La crisis venezolana se agrava día a día. El deterioro de su economía, grave como es, no es el peor aspecto, tampoco la emigración de una parte considerable de sus ciudadanos: eso corresponde al enfrentamiento feroz entre dos sectores de su sociedad, divididos por el odio o el desprecio mutuo, donde ninguno de los dos reconoce legitimidad al otro.
La imagen de arriba corresponde a una marcha en Caracas, y podría corresponder a los partidarios o a los opositores del gobierno actual. Ambos se han movilizado ayer.
La ocasión fue una decisión política que se desarrolló en los últimos días. El presidente de la Asamblea Nacional (Parlamento), con mayoría opositora -no reconocida por el oficialismo- Juan Guaidó, denunció como ilegítima la presidencia de Nicolás Maduro y se proclamó «presidente encargado».
Frente al desgaste de la dirigencia opositora anterior, su figura relativamente nueva sirvió para galvanizar a la oposición a Maduro.
En minutos, el gobierno de Donald Trump lo reconoció como «presidente interino». Y eso provocó un efecto cascada en gobiernos ya hostiles a Maduro y ansiosos por buenas relaciones con los EE.UU. Canadá, Argentina, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú y Paraguay, entre otros, acompañaron el gesto.
El apoyo explícito a Maduro partió de Bolivia, Cuba y Nicaragua.
México y Uruguay plantearon la necesidad de defender la no intervención en asuntos internos como forma de defender las autonomías nacionales.
En cuanto a los actores externos al hemisferio, sus tomas de posición fueron discretas. La Federación Rusa y Turquía dejaron saber que seguían reconociendo a Maduro como el presidente de Venezuela. Y la Unión Europea, muy crítica de Maduro, no reconoció a Guaidó.
China se limitó a informar objetivamente de los acontecimientos en sus agencias oficiales. Hasta ahora, no opinó del tema.
También hasta ahora, todas estas reacciones externas no han modificado en absoluto el balance de poder en Venezuela misma. Debilitado, el gobierno chavista se sostiene en tanto se mantiene la lealtad de las fuerzas armadas.
Maduro rompió ayer relaciones diplomáticas con EE.UU. -que ya eran muy hostiles- y advirtió sobre una amenaza militar. Pero esto parece bastante improbable.
Si bien EE.UU. ya no es el principal cliente del petróleo venezolano -hoy China e India compran el 60% del total- todavía un 20% se vende a los EE. UU., y un 20% al resto del mundo. (Los envíos a China son mayormente para devolver los créditos de Beijing).
Salvo un quiebre en las Fuerzas Armadas venezolanas, la situación parece reflejar la ruptura con Cuba en los ´60. EE.UU. y los países más influidos por él aislan a Venezuela. Otros, la considerarán un símbolo de dignidad y resistencia, o una oportunidad para marcar diferencias con el «satelismo» hacia la potencia hegemónica en este hemisferio.
La diferencia es que Venezuela no forma parte de un sistema de poder global. Pero para su pueblo, y para los intereses nacionales en nuestros países, el perjuicio es similar.