La construcción sumó nuevos datos negativos. Ayer el Grupo Construya informó que en noviembre las ventas al sector privado de insumos para la construcción se desplomaron 30,4% interanual y alcanzaron su peor nivel en la serie desestacionalizada que comienza en 2014.
Con una industria golpeada por el fuerte ajuste en la obra pública, la recesión y las altas tasas, tanto los empresarios como los sindicalistas prevén que la caída de la actividad se prolongará hasta bien entrado el 2019 y alertan que la destrucción de puestos de trabajo se profundizará en los próximos meses.
El índice Construya puede tomarse como predictor de la dinámica de la actividad. El desplome de noviembre del IC muestra una profundización de la caída en términos interanuales, que ya acumula seis meses de retroceso. El dato es consistente con el desplome de los indicadores a futuro que publicó esta semana el Indec.
Este panorama pone en riesgo miles de puestos de trabajo. Es que la construcción ya es la segunda rama que más empleo destruye después de la industria manufacturera. Según los datos del SIPA de septiembre (los últimos disponibles), sólo durante ese mes perdieron su trabajo 5.000 personas y desde mayo la sangría llega a 12.000. Los datos del ISAC y el IC sugieren que la pérdida de empleos continuó en octubre y noviembre, y sugieren que el declive se acentuará en los próximos meses.
El presidente de la Cámara de la Construcción, Gustavo Weiss, ratificó que las perspectivas de la actividad para 2019 son de caída. «El ajuste de la obra pública, que representa el 25% del total, va a ser muy fuerte durante todo el año. La construcción privada está ligada a la actividad y seguramente caiga hasta mitad de año. Después va a depender de cómo se mueva el conjunto de la economía. Pero es probable que el resultado global de 2019 sea negativo», dijo. Además, reconoció que en ese contexto la pérdida de empleos en el sector se profundizará aunque se abstuvo de estimar la cantidad.
El empleo en la construcción es el que más rápido ajusta a los cambios en los niveles de actividad, es muy procíclico. En parte porque el despido no tiene costo para el empleador, ya que el trabajador cobra el fondo de desempleo que existe en la actividad, que reemplaza la indemnización por despido (similar al fondo de cese laboral que el Gobierno buscaba aprobar con la reforma laboral).