Una serie de charlas en Harvard fue el escenario de la catarsis que hicieron dos ex funcionarios de Cambiemos. Se trata del ex presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, y el ex viceministro de Hacienda, Sebastián Galiani, ambos con posgrados en universidades norteamericanas y pasado académico en ese ámbito. De ahí que encontraron natural relajarse y confesar sus internas con la Jefatura de Gabinete y la trastienda de la cocción de medidas como la reforma fiscal y previsional.
El ex titular del BCRA, cargó contra Marcos Peña, a quien acusó de haberle impedido ejecutar una política monetaria más dura que, según su visión, le habría permitido obtener mejores resultados en su cruzada contra la inflación.
Sturzenegger contó que debía acudir regularmente a la Casa Rosada a defender su gestión al frente de Central, que se caracterizó por el aumento explosivo en el stock de LEBACs. Del otro lado de la mesa, el jefe de Gabinete lo miraba escoltado por 7 asesores económicos. «Yo no entiendo nada de economía pero el resto de las personas que están en esta sala me dicen que no hay que hacer lo que vos decís», lo desafiaba Peña en esos encuentros en los que Sturzenegger pedía subir las tasas.
El ex funcionario se desligó del fracaso de su estrategia y cargó las tintas contra el círculo íntimo del Presidente que, dijo, lo ataba de pies y manos a la hora de combatir la inflación. El punto culmine de esa tensión llegó en la conferencia de prensa del 28 de diciembre en la que lo forzaron a cambiar la meta de inflación.
El ex vice ministro de Hacienda, Galiani, reconoció que volvió especialmente al país desde Estados Unidos para implementar la reforma fiscal y previsional, y tras algunos meses en Buenos Aires regresó a Maryland a seguir dando clases.
Galiani, a quien Sturzenegger considera el mejor economista de la Argentina, se enorgullece de la ley que cambió la fórmula de movilidad jubilatoria por medio de la cual el ajuste de haberes pasó a ser trimestral en lugar de semestral y a estar atado en un 70% a la inflación y un 30% a los salarios. El ex secretario mostró con gráficos los beneficios que trajo la medida al bajar paulatinamente el peso de esta partida sobre el producto con el paso de los años. Es decir, al bajar lo que se debe pagar a los jubilados.
Por esta modificación, que tanta resistencia generó en diciembre de 2017, los desembolsos en jubilaciones crecieron 27,7% en el acumulado entre enero y octubre, cuando la inflación en el mismo lapso sumó 39,5%, una diferencia de más de diez puntos.
También reconoció que introdujo en la reforma fiscal un nuevo impuesto contra los cigarrillos cuando se enteró que Aníbal Fernández, a quien detesta, mantenía intereses vinculados con ese sector.
La ferocidad de las internas no es un dato nuevo en el mundo político, ni tampoco en el académico. Pero hay algo que deja un mal gusto en la boca cuando dos personas que tuvieron cargos muy altos y ejercieron poder, desnudan sus broncas y frustraciones en un país extranjero. Un país con intereses políticos y financieros en el nuestro.