Pablo Wende escribe hoy en Infobae una nota que nos parece interesante compartir. Y comentar:
«Si en algo coincidían los diagnósticos del Gobierno, la mayoría de los economistas, empresarios y opositores era en la necesidad de frenar la escalada del dólar, tras un aumento de más de 100% en seis meses.
Había dos opciones: 1) Seguir usando reservas para aumentar la oferta; o 2) Subir todavía más las tasas de interés para tentar a los inversores.
En el acuerdo con el FMI se optó por la segunda alternativa y los resultados comienzan a estar a la vista. El mecanismo negociado en Washington con los burócratas del Fondo funcionó de acuerdo con lo previsto en las dos primeras semanas. Con el plan «emisión cero» las tasas volaron por encima del 70% anual. Y el dólar acumuló dos semanas de caída, que ya supera el 10% desde los máximos que había alcanzado a fines de septiembre.
La «medicina» para controlar al dólar, sin embargo, está teniendo fuertes consecuencias o «efectos colaterales«. La gran pregunta a esta altura que nadie se anima a responder es por cuánto tiempo las tasas seguirán en valores astronómicos.
Mientras tanto, las PYME tiene que pagar un piso de 80% anual para financiarse con descuentos de cheque o adelantos en cuenta corriente. Y el público tiene que pagar 100% para sacar un préstamo personal y hasta 120% para refinanciar un vencimiento de la tarjeta.
Resulta muy difícil justificar racionalmente estas tasas superiores al 70%. Sobre todo teniendo en cuenta que la inflación esperada para los próximos doce meses no supera el 25%.
Semejante salto del costo del dinero representa un duro golpe para la actividad de las empresas, afectadas por un fuerte descenso en las ventas y ahora también por un gran aumento del costo financiero. Paradójicamente, el aumento de tasas que procura una reducción de la inflación genera el efecto contrario, porque las empresas deben trasladar a los precios el encarecimiento del crédito.
En la medida que las tasas no bajen más o menos rápido, la recesión se seguirá profundizando y además se extenderá una mayor cantidad de meses.
El stock de Leliq crece sin parar y amenaza con transformarse en otras bola de nieve. Tienen un rendimiento del 72% anual. Como el Central paga semanalmente a los bancos, la tasa de interés se capitaliza, por lo que en el transcurso de un año esa tasa efectiva es del 100%.
Para los bancos es un negocio redondo: captan plazos fijos del público a tasas del 45 a 50% para luego colocarlo en el BCRA a más del 70%.
El problema lo tiene una vez más el Banco Central. Las LELIQ empezaron siendo un monto mínimo pero su crecimiento es exponencial. El stock ya suma $ 450.000 millones pero aumentará mucho más en el corto plazo por dos razones: el rescate de LEBAC y las altísimas tasas de interés que se pagan semanalmente.
Esta necesidad de refinanciar a diario grandes volúmenes de LELIQ hace que se vuelva mucho más díficil bajar las tasas de los niveles actuales. La esperanza es que el dólar toque el piso de la banda de flotación cambiaria negociado con el Fondo y el Central pueda emitir pesos para comprar divisas. Ese escenario podría aportar algo de alivio para que bajen un poco los rendimientos.
La montaña de LELIQ que acumulará el Central y los intereses astronómicos que tendrá que pagar llevaron a algunos economistas a realizar advertencias extremas. Fueron los casos de Agustín Monteverde y Carlos Rodríguez, que plantearon el peligro concreto de encaminarse hacia un nuevo «Plan Bonex» si no se revierte rápido la suba de tasas.
Las tasas arriba del 70% no se pueden justificar por la suba de la inflación que habría llegado al 7% en septiembre y apunta al 5% en octubre. Ese fuerte ajuste de precios es un fenómeno relacionado con la devaluación.
Para adelante, se supone que la inflación en realidad se ubicaría en niveles cercanos al 25% en los próximos doce meses. Por lo tanto, se estaría pagando ahora una increíble tasa real (descontada la inflación) de más del 45%. La más alta de la historia argentina».
Creemos necesario hacer dos observaciones: Aumentar la oferta de dólares no era una opción. Porque no había, no hay, suficientes reservas para alimentar la demanda posible si inversores y especuladores veían la posibilidad de comprar un dólar «barato». La gestión Caputo «evaporó» los 15 mil millones de dólares del primer tramo del acuerdo con el F.M.I., y hubo que renegociarlo.
Segundo: las altas tasas son, necesariamente, un mecanismo de corto plazo. Porque aumenta la deuda más allá de cualquier posibilidad de pagarla. Tarde o temprano, las opciones que obligará la realidad serán: hiperinflación o reestructuración de la deuda pública.