La inversión cayó un 22,7% anual en el último trimestre de 2018. Y el gobierno espera otra caída en 2019

Estos deprimentes números de la inversión anterior y esperada en Argentina provienen de fuentes oficiales y de consultoras afines a su política. Y esta es la señal más grave, porque el estímulo a la inversión -no a la demanda, ni a la producción como tal- es el concepto básico del pensamiento económico que ahora, simplificando, llaman neoliberal.

El gobierno ha proyectado -en el Programa Financiero 2019 dado a conocer la otra semana- una contracción del 10,5% para el 2019. La Fundación Capital, una consultora dirigida por el ex presidente del BCRA Martín Redrado, informa que en el cuarto trimestre del 2018 la inversión tuvo una caída de 22,7% interanual. Así, habría un deterioro de 4,9% en la totalidad del año pasado.

Con la expectativa oficial para este año, se acumulará un negativo de 15% durante el último bienio de la gestión Macri. La inversión cerrará con niveles de formación de capital fijo tan bajos como no se veían en una década, desde la crisis global generada por las subprime.

En la Fundación Capital son un poco más optimistas que el gobierno acerca de lo que ocurrirá en 2019 y esperan una caída del 8%. En ese caso el bienio acumularía una contracción de «apenas» 12,6%. Pero para otros analistas incluso la proyección oficial de una caída de 10,5%, se queda corta.

En Economía & Regiones (E&R), la consultora fundada por el actual ministro del Interior, Rogelio Frigerio, dicen que esa caída del 10,5% en este año, probablemente sea mayor. Y es que, según lo que señalan, la base de comparación que dejaron los primeros meses del 2018 es alta.

Pero además desde E&R prevén una caída del PBI muy superior a lo que imagina el Gobierno. De hecho el Gobierno sorprendió a prácticamente todos con una proyección de variación de la actividad económica de 0%, mientras que desde E&R ven una caída de 1,5%, más en línea con la de 1,7% que prevén el FMI y el Banco Mundial.

Es decir que pase lo que pase entre las distintas estimaciones, todo lo recuperado en materia de creación de capacidades productivas durante la década, se perderá en 2018-2019.

La inversión -en cualquier política económica razonable- es un componente clave de la demanda agregada. Un PBI traccionado por ella garantiza a priori un crecimiento más sostenible y en base a una mayor productividad. Pero las altas tasas de interés atentan contra su despegue. A eso se le suma el parate en la obra pública, que es la base del acuerdo de ajuste con el FMI, y la fuerte caída del consumo, por la caída récord del salario real. Sin ningún regodeo, porque esto nos perjudica a todos los sectores, es necesario asumir que las perspectivas económicas en el plazo corto y en el mediano, son malas.

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