Desde septiembre pasado, siete petroleras han sido autorizadas a vender gas al exterior. Se trata de YPF, Pan American Energy (PAE), Compañía General de Combustibles (CGC), la francesa Total Austral, Wintershall y ExxonMobil. El aumento de la producción de gas no convencional -shale y tight gas- fue del 45% en 2018, lo que permitió que la producción total aumentara un 5% interanual (Porque la producción convencional de gas cayó un 11%).
Las exportaciones a gran escala se habían interrumpido en 2011. Por la creciente demanda del mercado argentino en ese entonces, el gobierno de Néstor Kirchner dio prioridad al abastecimiento interno. Ahora, salvo en el invierno, durante nueve meses del año, sobra gas. En verano hay un excedente aproximado de 30 millones de metros cúbicos diarios (m³/d). En invierno, la demanda se quintuplica y sucede lo contrario: al mercado interno le faltan 80 millones de m³/d, que se suplen con importaciones de Bolivia y barcos que traen gas natural licuado (GNL).
Los precios son distintos. En verano se vende el excedente entre US$ 3,90 y US$ 4,20 el millón de BTU (equivalente a unos 27 m³ de gas), en invierno se debe importar el gas a no menos de US$ 7,50 el millón de BTU.
La capacidad máxima de los gasoductos que conectan la Argentina con Chile permite transportar 30 millones de m³/d. El máximo exportado fue en 2004 y se enviaron 24 millones de m³/d de gas. Ahora se está lejos de ese pico. En enero, las empresas exportaron en promedio 4,6 millones de m³/d, según datos oficiales. Los destinos de exportación incluyeron también a Uruguay y Brasil, pero es Chile el que compra la mayor parte del gas sobrante.
La producción de Vaca Muerta permite que haya un excedente, pero la mayoría de lo que se vende al exterior no proviene de ahí. Por el esquema de subsidios -la resolución 46- que reciben algunas empresas por su producción. Si el gas se exporta, no reciben el subsidio. Por eso las firmas envían el gas que producen en la cuenca marina austral o en el golfo San Jorge.
Más allá de los subsidios, que tarde o temprano se interrumpirán, a las empresas les interesa la exportación, y a países no limítrofes. Pero para ello primero será necesario invertir en las plantas de licuefacción, donde el gas se enfría a menos de 160 grados y se puede enviar en barcos. Pero la inversión no es sencilla: demanda por lo menos US$ 4000 millones en un momento en que la Argentina tiene el crédito internacional cerrado. Su construcción, además, tardaría entre cuatro y cinco años.
Un primer paso lo dio YPF, con el arribo la semana pasada del buque de licuefacción de gas contratado a la empresa belga Exmar. Esto le permitirá comenzar a exportar 2,5 millones m³/d, un 5% de su producción total. Los destinos a los que apunta son China y Japón. Crear demanda para el excedente de gas de Vaca Muerta será clave para que las inversiones continúen. «La única forma de que ‘explote’ verdaderamente Vaca Muerta es asegurando que haya un mercado para el gas», dicen las petroleras. Si no, las empresas priorizarán sus inversiones en el petróleo.
Para el país, por ahora es un mal negocio. Gasta más divisas en el gas que importa, que en el que exporta. Resulta llamativo que el Estado no estimule a nuestros técnicos a encontrar los mecanismos para almacenar el gas en forma económica. Y hay otro aspecto, que recordábamos hace semanas en AgendAR:
«Creemos que es necesario que los argentinos sigamos de cerca este tema. Tres décadas atrás, el yacimiento de Loma de la Lata nos hizo creer que Argentina era un país gasífero. La exportación indiscriminada -también con destino a Chile, aunque luego esta país reexportar una parte- “vació” el yacimiento, en los años de Menem.
Es natural, porque la exportación es mejor negocio para los privados. Pero contribuyó en forma decisiva a que Argentina perdiera el autoabastecimiento, y tuviera que importar más caro. Por eso, aconsejamos exigir que el Estado haga un inventario realista de las reservas».