El aumento del precio del dólar está dando un mensaje

Queremos dejar claro que en AgendAR no consideramos que la módica escalada del precio del dólar -van 7 días consecutivos que crece, en incrementos pequeños- sea una catástrofe. Tampoco repetiremos la forzada tontería de algunos funcionarios de este gobierno «No nos preocupa«, pero, como ya lo hemos dicho, sólo es un síntoma. Otros síntomas, más graves, son la caída del consumo, el desempleo, las altísimas tasas de interés reales que hacen imposible la financiación de proyectos productivos y acercan a la quiebra a empresas endeudadas…

Ayer nomás nos permitíamos una ironía a costa del economista Miguel Bein, que dijo «Es más importante un dólar bajo control que una tasa baja«. Nosotros hacemos una evaluación opuesta -que las tasas reales altas son destructivas de la economía- pero, apuntamos, ahora no tenemos ninguna de las dos cosas.

Y ahí está el problema inmediato y amenazante. El gobierno actual se ha decidido, ya sea por prejuicios ideológicos, por los intereses de quienes apuestan a esas altísimas tasas de interés que el Estado está ofreciendo a quienes le prestan en pesos, o por el consejo de sus asesores electorales -ya no importa tanto el motivo, en realidad- a, por lo menos, dar la apariencia de que mantiene bajo control el precio del dólar en el corto plazo.

Y está fracasando en ese objetivo. Ese fracaso es titular en los medios financieros internacionales, que leen los inversores y los especuladores. También se dan cuenta -no son tontos- los productores rurales que aportan las únicas divisas genuinas que este esquema produce (los subsidios en Vaca Muerta más que compensan lo que se obtiene exportando el gas).

Se están vendiendo muchas toneladas de granos, es cierto, pero no serán más que las necesarias para cubrir lo que los «farmers» tienen que gastar ahora. Saben que tendrán que pagar por semillas, fertilizantes y combustibles a los precios de un dólar seguramente más caro, y no venderán más que lo imprescindible.

Dejemos de lado el ruido político (en la medida que sea posible en un año electoral). El gobierno seguirá repitiendo «déficit cero», mientras cae la recaudación y se fugan capitales (U$S 965 millones en febrero). Los economistas que lo apoyaron hasta hace poco insistirán en que hacen falta más recortes de gasto público y más «señales a los mercados». No porque crean que eso funcionará ahora; es sólo una forma de mantener su discurso para sus clientes y para el futuro.

El Fondo Monetario Internacional -el único prestamista que le queda al Estado argentino- tiene en sus estatutos una prohibición expresa de permitir que se usen sus fondos para enfrentar corridas cambiarias. Todos saben como terminan esas historias. Y la «línea» y los otros Directores se lo recordarán a Lagarde si lo hubiera olvidado.

No nos interesa dar un mensaje negativo. Es la realidad la que lo está dando. Y dice que el gobierno debe darse cuenta que sus políticas fundamentales no están funcionando y tiene que dar un golpe de timón. ¿Es posible, a 7 meses justos de las elecciones presidenciales?

Mirando con frialdad, tenemos que decir que lo vemos posible si resulta inevitable. Si continua está sucesión de malas noticias económicas -que representan una carga insoportable de sufrimiento humano, recordemos- el proyecto de la reelección de Mauricio Macri se revelará una fantasía, y se hará necesario concertar una política de emergencia entre todos los actores políticos y económicos de peso.

En ese momento, como ahora, hace falta tener presente una realidad obvia: el dólar no está subiendo. Es el peso argentino que cae.

A. B. F.