Expoagro 2019 es una muestra de pujanza (Sus organizadores repiten, como todos los años, «de optimismo», pero no es tan así). Se afirma que se cerrarán negocios por más de 50 mil millones de pesos, pero, si se toma en cuenta la inflación, el récord no parece tan importante.
Es cierto que la presencia de miles de productores en la exposición son un indicio de cosecha récord. Pero, dice la periodista de Clarín Silvia Naishtat, en este año electoral, aflora un dilema que es parte de la naturaleza de los farmers argentinos. Aquellos que ya cubrieron sus gastos y tienen excedentes, ¿guardarán esa parte de la cosecha en el silo bolsa o la invertirán en maquinaria y más tecnología? Y en AgendAR agregamos que es necesario tener en cuenta un elemento más en el dilema: el precio del dólar.
Los productores rurales tienen que ser, ante todo, empresarios. Y sus insumos -fertilizantes, semillas, combustible, repuestos de las maquinarias- están dolarizados. Saben, como todos, que el gobierno se esfuerza desesperadamente en contener el valor del billete verde. La pregunta es ¿por cuánto tiempo?
Además, como la inflación siguen en todos los otros precios, el tipo de cambio, que hoy parece alto, o razonable, según los tipos de cosecha ¿cuánto tardará en parecer «atrasado»? Por eso en ese dilema hay una pregunta que debe ser anterior: ¿Vender, invertir, o guardar los granos en silo bolsas? Reproducimos el cuadro de situación de Expoagro ´19:
Después de la sacudida que significó la sequía del año pasado, muchos productores se han repuesto. Otros destinarán gran parte de esta campaña a pagar las pérdidas. Los economistas del Banco de Galicia calcularon esa pérdida en el equivalente al 2% del PBI.
“No tenemos una demanda extraordinaria”, dijeron en Ipesa, la líder en los silo bolsa. Allí saben que los productores hacen caja con el maíz y suelen guardar la soja. Por las dudas, lanzaron un silo bolsa de mayor diámetro y hasta 100 metros, una cuadra, de longitud. Son los más requeridos desde sus filiales en EE.UU y Brasil.
Alicia Ciciliani, ministra de Producción de Santa Fe, se ataja: “El campo es un sector dinámico que ha hecho todos los deberes, invierte si hay crédito”, apuntó. Y ese incentivo hoy hace falta. En Claas, una de las grandes de maquinaria agrícola, cuentan que hay crédito en tasa cero en dólares a los que nadie se anima. Y en el caso de los préstamos en pesos, la tasa llega a un aceptable 23%, una rebaja que se reparte entre los fabricantes de maquinaria y el propio banco. La cosechadora de Claas se ofrece a US$ 780.000.
Nicolás Marinzalda menciona que los salva la exportación de los cabezales para la cosecha de girasol que destinan a casi todo el mundo. De otra dimensión, Franco Fabril una empresa familiar de cabezales de la cordobesa Arias, padece el mismo problema. Distinto es el caso de Lindsay de enormes equipos de riego que importa desde EE.UU. y que tras la sequía del año pasado vio incrementar la demanda.
Para Martín Berardi, de Ternium, dedicada a aceros planos para galpones y maquinaria, entre otros usos, la cosecha récord se siente en una recuperación gradual de las ventas. Miguel Acevedo, presidente de la UIA, insistió que las tasas ahogan la actividad.
Hay empresas empeñadas en estimular como YPF que lanzó la ambiciosa división agro. Nicolás Winschel, un ex Monsanto, contó que están aprovechando sus 105 puntos de venta que llegan a 22.000 productores. Ofrecen canje de granos a los que pagan sobreprecio para combustibles, fertilizantes y agroquímicos. En esta muestra ya están cerrando contratos por 2 millones de toneladas que después exportarán. La otra novedad es el impulso que le están dando desde la petrolera estatal a los biocombustibles y a la unidad Y-Tec, la sociedad con el Conicet que ya creó un bio fungicida en soja.
Otras firmas como Biogénesis Bagó mencionan que los gastos en sanidad animal no bajan por ser indispensables para vender carne al mundo. Esteban Turic, CEO de la empresa, que es la única de América Latina que tiene y produce desde su planta en China unas 50 millones de dosis, dijo que ya están exportando desde su fábrica de la bonaerense Garin a Vietnam, Corea del Sur, Tailandia y Taiwán.
Y entre las novedades se destaca Indigo, con su corazón en Boston y considerada el primer unicornio del mundo dedicado a la tecnología para el campo. Indigo vale más de US$ 1.000 millones y su primera filial fuera de EE.UU. es la Argentina. La firma se dedica a identificar micororoganismos que son beneficiosos para el desarrollo y potenciar el rendimiento de los cultivos. Carlos Becco, su CEO en el país, ensayó un modelo acorde a estos tiempos en vez de vender la semilla, se asocia a los productores-clientes en función de los mayores rindes.