Lo vimos en el cine, con Morgan Freeman, en Impacto Profundo, y con Bruce Willis en Armagedón. Dentro de 3 años, lo veremos en la realidad, cuando por primera vez, la NASA va a tratar de desviar un asteroide que podría impactar contra la Tierra. La noticia apareció en varios medios, y nos preguntábamos si era para AgendAR, enfocado en los temas que hacen a las actividades productivas en la Argentina.
Decidimos que sí. Después de todo, es difícil producir después de la infrecuente pero posible caída de un asteroide lo bastante grande para provocar un «invierno global», como lo probó la extinción de los dinosaurios. Aún más difícil que con las actuales tasas de interés.
El asteroide es binario, formado por dos objetos de distinto tamaño que giran alrededor de un punto gravitatorio común, y se llama Dídymos. Es la palabra «mellizo” en griego, con acento en la primer sílaba. En su recorrido cósmico, esta especie de boleadora cósmica tiene previsto pasar considerablemente cerca de la Tierra, a unos 11 millones de kilómetros de distancia, en octubre de 2022 y luego en 2024.
La primera pieza de este objeto mide unos 780 metros de ancho y fue bautizada como Dídymos A, mientras que la segunda, Dídymos B, mide 160 metros. Dada la diferencia de masas, en la práctica la B es una minúscula luna del cuerpo A, y por ello quedó con el nombre de «Dídymoon» para el consorcio multinacional de agencias espaciales y universidades que ejecuta esta misión.
Las tareas están bien divididas: la parte europea se encarga de la observación geológica previa, la NASA quiere lanzar el Proyecto DART (Prueba de Redireccionamiento del Asteroide Doble). En 2022, la nave DART impactará en Didymos B, el asteroide pequeño en un intento de cambiar su órbita alrededor de su gemelo más grande, para probar la viabilidad de la desviación del asteroide.
El choque tiene que ser lo suficientemente fuerte para desviar su órbita alrededor de Dídymos A apenas unos 0,4 milímetros, pero sin que llegue a romper la ligadura gravitatoria de Dídymoon con su «gemelo mayor», y mucho menos destruirlo. Esto generaría una lluvia de pequeñas piedras de curso impredecible.
En suma, no se trata de salvar la Tierra, sino de un experimento seguro para ir aprendiendo el oficio de salvarla. Tarde o temprano tendremos que ejercerlo de verdad, tratando de desviar con la mayor antelación posible -años, si se puede- algún objeto cuya trayectoria tenga un futuro previsible de colisión contra nuestro planeta.
«Este no es el primer impacto de una nave espacial en un cuerpo planetario», aclara Patrick Michel, Director de Investigación del Observatorio de la Costa Azul de Francia. «La sonda Deep Impact de la NASA se estrelló contra el cometa Tempel 1 en 2005, pero no para tratar de desviarlo, sino para exponer material del subsuelo. El diámetro del cuerpo, seis kilómetros era demasiado grande. Pero ‘Dídymoon’ es lo suficientemente pequeño, y con una órbita de 12 horas adecuada para cambiar su período orbital de una manera mensurable».
Antes, durante y después del impacto, la misión Hera de la Agencia Espacial Europea (ESA), resulta considerablemente más compleja que la de la NASA. Involucra un satélite orbitador, del cual se desprenderá un «lander» que se apoyará en la superficie de Didymoon para «ecografiar» su estructura, y dos nanosatélites que, llegado el momento del impacto, tratarán de obtener «tomas» a distancia desde distintos ángulos. La agencia europea estudiará los asteroides Dídymos hasta 2026 para recopilar información clave imposible de adquirir desde la Tierra. Eso incluirá precisiones sobre la masa de Dídymos B, sus propiedades de superficie y la forma del cráter que deje la misión DART.
«Esto nos dará una buena estimación de la transferencia de impulso del impacto, y por lo tanto su eficiencia como técnica de desviación», explica el científico del proyecto Hera, Michael Küppers. «Estos son parámetros fundamentales para permitir la validación de los modelos de impacto numérico necesarios para diseñar futuras misiones de desviación.
«Comprenderemos mejor si esta técnica se puede usar incluso para asteroides más grandes, lo que nos dará la certeza de que podríamos proteger nuestro planeta de origen si es necesario».
Dídymos B es muy importante para tales pruebas, ya que se encuentra en la clase más peligrosa de asteroides cercanos a la Tierra debido a su tamaño: los cuerpos más grandes se pueden rastrear más fácilmente, los cuerpos más pequeños se queman o hacen daño limitado, mientras que un objeto del tamaño del binario Dídymos es difícil de detectar y lo suficientemente masivo como para atravesar la atmósfera terrestre y hacer impacto en la superficie.