Brasil es, en territorio, población y economía, aproximadamente la mitad de la América del Sur. Además, es el socio comercial más importante de nuestro país (Y nuestro segundo flujo comercial es con China, que es el socio comercial más importante del Brasil).
Así que la presidencia de Jair Bolsonaro, y cómo le vaya con su proyecto, es un dato clave para la economía argentina. Y tendrá influencia hasta en el clima político local. Por eso, es la primer noticia del año:
Jair Bolsonaro asumió ayer la presidencia de Brasil y en su discurso de asunción, anunció reformas estructurales económicas, libre mercado y relaciones internacionales “sin perfil ideológico”. Además, en el acto realizado en el Congreso Nacional, convocó a la unión nacional.
Apuntó, en este sentido, a sanear las cuentas públicas, pues considera al déficit como una de las mayores amenazas para la economía del país, a la vez que habló de mantener la tradición judeo-cristiana y prometió luchar «contra la ideología de género».
«Promoveremos reformas estructurales que serán importantes para la sustentabilidad de las cuentas públicas», afirmó en el discurso de cerca de diez minutos que pronunció poco después de haber sido investido como presidente por los próximos cuatro años.
Si bien no especificó ninguna medida, durante la campaña Bolsonaro ha defendido una profunda reforma al régimen de jubilaciones y pensiones, actualmente deficitario y que podría colapsar en los próximos años, según economistas.
El ex capitán del Ejército brasileño y legislador derechista durante 30 años, agregó que, para sanear las cuentas, su Gobierno no gastará más de lo que recauda, pero que, aún así, cumplirá todos los contratos.
Bolsonaro afirmó que el ajuste fiscal para sanear las cuentas públicas es necesario para estabilizar la economía e impulsar su crecimiento.
«Necesitamos crear un circulo virtuoso en economía que genere confianza y estimule no sólo nuestro mercado sino también el comercio internacional con todos los países y sin amarras ideológicas«.
También, el nuevo presidente de Brasil afirmó que el sector agropecuario, responsable de la mayoría de las exportaciones brasileñas, tendrá un papel decisivo en su gobierno. Bolsonaro aclaró que apoyará a los productores rurales pero «en consonancia con la preservación ambiental».
El mensaje, de gran interés para el bloque de legisladores que provienen del agro, que respaldaron su candidatura, fue interpretado también como un compromiso de que su apoyo a los negocios en el campo tendrá límites ecológicos (Sin embargo, ya se anunció que una de sus primeras medidas será transferir la repartición que se encarga de las tierras indígenas a Agricultura).
La política económica del nuevo gobierno brasileño, por lo ya admitido por Bolsonaro, tendrá un tinte claramente liberal y será comandada por Paulo Guedes, un economista formado en la Escuela de Chicago y al que el presidente ha dado «carta blanca».
Guedes ha propuesto una ambiciosa apertura al capital extranjero, impopulares ajustes fiscales, una severa reducción del tamaño del Estado y de sus gastos, y privatizaciones en todas las áreas, que incluyen negocios del gigante Petrobras.
En el plano social, el nuevo mandatario, que ha tenido un fuerte respaldo de las iglesias evangélicas de Brasil y posturas muy conservadoras sobre temas como aborto, entre otros, dijo tras jurar que en su gobierno se respetarán todas las religiones «pero se mantendrá la tradición judeo-cristiana»,
Y, en un párrafo destinado a la polémica con los sectores feministas, aseguró que luchará «contra la ideología de género». Su gobierno, agregó pondrá fin a «prácticas nefastas que condujeron a Brasil a la mayor crisis ética y moral de su historia». Ratificó su compromiso con el combate a la corrupción, que fue uno de los ejes de su campaña presidencial.
Ahí aludió al Partido de los Trabajadores (PT), la formación liderada por el encarcelado ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y que gobernó por 13 años. «Hoy comenzamos un trabajo arduo para que Brasil inicie un nuevo capítulo en su historia», aseguró el capitán de la reserva del Ejército brasileño.
También juró el vicepresidente Hamilton Mourao, un ex general que usó un tono militar para leer el compromiso constitucional.
Más allá de la intención de poner épica en el discurso -algo que en estos tiempos resulta frecuente en proyectos políticos muy distintos- el gobierno de Bolsonaro enfrenta un desafío muy práctico: las recetas convencionales que anuncia -austeridad, desregulación, privatización- ya se intentaron en los gobiernos de Dilma Rousseff y Michel Temer ¿Funcionarán esta vez, con más firmeza y con espíritu de cruzada? Sólo la realidad contestará. Mientras, vale la pena observar que Evo Morales, con el pragmatismo de su estirpe, envió un conceptuoso saludo a Bolsonaro para su asunción.