Aunque Ud. no lo sepa, es posible que haya otro usuario con su nombre y su foto en Facebook o en Twitter. Y que le esté haciendo ganar dinero a alguien.
Los «seguidores» falsos son una noticia muy vieja, y muy conocida, en Facebook. Y Twitter ha sido colonizado, tiempo ha, por la propaganda comercial y el activismo político. Y en este año electoral, cualquier tuitero ocasional se da cuenta que están apareciendo una cantidad impresionante de tuits que muestran una adhesión apasionada o un rechazo todavía más ferviente.
Pero nos parece interesante resumirles esta nota del New York Times, que muestra que el negocio de los partidarios y los influencers virtuales recién está comenzando aquí. Va a crecer.
«La verdadera Jessica Rychly es una adolescente de Minnesota que tiene una amplia sonrisa y el cabello ondulado. Le gusta leer y escuchar las canciones del rapero Post Malone. Cuando usa Facebook o Twitter, a veces comenta sobre las cosas que la aburren o hace bromas con sus amigos. Ocasionalmente, como muchos adolescentes y jóvenes, publica una selfie.
Pero en Twitter existe una versión de Jessica que ninguno de sus amigos o familiares podría reconocer. Aunque las dos cuentas comparten su nombre, retrato y la misma biografía de una sola línea (“Tengo problemas”), la otra Jessica ha promocionado cuentas de inversiones inmobiliarias canadienses, criptomonedas y una estación de radio en Ghana. La cuenta falsa siguió o retuiteó cuentas en árabe e indonesio, idiomas que Jessica no habla. Mientras ella tenía 17 años y estaba en el último año del colegio, su contraparte falsa frecuentemente promovía pornografía gráfica, al retuitear cuentas como Squirtamania y Porno Dan.
Todas esas cuentas pertenecen a clientes de una oscura empresa estadounidense llamada Devumi que ha recaudado millones de dólares en el mercado global del fraude en las redes sociales. Devumi vende seguidores de Twitter y retuits a celebridades, negocios y cualquier persona que quiera ser más popular o ejercer influencia en internet. Usando un conjunto de al menos 3,5 millones de cuentas automatizadas —cada una de ellas ha sido vendida muchas veces— la compañía le ha proporcionado a sus clientes más de 200 millones de seguidores en Twitter, según reveló una investigación de The New York Times.
Las cuentas que más se parecen a las personas reales, como la de Rychly, muestran el patrón de una especie de robo de identidad social a gran escala. Al menos 55.000 cuentas de Devumi usan los nombres, fotos de perfil, lugares de origen y otros detalles personales de usuarios reales de Twitter, incluidos menores de edad, según un análisis de datos realizado por el Times.
“No quiero que mi foto esté relacionada a esa cuenta, ni mi nombre”, dijo Rychly, quien ahora tiene 19 años. “No puedo creer que alguien pague por eso. Es simplemente horrible”.
Estas cuentas son monedas falsas en la floreciente economía de la influencia en internet, que toca prácticamente cualquier industria en la que una audiencia masiva —o la ilusión de que la hay— pueda ser monetizada. En la actualidad las cuentas falsas que han sido creadas por gobiernos, delincuentes y empresarios infestan las redes sociales. Según algunos cálculos, hasta 48 millones de los usuarios activos de Twitter, casi el 15 por ciento, son cuentas automatizadas diseñadas para simular ser personas reales, aunque la compañía afirma que ese número es mucho menor.
En noviembre, Facebook reveló a sus inversores que tenía al menos el doble de usuarios falsos que los estimados anteriormente, lo que indica que existen unas 60 millones de cuentas automatizadas en la plataforma de medios sociales más grande del mundo. Estas cuentas falsas, conocidas como bots, pueden ayudar a influenciar a las audiencias publicitarias y replantear los debates políticos. Pueden afectar negocios y arruinar reputaciones. Sin embargo, desde el punto de vista legal, su creación y venta están en una zona gris.
“La continua viabilidad de cuentas fraudulentas e interacciones en las plataformas de redes sociales, y la profesionalización de estos servicios fraudulentos, es muestra de que todavía hay mucho trabajo por hacer”, dijo el senador demócrata de Virginia Mark Warner, quien también es miembro del Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos, que ha estado investigando la propagación de cuentas falsas en Facebook, Twitter y otras plataformas.
A pesar de las crecientes críticas a las compañías de medios sociales y el mayor escrutinio de los funcionarios electos, el comercio de seguidores falsos sigue siendo opaco en gran medida. Si bien Twitter y otras plataformas prohiben comprar seguidores, Devumi y docenas de otros sitios los venden abiertamente. Y las compañías de redes sociales, cuyo valor de mercado está estrechamente vinculado al número de personas que usan sus servicios, establecen sus propias reglas para detectar y eliminar cuentas falsas.
El fundador de Devumi, German Calas, negó que su compañía vendiera seguidores falsos y dijo que no sabía nada sobre las identidades sociales robadas a los usuarios reales. “Las acusaciones son falsas y no tenemos conocimiento de ninguna de esas actividades”, afirmó Calas en un intercambio de correos electrónicos en noviembre.
The New York Times revisó los registros comerciales y judiciales que evidencian que Devumi tiene más de 200.000 clientes, incluyendo estrellas de reality shows, atletas profesionales, comediantes, oradores de TED, pastores y modelos. En la mayoría de los casos, según muestran los registros, esos clientes compraron sus propios seguidores. En otros, sus empleados, agentes, compañías de relaciones públicas, familiares o amigos hicieron la compra. Por solo unos centavos de dólar por cada uno, a veces incluso por menos, Devumi ofrece seguidores de Twitter, visitas en YouTube, reproducciones en SoundCloud y recomendaciones en LinkedIn».