Científicos argentinos ‘fabrican’ mosquitos estériles para combatir el dengue

Equipo: Marianela García Alba, Mariana Marter Terrada, Brenda Allejes Redin y Carlos Leiva (foto: Marcelo Aballay)


En la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) un equipo de científicos argentinos desarrolla una técnica para combatir al mosquito Aedes aegypti. Que transmite enfermedades sin vacunas ni tratamientos específicos como dengue, zika y chikungunya. El aumento de su resistencia a insecticidas, lleva a buscar nuevas alternativas para controlar su creciente población: la “fabricación” de mosquitos machos estériles.

Si este procedimiento tiene el mismo éxito que se consiguió con la mosca de los frutos, una de las plagas de mayor importancia económica para la producción frutihortícola, será un gran paso, en este caso para la salud humana.

“La técnica del insecto estéril (TIE) propone esterilizar a través de radiación al insecto que se quiere controlar, en este caso los mosquitos machos. Así se biofabrican insectos en laboratorio a gran escala que luego se liberan en el campo donde copulan con las hembras pero no dejan descendencia, por lo que en sucesivas liberaciones se va disminuyendo la población de mosquitos”, explicó Mariana Malter Terrada, jefa de la División Aplicaciones Agronómicas del Centro Atómico Ezeiza de la CNEA.

Esta técnica se usa desde hace años en Argentina en la mosca de los frutos. En los mosquitos “la importancia que tiene no es agronómica sino sanitaria pero los principios de la metodología que se utilizan son los mismos”, indicó Malter Terrada, como para despejar dudas sobre la seguridad del uso de esta tecnología.

Por esa razón el Organismo Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas comenzó a promover el desarrollo de la TIE para los mosquitos.

El trabajo empezó en la CNEA hace cuatro años con la capacitación del personal y la creación del Laboratorio de Control de Mosquitos que ya cuenta con colonias de Aedes aegypti de Posadas, Ezeiza, Santa Fe y Chaco, como así también de países limítrofes como Uruguay y en corto plazo de Paraguay. Esto es importante, ya que se deben criar las colonias propias del lugar en donde después se hará la liberación.

Marianela García Alba, investigadora a cargo del laboratorio, explicó que allí se trabaja en dos grandes aspectos: la cría del mosquito y la radiación y dosimetría biológica, en la que prueban distintas dosis de irradiación y evalúan los resultados. Para esto último, se utilizan distintos parámetros, como la cantidad de mosquitos adultos que salen de las pupas irradiadas, cuántos de ellos pueden volar una vez irradiados, la esterilidad y al mismo tiempo la calidad del insecto para que sea capaz de competir con los machos de campo.

“El mosquito una vez irradiado no posee ningún tipo de diferencia con el resto, ni queda radiactivo. Es totalmente normal, es igual a cuando nos samos a sacar una placa”, aclaró.

Para el procedimiento en la CNEA utilizan la Planta de Irradiación Semiindustrial que posee fuentes de cobalto 60 que emiten radiación Gamma, aunque también para esta técnica pueden usarse equipos de rayos X de alta energía. Se opta por irradiar al macho ya que la hembra es la que puede transmitir dengue, zika o chikungunya al picar.

“Aunque se irradien –especificó la investigadora– esos mosquitos machos van a ser exactamente iguales al de campo, solo que su descendencia va a ser inviable. Si fueran hembras, al liberarlas van a ir a copular y a picar, y pueden producir el daño. En este caso, la hembra es la que pica y el macho no produce daño. Por ese motivo elegimos al sexo inerte.”

Luego de la irradiación, se realizan pruebas de competitividad entre los mosquitos de laboratorio y los salvajes dentro de jaulas para ir ajustando la dosis si fuera necesario.

El último paso será la liberación de los mosquitos de laboratorio en un sitio piloto donde se tomarán muestras con ovitrampas ubicadas en casas para observar si hay una disminución del número de huevos colocados, si no eclosionan y si se reduce la población en las sucesivas liberaciones.

“En mosca de los frutos, que es lo más estudiado, después de entre 15 y 20 liberaciones se puede ver una reducción de la población significativa, de alrededor del 40%”, afirmó García Alba.

Para la primera liberación, que será en 2020, ya hay seleccionados dos sitios, uno en la zona subtropical y otro en el área templada del país. Las colonias más avanzadas están en la etapa de pruebas de competitividad en jaulas ubicadas en el campos y luego se harán otros ensayos para definir la cantidad de insectos, la frecuencia con que se harán las liberaciones y cada cuántos metros.

Países como Brasil y México también han desarrollado esta técnica y ya empezaron a hacer liberaciones.

La biofabricación de mosquitos machos estériles se plantea como una alternativa para controlar la población de Aedes aegypti, vector del dengue, zika y chikungunya. En lo que va del año, según el último Boletín epidemiológico se notificaron en el país 380 casos de dengue (confirmados y probables) sin antecedente de viaje.

Sin embargo, este desarrollo no implicará abandonar la precaución de eliminar los criaderos de mosquitos. “Esta técnica no se aplica de manera aislada porque no es mágica. Se debe utilizar dentro de un control integrado del mosquito y seguir teniendo la colaboración de la población para hacer un descacharrado”, concluyó Malter Terrada.

Transferencia tecnológica

Si bien la aplicación en el mosquito Aedes aegypti de la técnica del insecto estéril a través de radiación será una novedad en el país, esta tecnología se utiliza en las provincias de las regiones de Cuyo y la Patagonia desde hace más de veinte años para el control de la mosca de los frutos con el objetivo de que no afecte los cultivos.

“Nosotros ya no trabajamos más en la parte de investigación y desarrollo de esa tecnología, ya está transferida y la usan directamente en las plantaciones en donde se hacen las liberaciones para controlar la plaga”, afirmó Mariana Malter Terrada, jefa de la División Aplicaciones Agronómicas del Centro Atómico Ezeiza de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

Una de los principales ventajas de esta técnica es la disminución del uso de insecticidas que afectan al ambiente y que favorecen el aumento de la resistencia de los insectos. “En Mendoza con esta técnica la aplicación de insecticidas se redujo un 97%; es decir, solo se usa un 3% de lo que se utilizaba hace veinte años”, informó la investigadora de la CNEA Marianela García Alba.

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