Argentina, India y los átomos: 2da. parte

INVAP ensayando mejoras en un telemanipulador para “celdas calientes”. Foto de Roberto Pera

La 1° parte de este artículo puede leerse aquí.

No es del todo injustificada la paranoia nuclear que desarrolló EE.UU. a partir del 21 de mayo de 1974, cuando la India ensayó en forma subterránea su primera bomba nuclear, pero es insufrible. Impactó inmediatamente sobre el programa nuclear argentino. Y la presión no cesa.

Los países con armas atómicas (EEUU, Rusia, China, el Reino Unido, Francia, la India, Pakistán, Israel y Corea del Norte) «cocinan» 239 Pu (plutonio 239) en «production facilities», reactores nucleares bastante primitivos que garantizan un quemado a bajo grado. Son enteramente distintos de los reactores de investigación o de las centrales de potencia, pero si un país tiene suficiente ingeniería como para reactores y centrales, las «production facilities» le resultan fáciles de diseñar y construir. No así de ocultar.

Por eso, probablemente la mejor «política de Estado» que Argentina adoptó y mantuvo ya 68 años fue la de no producir armas atómicas.

Dado que la India tiene un programa nuclear militar que fue secreto hasta 1974, es obvio que entiende lo suyo de “hot cells”, los pequeños laboratorios radiológicamente blindados en los que se purifican y procesan materiales irradiados. Pero la Argentina nunca puso un centavo en bombas atómicas, no corre en ninguna carrera armamentista nuclear y además es un referente mundial en radioquímica orientada hacia la medicina y la industria desde 1953. Hechas las sumas y restas, no es imposible que hayamos podido adelantarlos un poco a los indios en diseño de manipuladores, “cajas de guantes” con blindaje de tungsteno, y en la formulación de radiofármacos bajo estándares GMP (Good Manufacturing Practices).

Eso es unir los isótopos a “carriers” como la deoxiglucosa, moléculas que los llevan por la sangre con selectividad o incluso total precisión hasta el tejido que debe ser analizado o destruido, según el caso. Y como proveedores del Cono Sur, sabemos lo nuestro de “packaging” y logística de radiofármacos, cómo blindarlos y distribuirlos sin afectar al personal de planta, a los transportistas, a los médicos o a los pacientes. No es “rocket science”, como dicen los gringos, pero desde 1967, cuando la CNEA construyó el RA-3 somos los primeros en haberse dedicado a esto en todo el subcontinente suramericano, y casi los únicos. 

Como se ve en la foto que encabeza la 1° parte de este artículo, el Bhabha Atomic Research Centre (BARC) de Delhi tiene una planta de radioisótopos para proveer a la medicina nuclear local, pero… son 1300 millones de habitantes, y el acceso de las mayorías a esta especialidad es ínfima. Una ampliación de capacidad instalada por parte de un proveedor confiable como INVAP ayuda algo, y probablemente la compra sea también un sombrerazo al embajador Rafael Grossi por tratar de darle a la India acceso al NSG (Nuclear Suppliers Group, un club muy cerrado de 20 países proveedores nucleares legales).

Ignoramos si hubo “efecto Grossi” en la decisión de la India de comprarle a CONUAR los tubos en “U” que forman la parte inferior de los generadores de vapor de una vieja central “CANDU-like” de la flota local. La India tiene suficiente ciencia de materiales para fabricar por su cuenta casi todos los tubos de una CANDU, que es ni más ni menos que una central hecha de todo tipo de caños de distintas “superaleaciones” de propiedades físicas extraordinarias, desde aceros extraños a otras de base de circonio, como el circaloy, o de níquel como el incoloy.

Pero los tubos en “U” de los generadores de vapor son de inconel 690, y hace un par de años la India compró una primera partida. El inconel 690 es una superaleación de cromo-níquel y algo de hierro, con dosis mínimas de carbono, silicio, manganeso, cobre y titanio. Es casi intratable. Su fabricación, maquinado y endurecimiento bajo normas y certificaciones internacionales es una pesadilla de pequeños detalles que nadie te enseña, y que el Centro Atómico Ezeiza de la CNEA fue descubriendo por prueba y error. En la fabricación, no hay ningún margen de error.

Esos flacos cañitos de los generadores de vapor deben soportar durante 30 años y sin corroerse o pincharse un flujo continuo de agua pesada a 130 atmósferas de presión interna, con un salto térmico de 330 a 270º C, más la agresión constante de las vibraciones y la radiación. FAE, sociedad mixta entre el grupo Pérez Companc y la CNEA (que ahora se unifica con CONUAR probablemente para reducir su plantel), tiene un horno especial al alto vacío y de más de 30 metros de largo para el endurecimiento de estas piezas. Increíblemente, los tubos -que no tienen costura- se formaron antes por extrusión, empujando un «tocho» (bloque sólido) del material a través de un molde. FAE parece ser el único proveedor probado y certificado en el Hemisferio Sur.

Los tubos en “U” de inconel 690 que llenan la carcaza de un generador de vapor, en la planta de IMPSA.

Por eso resulta llamativo que Macri no haya salido de Delhi con un pedido fuerte de caños de inconel 690. En realidad, las ventas suceden en discretos viajes de ejecutivos: no se generan en los «shows» diplomáticos como el que acaba de suceder. Pero no hay presidente de partido alguno que resista la tentación de dar la noticia, como si la hubiera generado él. Lo que hay que entender es que la India y Argentina, más allá de quién sea Primer Ministro o Presidente en uno y otro país, hace tiempo que se tienen en cuenta y lo raro es que durante medio siglo hayan interactuado tan poco.

La India tiene 2 viejas CANDU y 20 “CANDU-like” (copias locales de módulo chico, sin licencia canadiense), y piensa dotarse de 12 más (pero grandes, de 740 MW), de las cuales 6 ya están en obra. Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA) acaba de completar exitosamente el “retubado” de la CANDU cordobesa de Embalse, lo que la puso en capacidad de asesorar sobre la reconstrucción total de este tipo de plantas.

Pero en particular con esta aleación, el inconel 690, Argentina está también en capacidad de sustituir los generadores de vapor de la flota mundial de PWRs las centrales de uranio enriquecido y agua liviana que forman el grueso de la capacidad nucleoeléctrica mundial. Sumadas las PWRs y la BWRS (con «B» de Boiling), sobrepasan a las CANDU (que son PHWR, con «HW» por «Heavy Water») en proporción de 10 a 1.

En las PWR el generador de vapor es una de las piezas de más rápido envejecimiento en cualquier central nucleoeléctrica presurizada. Y “no se entera mucho” de si el núcleo tiene uranio enriquecido o natural. Tremendo mercado potencial, si hubiera voluntad exportadora…

Alrededor de 100 firmas argentinas organizadas por NA-SA participaron del retubado de Embalse y se equiparon con “fierros” y personal con capacitación nuclear para repetir la patriada con la construcción de Atucha III CANDU. Las mayores fueron CONUAR, FAE e IMPSA. Las dos primeras, echando gente, la última, en concurso de acreedores…

La devastadora sonrisa de Buda


Indira Ghandi y comitiva recorren el “pozo de subsidencia” del terreno de la base de Pokhran, bajo la cual explotó la primera bomba atómica de la India. Con ese artefacto de ellos, a nosotros también se nos hundió el piso.

Hasta 1974, la India y la Argentina tenían los programas atómicos más independientes y dinámicos del entonces llamado Tercer Mundo. Eso, pese a la distancia geográfica, comercial y cultural, los hizo interactuar de modos impensables. La decisión de Indira Ghandi de construir un arsenal nuclear fue terrible para la Argentina: era claro que pagarían justos por pecadores.

Como es de práctica en estos casos, en 1974 la India explicó angelicalmente que la explosión subterránea de “Smiling Buddha”, el Buda Sonriente, tenía fines pacíficos. Los pakistaníes y los EEUU entraron respectivamente en pánico y furia, y viceversa.

Desde entonces, de la noche a la mañana EEUU barrió con su política fundacional llamada “Átomos para la Paz”. Esta idea del presidente Dwight Eisenhower y su Secretario de Estado, John Foster Dulles, se podía traducir así: “No los vamos a jorobar salvo que sea evidente que están tras ‘la bomba’. Y menos aún si, como prueba de inocencia, nos compran tecnología a nosotros”.

En cambio, ante el inesperado giro armamentista de la India, Richard Nixon (con enorme ayuda soviética), empezó a acorralar a los países con desarrollos pacíficos incipientes e independientes. Y lo normal es que un país con voluntad de ir llegando a construir sus propias centrales de potencia use como primer combustible el uranio natural. Las primeras centrales francesas e inglesas eran de uranio natural, dado que todavía no tenían instalaciones de enriquecimiento, y ésas nadie te las vende. Los canadienses, dueños entonces de los más ricos yacimientos de uranio del mundo, y país históricamente minero, inventaron la central CANDU, el mejor diseño de la historia con uranio natural, para poder exportar sus existencias uraníferas. Ya con el primer prototipo entendieron que podían vender algo mucho mejor que naturaleza cruda: tecnología. Y empezaron a recibir pedidos de decenas de países deseosos de comprarle el «know-how» a un proveedor que no los obligara a depender de combustibles importados… ¿Cuántos quedan hoy de esos? Mirando en torno hoy, 45 años después de «Smiling Buddha», se puede decir que entre los EEUU y la hoy llamada Rusia casi no dejaron títere con cabeza… Cayeron hasta la mismos canadienses.

En el viejo marco legal creado por Eisenhower, la India y la Argentina éramos tolerados como “los orejanos” más inquebrantables entre muchos países chúcaros, decididos al uranio natural para no depender de enriquecido de los países del Atlántico Norte, de China o de la URSS. Depender de combustible importado es prestarse a sufrir aprietes diplomáticos.

Éramos los “outsiders” que no firmaban el TNP (Tratado de No Proliferación) y que le compraban centrales CANDU a AECL de Canadá, y en nuestro caso y como plan B, a KWU de Alemania Occidental, país que hizo malabares para tratar de entrar en el mercado nuclear argentino. Ninguna de ambas firmas (ninguno de ambos países) ponía el TNP como condición de venta. Se conformaban con hacerle aceptar al cliente el régimen de inspecciones y monitoreo habituales por parte de OIEA hasta 1974, que comprendía estrictamente lo comprado, o los sistemas que incluyeran algún componente o sumo salvaguardado, pero excluía de la vigilancia los «desarrollos nativos». Suena lógico porque es lógico. Por supuesto, sólo dentro de un mundo donde los estados-nación y las soberanías nacionales importan, y los países de desarrollo mediano tratan de industrializarse y desarrollar economías de la complejidad.

Evidentemente los indios lograron burlar ese esquema de salvaguardias. Para peor, sacaron subrepticiamente su plutonio 239 del reactor CIRUS, provisto por Canadá y EEUU. Cuando hicieron explotar “su Smiling Buddha”, el secreto era extremo: el total de ciudadanos de la India al tanto del asunto no pasaba de 60 personas. Los ministros del gabinete de Indira Ghandi (salvo el de Defensa), se enteraron de la explosión por los diarios. También el presidente Richard Nixon y su secretario de Estado Henry Kissinger. En la CIA habrán rodado cabezas…

EEUU declaró a los indios parias comerciales y diplomáticos, y obligó a Canadá a romper todos sus compromisos de venta en el Tercer Mundo, salvo que los clientes firmaran el TNP. Eso a la larga liquidó comercialmente a la AECL, un beneficio secundario: la firma le estaba robando mercado en las narices a los autodenominados “americanos” en el mundo poco industrializado, e incluso un cliente (Rumania) a la URSS.  

Si antes de 1974 te comprabas una CANDU era para tres cosas:

  • Ahorrarte una pieza carísima, el recipiente de presión, que requiere de una industria siderúrgica como no la tiene ni Canadá,
  • Fabricar tus propios combustibles sin tener que mendigar uranio enriquecido a los dueños de la pelota,
  • Poder cocinar desarrollos tecnológicos comerciales potencialmente competitivos, sin el timbrazo constante de espías de la CIA yanqui, el SIS británico, la DGSE francesa, la KGB soviética, del MSS chino y el Mossad israelí, que entran sin orden de allanamiento a los sitios bajo salvaguardia, bajo capote de inspectores del OIEA, y se llevan fotos, planos y especificaciones de todo lo que les parezca interesante.

El resto de la historia es conocido: en medio de la obra de Embalse, empezada en 1974, AECL fue obligada por EEUU a romper el contrato, ya que no pensábamos firmar el TNP. Para decir toda la verdad, AECL estaba también harta de cobrar mal y tarde: la CNEA posterior al “Rodrigazo” no tenía un cobre. Cuando se fueron los canadienses, la entonces llamada DCN (Dirección de Centrales Nucleares) de la CNEA tuvo que terminar Embalse por su cuenta, lo que retrasó 4 años la entrada en servicio. Como no hay mal que por bien no venga, desde 1984 estamos tan capacitados para construir una CANDU-6 como Canadá. Y es que comparada con la tecnología PWR, la CANDU es bastante más sencilla.

E impresionantamente segura. 47 centrales CANDU en Canadá, Argentina, la India, Pakistán, Corea, Rumania y China y 20 imitaciones indias sin licencia, en general operando desde los ’60, suman un historial de disponibilidad y seguridad considerable. Nunca un accidente mayor que una pérdida de refrigerante. Jamás un irradiado o un muerto por radiación.

Si el lector quiere una medición objetiva de la presión externa sobre nuestro desarrollo nuclear, desde 1987 la Argentina se volvió –contra viento y marea- el exportador más respetado de reactores de investigación. Lo que fabrican estas plantas es bastante sencillo: radioisótopos y cerebros. Están los que abastecen la medicina nuclear de todo un país o varios, como nuestro RA-3 en Ezeiza, y los que se usan para capacitar ingenieros, físicos, químicos y especialistas en materiales nucleares. Pero son un mercado chico.

Aún así, con todos los recursos humanos e industriales necesarios a mano desde 1984, ¡la Agentina jamás se atrevió a clonar Embalse y tener una flota de 4 o 5 unidades CANDU de 600 MW cada una! Las presiones siguen: en 2018, el entonces Ministro de Energía, Ing. Juan C. Aranguren, explicó que renunciábamos a una CANDU china de 740 MW «porque el país estaba demasiado endeudado». En realidad, la central se pagaba sola: financiacion del 75%, 20 años para pagarla al 4% anual de interés, con 8 años de gracia a partir de la entrada en operaciones…

En diciembre de 2018 Cancillería anunció que también renunciábamos a una PWR de uranio enriquecido, la Hwalong-1 de 1140 MW, ofrecida esta vez con una financiación del 100%. E hicimos esto no porque nos sobrara el gas o nos faltaran los apagones…

En fin, ése es el marco en que sucedió este viaje del presidente Macri a la India. No sorprende que en el casi único terreno en que podemos vender algo más “high tech” que soja y limones, la visita haya sido tan protocolar.

Daniel E. Arias