El Lago Mercer -un gran lago subglacial, es decir, bajo una capa de hielo permanente, situado en la Antártida Occidental- suele experimentar temperaturas que bajan más allá de los 0°, pero no se congela por estar «presurizado»: esta gran extensión de agua -de 160 kilómetros cuadrados- recibe el paso de 1 kilómetro de vertical hielo que la recubre y la separa de la atmósfera hace unos 100.000 años. En ese lugar, un equipo de expertos acaba de hallar diferentes formas de vida.
El descenso a las profundidades de este lago fue planeado durante años. La operación costo 5,2 millones de dólares y fue realizada por la organización norteamericana SALSA (en castellano, Acceso Científico a los Lagos Subglaciales de la Antártida) con el respaldo de la Fundación Nacional de Ciencia de los Estados Unidos.
Los científicos creían que iban a descubrir únicamente microbios unicelulares, como ya habían encontrado en otro lago antártico. Sin embargo, su esfuerzo dio frutos sorprendentes en cantidad y en especie: de unicelulares encontraron 10.000 bacterias por cada mililitro de agua. Y de multicelulares, aparecieron restos de crustáceos, tardígrados u «osos de agua», conocidos por resistir a temperaturas y presiones extremas. También aparecieron plantas y hongos. Por su oscuridad, en este lago no hay fotosíntesis. Entonces, ¿cuál es la fuente de energía primaria de las bacterias y los tardígrados? ¿Algún surgente termal que eyecta sulfuros volcánicos desde el fondo, como los que mantienen pequeñas islas de vida abisal a 4000 metros o más de profundidad a lo largo de las cordilleras dorsales suboceánicas? ¿U otro complejo sistema de «cañerías» bajo el hielo que lo conectan con otros lagos subglaciares y el Océano Ártico, donde sí hay fotosíntesis?
La Antártida encierra más de 400 lagos escondidos bajo el hielo. El Mercer es el segundo en ser abordado por los humanos directamente y forma parte de una constelación de nueve lagos del sector occidental del continente, descubierta por satélites en 2006.
Sus aguas son dulces, aunque posiblemente, hace millones de años, tuvo contacto con el mar y no se descarta que mantenga alguna, directa o indirecta. Las condiciones resultan tan inhóspitas -comparadas a las adecuadas para la vida acuática superficial y fotodependiente que, como pasó en los ’90 con los organismos extremófilos de las dorsales marinas, cambian paradigmas. Los exobiólogos pueden especular con vida compleja en otros lugares del Sistema Solar y del Universo, antes de los ’90, parecía imposible.
Los subtítulos del video que incorporamos a continuación (menos de 2 minutos) describen el comienzo de la exploración: