El tema central de AgendAR es la producción argentina. Pero eso no significa, al contrario, que nos aislamos de la sociedad. Creemos que esta nota de la periodista Andrea Gentil y los estudios científicos que cita arrojan luz sobre un tema importante. La resumimos y acercamos:
«El caso de una niña de 14 años que fue violada por cinco varones de entre 21 y 23 años en un camping en Miramar, mientras transcurría la llegada del nuevo año, conmueve, indigna, duele. Pero incluso en la atrocidad que implica que una jauría de hombres adultos acorralara a una nena aislada e indefensa hay algo luminoso: sus padres la buscaron y denunciaron de inmediato la violación ante la Comisaría de la Mujer de General Alvarado. La chica, en medio del shock, atestiguó, se sometió a las pericias y exámenes de rigor.
No es lo que suele suceder, y no por falta de verdad en las denuncias o por la ausencia de deseo de que se haga justicia. Es mucho más lo que rodea a un abuso seguido de violación, mucho, que suele ser ignorado por la mayoría de quienes sólo saben cuestionar a la víctima. ¿Te defendiste? ¿Gritaste? ¿Por qué tardaste tanto en contar y denunciar? Las muletillas de preguntas obvias delante de una niña y de una mujer que han sufrido violencia sexual son pocas, pero fuertes y universales. Al calvario del abuso y de la violación se le suma la soledad hecha carne que dejan los cuestionamientos y el enjuiciamiento público de por qué la víctima hizo o no hizo determinadas cosas.
Si una víctima presenta “marcas de haberse resistido” es como si portara consigo una medalla digna de orgullo, aún si la niña o la mujer son asesinadas. Sin tales marcas, las sospechas están allí, al alcance del simple sentido común. Y del desconocimiento, a punto tal que todavía muchos sistemas penales en el mundo todavía exijan que haya signos de resistencia activa para considerar que un abuso puede ser considerado violación.
La violencia sexual es tan extendida que los estudios científicos que involucran sus efectos físicos, psicológicos, emocionales, los modos en que debería ser prevenida, qué es lo que la gatilla en los violadores, se multiplican año a año. Uno de los más contundentes y nuevos respecto a los efectos que un abuso seguido de violación tiene sobre la víctima se acaba de dar a conocer en Suecia. (Para acceder al paper, en inglés, cliquear aquí). Muestra cómo la creencia de que la resistencia es “normal” parte de un supuesto falso. La mayoría de las sobrevivientes de una violación que visitaron la Clínica de Emergencias para víctimas de abuso en Estocolmo (el dato: en Suecia tienen clínicas para atender exclusivamente a las personas violadas) no opusieron resistencia, según un estudio reciente.
Muchas ni siquiera pudieron gritar para pedir auxilio. Durante el ataque sexual experimentaron un tipo de parálisis temporal denominada “inmovilidad tónica”. Y aquellas mujeres que sufrieron de inmovilidad tónica extrema duplicaron sus chances de sufrir desorden de estrés postraumático y fueron tres veces más propensas a padecer depresión severa en los meses siguientes al ataque sexual.
“La resistencia activa es considerada como una reacción normal durante una violación –resume el paper de los investigadores, liderados por Anna Möller, en la publicación científica Acta Obstetricia et Gynecologica Scandinavica. Sin embargo, diversos estudios indican que, de una manera similar a lo que sucede con los animales, las personas expuestas a una amenaza extrema pueden reaccionar con una inhibición motora temporaria e involuntaria, la «inmovilidad tónica”. Esta inmovilidad describe un estado de parálisis involuntaria en la cual el individuo no puede moverse y, ni siquiera, hablar. Esta reacción es considerada en los animales como una defensa adaptativa resultado de la evolución contra un predador cuando no hay chances de defenderse de otro modo.
“Predador”, “evolución”, “chances de defenderse” son términos de esta descripción que deberíamos tener en cuenta cada vez que preguntamos si una víctima de violación tuvo una reacción activa o no. La inmovilidad tónica sería la conducta adaptativa que los organismos vivos, animales y humanos, encontraron para sobrevivir en caso de estar acorralados por un atacante voraz y físicamente más imponente.
Aunque el fenómeno es mucho menos conocido en seres humanos, hay investigaciones que describen su aparición entre soldados en el campo de batalla. La otra situación en la que los científicos lo han observado es, justamente, entre personas que sobrevivieron a un ataque sexual.
Un estudio realizado ya en el año 2005, por ejemplo, arrojaba que un 52% de mujeres que informaron haber sufrido abuso sexual durante su infancia habían vivido este tipo de parálisis. El estudio sueco halló que un 70% de las 298 mujeres concurrentes a una clínica de emergencias en caso de violación habían experimentado al menos “una signicativa” inmovilidad tónica. Por otro lado, y según los criterios científicos de las autoras y autores del estudio, un 48% de las mujeres habían pasado por una “inmovilidad tónica extrema” durante la violación.
El estudio sueco es importante porque, además de contar con una muestra grande (298 mujeres que informaron haber sido violadas, 189 de las cuales volvieron para una consulta de seguimiento seis meses después), las víctimas relataron su experiencia dentro de los 30 días del ataque sexual, lo que permitía tener fresco el recuerdo de cada sensación. Por eso es que resulta fundamental, de acuerdo con las y los especialistas en el tema, para confirmar los hallazgos de la investigación del 2005, que había descubierto la asociación entre inmovilidad tónica y trastornos mentales y emocionales posteriores. Sufrir un gran estrés postraumática y una depresión severa van de la mano con el sentimiento descripto por mujeres, niñas y varones asaltados sexualmente: el “debería haberme resistido” le abre una enorme puerta de entrada al “fue mi culpa” y “soy una vergüenza” que, a su vez, refuerzan la negación, el temor a hablar, la inmovilidad a la hora de denunciar y hasta de contarlo a la familia, las amistades, las parejas, las y los psiquiatras y psicólogos».