El gobierno actual ha descartado o congelado proyectos a partir de un criterio «eficientista». Corresponde a un pensamiento económico cuyo criterio fundante es la valorización financiera, y que no toma en cuenta conceptos que considera obsoletos o ajenos: la autonomía tecnológica, la soberanía nacional.
Pero, aún si llegara un gobierno con otros valores, la economía es la «ciencia triste», decían hace algunos siglos, y la Argentina está endeudada y sin crédito. Por eso, es importante tener presente los costos de ajustar en el mundo real, no en el que dibujan los técnicos y consultores de la burocracia internacional.
Por ejemplo, este gobierno – que canceló el proyecto del ARSAT 3- tuvo que alquilar, por 7 millones de euros, un satélite europeo que ya ha superado su vida para no perder la posición orbital que le corresponde a la Argentina. Y ese es un costo menor, comparado con las capacidades y conocimientos de los compatriotas que, como sucede con el programa nuclear, irán a aplicarlos en otros países.
Reproducimos aquí el artículo de Fernando Krakowiak donde da los detalles:
«El gobierno de Mauricio Macri acaba de alquilar a la empresa europea SES el satélite Astra-1H para evitar que la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) le quite los derechos de uso de la posición orbital 81º Oeste en banda Ka, que permite brindar servicios de internet de banda ancha. En esa banda debía operar a partir de este año el satélite Arsat-3, pero, como su construcción se suspendió a comienzos de 2016.
Se decidió alquilar un viejo satélite, que ya superó su vida útil, con el único objetivo de notificarle a la UIT que la banda está ocupada y así evitar su pérdida. La maniobra le costó al Estado Nacional la friolera de 7 millones de euros, que se pagarán en cuotas a lo largo de este año.
El gobierno de Néstor Kirchner creó la empresa Arsat en abril de 2006 para hacerse cargo del servicio satelital, en reemplazo de Nahuelsat, un consorcio privado encabezado por la alemana DaimlerChrysler Aerospace (hoy Airbus) y la italiana Finmeccanica (hoy Leonardo). A ese consorcio se le había adjudicado en 1991 la provisión y operación de dos satélites. El primero fue puesto en órbita en abril de 1997 y el segundo debía estar listo para octubre de 2003, pero cuando se cumplió la fecha Nahuelsat ni siquiera había comenzado a construirlo y el gobierno se tuvo que hacer cargo del tema para no perder la posición orbital. Así fue como comenzó la construcción de Arsat-1, lanzado al espacio en septiembre de 2014. Mientras se terminaba Arsat-1 comenzó la construcción de Arsat-2, el cual fue puesto en órbita en septiembre de 2015.
En noviembre de ese mismo año el Congreso Nacional aprobó a través de la ley 27.208 el Plan Satelital Geoestacionario Argentino 2015-2035, que contemplaba la ampliación de la flota de dos a seis satélites, siendo el primero de esa lista el Arsat-3.
Sin embargo, en marzo de 2016 el entonces titular de Arsat, Rodrigo De Loredo, anunció la suspensión de su construcción. En diciembre de ese mismo año, De Loredo aseguró que habían tomado la decisión de avanzar con el Arsat-3, pero sin aportes del Tesoro y sin asistencia crediticia que le quite crédito a otros proyectos de infraestructura básica que tenía previsto llevar adelante el gobierno nacional. Anticipó que querían asociarnos con inversores privados u obtener recursos provenientes de endeudamiento a riesgo de la propia empresa.
En julio de 2017 se reveló que Arsat había firmado un pre-acuerdo con la empresa norteamericana Hughes, que opera una importante flota global de satélites, para crear una nueva empresa, controlada por Hughes con el 51% de las acciones, para fabricar Arsat-3 y brindar servicios de banda ancha satelital sobre el territorio nacional desde posiciones orbitales asignadas a la Argentina en banda Ka. Esa iniciativa recibió numerosos cuestionamientos y desde entonces no hubo más avances. (Tampoco parece haber mucho interés de Hughes, agregamos nosotros).
La suspensión definitiva de la construcción del Arsat-3 puso en riesgo la conservación de la posición orbital 81º Oeste en banda Ka. Por ese motivo, es que ahora la empresa Arsat decidió alquilar un satélite para reservar ese espacio.
“Arsat celebró un acuerdo con New Skies Satellites B.V. (SES) por el cual se acordó la reubicación del satélite Astra-1H en la Posición Orbital Estacionaria (POG) 81º L.O. Mediante nota que se adjunta como anexo I a la presente, SES informó que con fecha 29 de septiembre de 2018 finalizaron con éxito las maniobras de reubicación del satélite Astra-1H en la POG 81º L.O.”, afirma Raúl Martínez, vicepresidente de Arsat, en una nota enviada el 20 de diciembre del año pasado a la subsecretaría de Planeamiento de la jefatura de Gabinete en la que le solicita que le comunique la novedad a la UIT entre el 2 y el 4 de enero de 2019.
Página/12 accedió también a la orden de servicio que Arsat le presentó a New Skies Satellites B.V. (SES) donde se aclara que “el cliente pagará a SES una tarifa de servicio de 7 millones de euros”. El cronograma contempla un pago inicial de 1 millón de euros por la reserva del satélite y otro millón cuando el satélite arribe a la posición orbital acordada, lo cual se produjo a fines del año pasado. Los cinco millones restantes Arsat deberá abonarlos en 10 cuotas mensuales de 454.545,45 euros y una cuota final de 454.545,50 euros.
A cambio de los 7 millones de euros que desembolsará, recibe en alquiler un satélite lanzado al espacio en junio de 1999, con 15 años de vida útil que se cumplieron en 2014 y solamente dos transpondedores que operan en banda Ka, es decir, una capacidad muy limitada para brindar servicios en esa frecuencia.
No es la primera vez que el Estado Nacional firma un acuerdo con una multinacional para alquilar un satélite destinado a reservar una posición orbital. Mientras se construían el Arsat 1 y 2, los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner firmaron varios convenios de ese tipo con Intelsat y SES, pero en aquellas ocasiones había un plan satelital en marcha. Ahora, en cambio, se gana tiempo aunque no termina de quedar claro cuál es el plan, si es que lo hay».