Según el columnista de Clarín Ezequiel Burgo, usualmente bien informado, la conducción de la economía se comprometió ante el FMI: esta vez no se apurarán a bajar las tasas de interés en pesos hasta no ver signos claros de que la inflación y la percepción sobre ella ceden.
Fuentes del equipo económico encargadas de negociar con el staff, aseguran que el stand by aclarará que las tasas sólo bajarían del 60% si se registraran dos meses consecutivos de caída en las expectativas inflacionarias. No descartan incluso que ese piso sea 65%.
En Hacienda hacen el siguiente razonamiento: el Índice de Precios al Consumidor registrará tasas de 4,5%, 3% y 2% en octubre, noviembre y diciembre respectivamente. La tensión sobre los precios descenderá y las expectativas acompañarán. Así, las tasas tendrán margen para perforar el piso de 60% y llevar oxígeno a las empresas y pymes. Las que estén vivas para ese entonces, claro.
Los economistas privados, en cambio, no ven un panorama así de despejado. Creen que la inercia inflacionaria (remarcaciones y otros efectos de segunda ronda que aún se demoran) retrasarán los planes para bajar la tasa.
En materia de política monetaria y cambiaria, el equipo económico busca no repetir algo que el FMI habría comentado a varios funcionarios en privado: un apresuramiento del Banco Central a la hora de relajar las tasas de interés, allá por 2016.
El organismo bregó desde el principio de la gestión de Macri, por una política monetaria más dura a la hora de enfrentar el rebrote inflacionario que suponía el descongelamiento de las tarifas y del dólar que habían pisado el kirchnerismo. Washington está favor de un dólar que flote y una política monetaria dura mientras se avanza hacia el equilibrio fiscal.
En AgendAR reiteramos una observación de sentido común, que hemos hecho a menudo: el «equilibrio fiscal» al que se refieren es uno que no toma en cuenta el pago de los intereses de la deuda pública. Con estos intereses, esa deuda crece y crece, y aumenta los intereses que el Estado deberá pagar. Con una recaudación fiscal disminuida por la caída en la actividad de las empresas. Como el horizonte, ese «equilibrio fiscal» se aleja a medida que se camina.