La Guerra Fría volvió a la región, con Venezuela

La foto que encabeza esta noticia es del asesor de Seguridad Nacional de los EEUU, John Bolton. Lleva bajo el brazo un anotador, con dos líneas manuscritas. En la ampliación -que reprodujeron enseguida los medios norteamericanos- se puede leer fácilmente (3) Afganistan – Welcome talibans y también 5000 troops to Colombia. La primera frase se refiere, sin duda, a las negociaciones en curso con los talibanes. La segunda… en castellano es «5000 soldados a Colombia».

En una conferencia de prensa en la Casa Blanca para anunciar sanciones contra la petrolera estatal venezolana PDVSA, Bolton, que acompañaba al secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, dejó ver esas líneas escritas.

¿Un descuido? Es posible; ha habido otros casos. Más probable, es que sea una presión más sobre el gobierno de Maduro, en la línea de la afirmación de Trump (en Twitter) «Todas las opciones están sobre la mesa«.

De cualquier modo, no hay una diferencia real entre ambas posibilidades. El gobierno de Donald Trump está emitiendo señales explícitas que quiere el derrocamiento del gobierno chavista, y que ha encontrado en la -alentada- autoproclamación de Juan Guaidó como «presidente encargado» lo que considera la ocasión propicia. Además de alentar a la oposición venezolana, que -resultaba evidente- estaba por lo menos desanimada con la dirigencia anterior.

En esa línea, ha anunciado que confiscará los fondos de PDVSA -y otras agencias gubernamentales, si los hubiera- en EE.UU. y los pondría a disposición de la embrionaria «administración Guaidó». También afirma que «habrá consecuencias graves para quienes intenten subvertir la democracia y lastimar» a quien reconoce como el «presidente interino».

Por su parte, el gobierno de Maduro mantiene una posición firme. Y su fiscal general solicitó que se prohibiera a Guaidó salir de Venezuela y que se congelaron sus cuentas.

Y por su parte, Guaidó sube la apuesta. Nombró una lista de embajadores ante diversos países, entre ellos la Argentina.

¿Llegarán los EE.UU. a una intervención militar directa? Es difícil decirlo, tan lejos del Potomac. Pero aparece poco probable. Trump, tras una fachada agresiva, ha desescalado en Corea del Norte, en Siria y ahora está en camino de hacerlo en Afganistán. Por lo (poco) que se sabe de los análisis del Pentágono, sus generales no son entusiastas. Su apoyo al ejército colombiano en la lucha antiguerrillera sirvió para mostrarles que son guerras largas y desgastantes.

Y Venezuela no es una amenaza posible a su seguridad, más allá de la boutade de Obama. Vladimir Putin no es Nikita Kruschev; no se le ocurriría instalar cohetes en el Orinoco. Y Xi… sus intereses son otros.

Las especulaciones sobre el interés en el petróleo venezolano son exageradas. El país de Chávez tiene reservas inmensas, pero de un petróleo de alta viscosidad, casi como el canadiense. No hay tanta demanda por ese tipo de petróleo en el mundo. No la hay en los EE.UU., que gracias al fracking ha dejado de ser el gran importador global.

Todo esto no es una garantía, ni siquiera un pronóstico. El odio que puede verse y oírse en muchísimos venezolanos contra el gobierno actual puede ser la chispa de una guerra civil abierta, y ahí si intervendrían casi con seguridad los ajenos. El Papa Francisco ha manifestado su temor por el derramamiento de sangre en Venezuela, y la iglesia católica tiene buena información.

El aspecto inmediato que nos concierne directamente a los argentinos está aludido en el título de esta nota: como en la Guerra Fría, los países latinoamericanos toman posiciones, que dividen a sus sociedades.

Ahora, sería un error pensar que el gobierno argentino fue arrastrado por simple seguidismo de la política exterior de los EE.UU. Mauricio Macri ha estado vinculado, desde antes de ser presidente, a los sectores más enconados de la diáspora venezolana. La esposa del destacado opositor Leopoldo López tuvo un lugar de honor en el festejo de su victoria electoral, en octubre 2015. Ayer recibió a una embajadora nombrada por Juan Guaidó, que también es funcionaria de Cambiemos en la legislatura bonaerense.

No es necesario abundar sobre la posición de Jair Bolsonaro.

México y Uruguay, se mantienen, con distintos matices, en la tradicional defensa latinoamericana de la no intervención. Pero el encono que despierta el chavismo en sus oponentes. hace que no reconozcan la legitimidad de esa actitud.

Entonces, como en los tiempos de la Guerra Fría, la región está dividida ideológicamente. Es imposible no recordar el costo que esa división causó a nuestras naciones y a sus pueblos.

A.B.F.