Reentrenamientos, adquisición de nuevas habilidades y capacitación permanente. Es difícil que la gente que transita entre los 40 y 50 años vaya a reentrenamientos y actualización, pero las compañías tienen que fomentarlos. Es más, creo que los sindicatos tienen que estar a la cabeza de esta búsqueda.
-¿Qué países entendieron esto?
-Los sindicatos están en proceso de reentrenamiento o adquisición de nuevas habilidades en Reino Unido, Alemania, en Escandinavia, en Japón. En 1800, un tercio de la población de Europa trabajaba en agricultura. Hoy, es menos de un 2%. Los cambios pasan y las sociedades se van adaptando.
-En la Argentina, hay un alto nivel de informalidad laboral. ¿Costará más desarrollar los cambios?
-Hay un 55% de empleo informal en América latina contra un 25% en Europa. Por supuesto que es más complicado. Pero la globalización y digitalización alcanza a todos. Las empresas organizan sus cadenas de abastecimiento de la mejor forma, aprenden una de las otras sobre las mejores prácticas y eso continuará.
-¿Sabe que está diciendo eso en un país que se resiste a legalizar Uber, por ejemplo?
-La economía «gig» (empleos esporádicos, para tareas puntuales, sin relación de dependencia) baja los costos. A veces, las sociedades no están listas. Pero la gente ve los beneficios de pagar menos por distintos servicios y demandará tener esto.