¿La hora de la sericultura?

Un consultor especializado, Marcelo Posada, propone en un medio local que el sector privado encare, por primera vez en nuestro país, la sericultura, la cría del gusano de seda, con un criterio industrial moderno. Por nuestra parte, creemos que es un desarrollo interesante para las regiones que no son aptas para las producciónes agropecuarias convencionales.

«Ya en el primer tercio del siglo XIX hubo iniciativas de difundir la producción de seda a partir de la cría del Bombyx mori -el gusano de seda- y el cultivo de morera para su alimentación. En la segunda mitad del siglo previo fue introducido en el actual territorio argentino por un misionero jesuita, pero ni entonces ni luego esa producción se afianzó.

A partir de la década de 1930 y hasta la de 1950 se llevaron adelante diversas iniciativas desde el ámbito nacional para difundir y afianzar esa actividad, destacándose entre ellas la Comisión Nacional de Sericultura -en 1930- y el Registro Nacional de Fiscalización de Huevos de Gusanos de Seda -en 1942-. A partir de los años «50, la introducción y difusión de tejidos sintéticos restó espacio de mercado para los textiles de seda, con lo cual, la producción nacional -que nunca había logrado satisfacer plenamente a la demanda interna- decayó notoriamente, incluso cerrándose dependencias públicas dedicadas a la temática (como un centro de reproducción en Córdoba).

  • La sericultura consiste, básicamente, en la cría del Bombyx mori antes mencionado, y colateralmente, dadas las exclusivas necesidades alimentarias de ese gusano, en la plantación de moreras, de cuyas hojas se alimenta dicho gusano.

TRES ETAPAS. Esta producción contiene tres etapas principales: el cultivo y cosecha de las hojas de la morera, la cría del gusano de seda, y el procesamiento de los capullos para la obtención de la fibra de seda que finalmente se industrializa y/o comercializa. La interrelación entre fases es muy estrecha, puesto que sin una producción adecuada -en tiempo, cantidad y calidad- de hojas de morera no puede desenvolverse una cría con buenos resultados -también en cantidad y volumen- en los capullos producidos, influyendo esto, a su vez, en la inserción final del filamento en el mercado.

La cadena productiva de la seda comprende, sucintamente, a las siguientes fases:

a) la producción de la línea paterna de los Bombyx mori.
b) la producción de huevos polihíbridos.
c) la cría del gusano y producción de capullos.
d) el hilado de la seda.
e) la industrialización en tejidos y sus aplicaciones (confección de indumentaria, fundamentalmente).

Las fases a) y b) son llevadas a cabo por laboratorios especializados, que en Argentina están en manos de universidades públicas, mientras que en otros países (como en Brasil) las desarrollan departamentos especializados de grandes empresas textiles. En estas etapas se seleccionan y manejan las variedades de gusanos de mejor calidad, de los cuales se obtienen los huevos híbridos que rindan, al cabo del proceso de crianza, los mejores capullos y volúmenes de seda.

La fase de cría del gusano reúne las dos actividades antes mencionadas: por un lado, el cultivo de moreras, y por el otro, la cría en sí del gusano. Si bien la cría requiere ciertas condiciones ambientales medias, la variable determinante para la instalación de esta actividad es la disponibilidad de hojas de morera, por lo cual, en definitiva, el asiento de la cría estará determinado por las condiciones agroclimáticas que exige el cultivo de la morera. En la Argentina, ese cultivo se da en buenas condiciones desde los 36º de Latitud Sur hacia el Norte.

UNIDAD PRODUCTIVA. La unidad productiva que se propone en nuestro país como modelo para difundir esta cría se compone de 1 ha. de cultivo de morera y las instalaciones de cría conexas (un galpón de cría de alrededor de 100 , más el espacio para el devanado de los capullos).

Dicha unidad productiva requeriría el trabajo de tres personas, si bien no a tiempo completo y en forma regular a lo largo de todo el ciclo productivo, por lo cual se considera a la actividad como una más dentro de un esquema de pluriactividad (productores que tienen otra actividad generadora de ingresos dentro o fuera de la propia unidad: agricultura en la misma unidad, trabajo asalariado extraagrario, etc.).

El modelo productivo que se difunde en la Argentina cubre un ciclo de alrededor de 60 días (15 días de incubación de los huevos y 45 días de cría propiamente dicha), con intensidad de dedicación variable según el momento de dicho ciclo. Se estima que una unidad de producción como la señalada (con 1 ha. de morera y tres ocupados a tiempo parcial) puede producir hojas suficientes para alimentar a sucesivas camadas de gusanos que produzcan unos 750 kg de capullos frescos al año, equivalentes a entre 200 y 250 kg de seda natural.

El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), en interacción con universidades nacionales y una red internacional de promoción de la sericultura han focalizado la estrategia de difusión de esta actividad en el modelo productivo de pequeña escala como el mencionado.

De hecho, en 2007 el INTI organizó, junto al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, un proyecto de sericultura cuyo objetivo fue Fomentar la cultura del trabajo y el trabajo de personas, familias y grupos en situación de pobreza, desocupación y/o vulnerabilidad social en la República Argentina.

Incluso en la actualidad, el mismo INTI encabeza un nuevo proyecto, esta vez con financiamiento de la Unión Europea, denominado Contribución a la reducción de la pobreza regional de América Latina y el Caribe, a través de la sericultura con enfoque sustentable y agregado de valor local. Del mismo modo, el INTA, en conjunto con el Programa ProHuerta, difunde este modelo sericultor entre los pequeños productores como alternativa de diversificación y generación de ingresos .

Esta orientación en el desarrollo de la sericultura se deriva de cierto imaginario social, en el cual el eje es la unidad de producción familiar, diversificada, que trabaja en articulación con otras unidades de su misma escala, conectadas al mercado como oferentes de un producto con valor agregado en la misma unidad (en este caso, los capullos devanados o, incluso, transformados en hilados y textiles), y siempre contando con el acompañamiento protector del Estado.

En el discurso y en los hechos, se releva que esta visión es la que guía la acción de los organismos como el INTA o el INTI y es la que marca la impronta de desarrollo actual de la sericultura argentina. La sobrevaloración de la autosuficiencia de la pequeña unidad productiva, del interés de esos productores por trabajar en forma asociativa, y de la capacidad que poseen esas unidades para agregar valor en origen constituye un bloque ideológico sólido que signa las intervenciones públicas en esta temática.

UN CASO TESTIGO. Ante esto, resulta interesante observar, a modo de ejemplo, cómo se desarrolló un núcleo sericultor en la Provincia de La Pampa. Surgido hacia el año 2000, también como búsqueda de una alternativa generadora de empleo, una asociación local, sumada a una dependencia del gobierno provincial y a técnicos de la universidad, difunde los rudimentos de la actividad serícola.

Varios pequeños productores se inician en ella, al tiempo que se los insta a organizarse cooperativamente. Al cabo de unos dos años, esta organización no pudo consolidarse, por lo cual una productora decide avanzar por sí misma, constituyéndose en el núcleo dinámico del entramado: entrega los huevos a los productores y les compra los capullos producidos, que luego ella se encarga de devanar, hilar y comercializar. La actividad allí fue creciendo a partir de la asociación de dicha productora con una diseñadora de moda que apostó al trabajo con textiles de seda.

Ese emprendimiento encuentra su punto de inflexión positiva cuando se desprende de la impronta antes mencionada y comienza a organizarse y operarse como una empresa moderna, aunque aún incipiente y de pequeña escala. Su consolidación dependerá del volumen de seda que pueda manejar y ese, a su vez, es dependiente de la cantidad de productores primarios de seda que se integren al circuito.

La seda es un commodity a nivel mundial, pero la muy escasa producción nacional permite entrever al mercado interno como un primer destino para guiar el crecimiento del sector, y luego de consolidado éste, analizarse la posibilidad de ingresar al mercado internacional con alguna seda diferenciada (por origen, calidad, etc.).

Mientras el INTA y el INTI difunden un modelo productivo sericultor como el descrito anteriormente, la experiencia de ese emprendimiento pampeano y, en particular, la experiencia de Brasil y Paraguay muestran que la modalidad organizativa para una sericultura competitiva es otra.

Brasil es, según datos de la FAO, el sexto productor mundial de seda, con algo más de 2.800 tn, pero representando solo el 0,5% de la producción mundial, que es hegemonizada por China (65%) e India (25%). Pese a esa posición relativa, la producción serícola en Brasil tiene importancia regional relevante (como en el conocido Valle de la seda, del estado de Paraná).

La producción brasileña de hilos de seda está en manos, fundamentalmente, de una empresa que concentra el 70% del volumen: Bratac S.A.

Pese a la evidencia de lo ocurrido en otros países de América Latina, en la Argentina se sigue intentando por una vía que está orientada más hacia lo artesanal que hacia lo industrial. Aún sin perder de vista la potencialidad que tiene el sector para ocupar mano de obra, al menos a tiempo parcial, el eje debe estar puesto en su crecimiento competitivo y sostenible, con capacidad de desenvolverse por sí mismo sin la aya del aparato estatal sosteniéndolo permanentemente. Y eso solo es posible cuando se lo incentiva y estimula para que se oriente hacia el mercado, con tácticas y estrategias modernas y adecuadas a las condiciones locales e internacionales.

VIALa Prensa