El presupuesto del CAREM. Su historia, y nuestro futuro

Estado de obra del CAREM al 27 de marzo de 2019


(Les avisamos: esta es una nota larga. Y escrita con pasión, además. Sucede que es una historia también larga, pero que todavía no terminó. Y que puede significar para la Argentina, lo que significó Embraer para Brasil. Por eso le sugerimos que, si no tienen tiempo ahora, la marquen para leer después).

En la distribución presupuestaria de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) apareció el número cero, es decir ni un peso, para su proyecto de bandera, la central compacta CAREM, diseñada para fabricarse en serie y exportarse de a decenas, como los aviones comerciales. ¿Un error burocrático o un globo de ensayo? Parece lo primero: el monto sería, al valor del dólar hoy jueves 12 antes de abrir los bancos, unos U$D 79 millones para 2019. El próximo lunes, no sabemos. La plata del fideicomiso está en pesos.

La denuncia llegó a AgendAR por un comunicado de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) de la CNEA, específicamente delegados del fideicomiso que administra la obra del prototipo del CAREM. Todo acusado será inocente hasta que se demuestre su culpabilidad, pero la carga de prueba se invierte con un gobierno con la trayectoria nuclear del actual. Desde 2016 a hoy canceló y cerró o dejó a borde del cierre todo lo que sigue:

  • La central nuclear CANDU de uranio natural Atucha III, demorada “por revisiones y renegociaciones” hasta que el entonces Ministro de Energía, ing. Juan J. Aranguren (toda una vida en la Shell), la canceló.
  • La llamada 5ta c.entral, una Hwalong-1 de uranio enriquecido, que debió iniciar obra en 2018, pero está demorada “por revisiones y renegociaciones” de la Secretaría de Energía, hoy a cargo del contador Gustavo Lopetegui, con millaje en aerolíneas extranjeras, supermercadismo, “think tanks” y lácteos. Tal vez inicie obras en 2022, tal vez no.
  • La Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) de Arroyito, Neuquén, la mayor del planeta, dejó de operar en 2017 cuando Aranguren ya cocinaba la cancelación de Atucha III. Las centrales de uranio natural, 47 CANDU, 22 imitaciones indias y 2 Atuchas en 7 países, sólo pueden usar agua pesada y somos –éramos- el fabricante más barato, amén de un usuario intensivo que ahora deberá importar, habiendo sido exportadores mundiales. De los 550 profesionales y técnicos a cargo de la PIAP, los últimos 300 cobraron este abril su último sueldo y se van. Al momento de inauguración (1994) la planta había costado U$ 1300 millones. Tiene miles de componentes valiosísimos. No tardará en volverse chatarra o ser “carancheada” por robo hormiga.
  • La cesantía de 250 expertos de la Unidad de Gestión de Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA), los mismos que acababan de terminar el retubamiento y repotenciación de la central CANDU cordobesa de Embalse, que hoy le permite operar otros 30 años más. Fogueda en este trabajo, la Unidad de Gestión iba a ser el núcleo duro de ingeniería y gestión de obra para construir nuestra segunda CANDU, Atucha III, junto a 130 firmas privadas argentinas.
  • Atrasos significativos en las dos obras estratégicas del Programa Nuclear: el reactor multipropósito y de fabricación de radioisótopos RA-10 (que ahora deberá importar agua pesada) y el citado CAREM.
  • Esta última obra, el CAREM, se detuvo en 2016, mientras Aranguren, catapultado al frente del Programa Nuclear, trataba de entenderlo más allá de lo que sabe todo cacique petrolero: 1000 MW nucleares evitan quemar 1600 millones de m3 de gas por año, ergo el átomo es el diablo. Acto seguido, El Mejor Ministro de Energía de la Shell dejó seguir la construcción, pero antes le quitó a NA-SA (por estatal) la obra civil y se la dio a TECHINT, que desde entonces viene haciendo ruidos de “si no hay más plata paramos todo”.

Lo dicho: la carga de prueba la tiene la Subsecretaría de Energía Nuclear, una repartición inventada en 2016 por la Secretaría de Energía. La última repartición le viene poniendo piedras en el riel al Programa Nuclear desde 1965, cuando el presidente Arturo Illia decidió que la CNEA construyera Atucha I, y no paró jamás.

Tanto lobby petrolero explica que con 59 años de historia nuclear y el frágil puesto de mejor exportador mundial de pequeños reactores multipropósito desde 2000, la porción atómica de la torta eléctrica argentina no sea el 75% como en Francia, o el 40% como en Suecia, o el 15% como en Argentina en 1988, sino el 5,4%. A la hidroelectricidad la Secretaría tampoco la trató bien. En sus años más dinámicos, el área nuclear, por ser estratégica, dependía directamente del Poder Ejecutivo. Hoy la administran petroleros. Resultados a la vista.

¿Presupuesto cero para el CAREM, señores? ¿Qué pasó? ¿Idiotez, maldad, ambas cosas? Digan algo. Publicaremos su respuesta.

Lo que pudimos averiguar

El liner, recubrimiento interno de acero que tapizará el edificio de hormigón ultradenso de contención.

La obra del CAREM no se paró tan brutalmente como en 2016, sino que avanza rengamente, con poca plata, muchas dificultades, recorte serial acumulado de presupuestos, que de todos modos la hiperinflación licúa en meses, amén de interferencias más directas de Aranguren, como la expulsión de NA-SA de la obra civil. Marche a cucha, el estado. A esto se le trató de adosar un argumento contable: NA-SA tenía contrato por administración, funcional cuando no todas las ingenierías de detalle o montaje están resueltas y hay que retocar sistemas en obra, y ponerse. TECHINT en cambio cobra por ajuste alzado: se determinan hitos, se paga si se alcanzan y la obra sigue.

Nuestras fuentes más confiables ruegan anonimato. La motosierra de cesantías que fue descuartizando el Programa Nuclear desde 2016 sigue con el motor prendido: todos temen por sus puestos, tanto si hablan como si no. Los diversos miembros de “Radiopasillo Atómico”, en adelante RA, en algunos casos gente enfrentada entre sí, aseguran casi unánimes que en 2019 habrá 3400 millones de pesos para el CAREM, aceptan que no están confirmados por escrito en ningún lado, y confiesan que por ahora siguen trabajando directa e indirectamente en la obra unas 1200 personas gracias a 600 millones de pesos que sobraron de 2018.

¿Sobrar plata en la obra más estratégica de la CNEA? En RA no saben por qué sobraron. ¿Algún previsor habrá observado que en 2019, año electoral, sería pésimo mostrar fotos de un predio abandonado? Respuestas: risas amargas, encogimientos de hombros, algún amigable “Arias y la puta que te parió”. Como sea, esos 600 millones de pesos providenciales no regresaron al estado a fines de 2018 porque al CAREM lo administra un fideicomiso. Eso sí, perdieron valor: en agosto de 2018 la divisa yanqui cotizaba entre casi $ 10 pesos menos. Un contador ahí. Ah, cierto, ya hay.

Y que se espera que llegue plata parece cierto, porque los contratistas grandes en la Argentina gratis no dan ni la hora, y este obra, rengamente y todo, avanza. Los “grossos” son TECHINT, obra civil; IMPSA, recipiente de presión; CONUAR, generadores de vapor y elementos combustibles; TECNA con el BOP o “resto de la planta”, es decir las instalaciones no nucleares como el edificio de turbinas.

En la obra específicamente nuclear, el búnker cilíndrico de hormigón ultradenso de la contención ya sobresale bastante del nivel del suelo, y los módulos del “liner”, el recubrimiento interno de acero a prueba de estallidos internos de vapor, se van soldando como pétalos. De montajes electromecánicos y otros equipos sofisticados, nada, están a licitar. El considerable recipiente de presión sigue soldándose rodaja a rodaja, como el casco de un submarino, en Mendoza, sede de IMPSA, empresa concursada. Hay movimiento, pero ni de lejos aquel hormiguero humano, aquel caos fanático y coreografiado que fue la terminación de Atucha II a partir de 2011.

El considerable recipiente de presión se sigue soldando, rodaja a rodaja, en IMPSA Mendoza.

El avance de obra total anda en el 52%, lo que no impresiona para un trabajo que RA insiste comenzó en 2014 y AgendAR retruca, terco, que en realidad fue en 2011. RA explica, paciente, que en 2011 lo único que se hizo fue cavar el pozo de los cimientos. AgendAR contesta, cortés, que luego la obra se atascó en rediseñar lo ya diseñado entre fines de los ’80 y 2006 por INVAP, cuando el CAREM no le interesaba a nadie en la CNEA. Esa réplica desata tsunamis de opinión y furia: el Programa Nuclear tiene un sistema propio de fallas geológicamente viejas y complejas, muy anterior a La Grieta política nacional. Esta tampoco mejora nada.

Todos coincidimos, diplomáticos, en que los prototipos, aquí y en todas partes, rara vez se construyen en 5 años, porque incluso en obras estandarizadas, con todo supuestamente abrochado en planos de detalle, persisten dudas de ingeniería que se terminan resolviendo en el montaje, y provocan atrasos “en cascada” en los cronogramas de obra más teutónicos, como el de Atucha I, aquí cerca y hace tiempo. Todos coincidimos en que el parate más escalofriante del CAREM sucedió en 2016, cuando se ignoraba si el malón liderado por aquel cacique hidrocarburífero, Aranguren, no degollaría de paso esta centralita, visto que iba a cargarse obras enormes como Atucha III, la PIAP y lo que pudiera.

Desoladoramente, la administración kirchnerista del Programa Nuclear, pese a ser decididamente profesional y “de la casa”, tampoco corría carreras contra el tiempo. Un error, porque desde 2000 el mundo nuclear se iba llenando de competidores y copiones del CAREM, desencantados de que las centrales, para competir contra el gas natural, tuvieran que ser tan grandes que era difícil terminarlas, y para ser seguras, tan endiabladamente llenas de defensas activas y pasivas en profundidad, siempre caras.

El CAREM fue propuesto ¡¡en 1984!! Leyó bien, hace 35 años para romper ese círculo vicioso. Sucedió en un congreso peruano. Un elenco chico de la Dirección de Centrales Nucleares de la CNEA lo presentó, tomando como base un ingenioso reactor naval alemán, el Otto Hahn, de 38 megavatios, subido al carguero homónimo que entre 1970 y 1972 logró navegar más de 460.000 km. sin recargar combustible, con sólo 22 kg. de uranio, transportando fosfatos fertilizantes, otras cargas a granel y alguno que otro pasajero.

El mundo olvidó aquel barco y su planta de potencia, pero el doktor professor Otto Hahn, premio Nobel de 1944 por haber descubierto la fisión del uranio y del torio, no. Y menos aún su discípulo Walter Seeman Eggebert, que vivió aquí y trabajó en la CNEA. Don Walter, pese a ser radioquímico, aquí le incendió la cabeza a más de un ingeniero nuclear. El CAREM es el resultado. Sí, se está tomando su tiempo.

Pero no hay tiempo. Alrededor del 2000, parte del mundillo nuclear mundial descubrió que el paradigma de “más grande, mejor” no era tan cierto en materia de núcleoelectricidad. Lo que pagaba, estaba visto, era la estandarización rabiosa, construir 58 reactores conceptualmente similares, como los de Électricité de France, de los cuales los 36 de 900 MW son literalmente clones, y por eso Francia es el país más nuclear del mundo y su electricidad la más barata de Europa. Puede decirse otro tanto de la Atomic Energy Commission of Canada, Ltd., o AECL, que construyó 47 reactores CANDU en 7 países (incluído el cordobés de Embalse), con 22 copias no autorizadas en India, todos más baratos aún que los franceses e incluso más seguros y disponibles.

A esta idea que sólo pudieron llevar al éxito una empresa francesa y otra canadiense (ambas estatales, ing. Aranguren) el CAREM le añadió dos ideas más: que las centrales estuvieran hechas de módulos relativamente chicos y de poca potencia, independientes entre sí, cuyos componentes pudieran ser fabricados en masa y llegar a destino en barco, tren o cambión, para ensamblarse en obra.

La otra idea-fuerza fue eliminar del diseño las partes más vulnerables de todo reactor de agua presurizada: los caños del primario y sus bombas. Los generadores de vapor se meterían dentro del recipiente de presión, en un diseño compacto y “caño-free”, y el agua refrigerante del primario se movería únicamente por convección natural, es decir, impulsada por las puras leyes de la física, que son mucho más irrompibles que los motores y álabes de las bombas y funcionan aún sin electricidad.

Mientras el país inventor de la nucleoelectricidad, EEUU, no logra venderse una central nuclear propia ni a sí mismo desde 1981, de puro complicadas y caras que se han vuelto, nuestro CAREM explota la paradoja de ser más seguro siendo más barato. Eso sí, para sumar 400 MW necesitará 4 módulos de 100, es decir cada uno el cuádruple de potente que el prototipo en construcción. Y no es imposible que algunos clones de este enano terminen encontrando destino en aplicaciones fuera de red: desalinizando agua de mar en islas o puertos desérticos, o dando potencia a “boomtowns” mineros situados en páramos donde el diablo perdió el poncho. En Argentina y en el mundo hay centenares de lugares así y en elos caben decenas de CAREM de distinto módulo.

Pero ya no es tan fácil porque no estamos solos. En 2000 ya había bastantes imitaciones del CAREM en EEUU y Corea, pero INVAP corría con la ventaja de haber diseñado y probado los elementos combustibles en un reactorcito de potencia cero construido exclusivamente para ello, el RA-8 de Pilcaniyeu, Río Negro.

Elemento combustible del CAREM 25, varios hexágonos concéntricos de tubos de circaloy llenos de pastillas de dióxido de uranio de bajo enriquecimiento.

Hoy, en cambio, tenemos a la competencia jadeándonos en la nuca. Hemos estado 35 años avivando giles, oh lectores, y el accidente de Fukushima en 2011 despertó en el mercado eléctrico hambre de seguro y barato pero “de base”, disponible 24×7 el 90% del año, no intermitente, como la luz solar, o intermitente y a la vez impredecible, como el viento. Por eso, aquel nicho antes “freak” de los Small Modular Reactors (SMRs) con “seguridad inherente” se perfila hoy como el más prometedor del mercado nucleoeléctrico. Si hasta el átomo yanqui está tratando de regresar al ruedo por esta puerta chica.

Peor aún, los estadounidenses se volvieron la principal amenaza (al menos externa). Con su diseño NuScale, un CAREM muy inteligentemente copiado, que consta de 12 módulos de 60 MW cada uno, capaces de juntar unos respetables 720 MW, la constructora estadounidense FLUOR juntó a 70 inversores, consiguió el licenciamiento preliminar de la Nuclear Regulatory Agency (NRG), gestionó lugar en las estepas del Idaho National Laboratory y aunque todavía en materia de obra no cavó un pozo ni puso un cartel, ya tiene una “utility” que firmó la compra de toda la electricidad producida: es una cooperativa de municipalidades del estado de Utah.

Es más, la revista Forbes ya está haciéndole márketing al NuScale, aunque no exista fuera de planos: se lo quiere vender a Puerto Rico como “central a prueba de cambio climático”, es decir capaz de resistir huracanes de categoría F5 como el María, que dejó sin electricidad a la isla hace dos años ya, y continúa.

Sin embargo, para que el NuScale exista, todavía debe convencer al NRG, que no otorgó la licencia definitiva, de que para bajar aún mas los costos operativos alcanza con 2 operadores por turno para atender 12 módulos nucleares. Para FLUOR, es cosa de darles mucho soporte informático para que cada unidad se autogestione y no sobrecargue a los humanos de información, pobre gente. La contestación del NRG podría ser “Bullshit!”.

Idaho National Laboratory, donde estará el prototipo del NuScale.

Sucede que la NRG es el equivalente nuclear de la Federal Aviation Authority (FAA) en aeronavegación. Hubo una seguidilla de accidentes fatales que tal vez hayan terminado con la promisoria carrera del Boeing 737 MAX, un avión tan robotizado que su parche informático MCAS podía decidir que lo moral y técnicamente correcto era clavarse en picada de 70º contra el suelo, aunque la tripulación opinara distinto y luchara desesperada.

Ese parche fue autorizado por la FAA, que también dio visto bueno a que la existencia del MCAS no fuera comunicada por Boeing a los pilotos de las aerolíneas compradoras “para no sobrecargarlos de información” (sic). En un gobierno distinto del de Donald Trump, las jefaturas de la FAA y Boeing habrían recibido orden de “sepukku” patriótico. Pero aún en la permisividad trumpiana, hoy es difícil que la NRG autorice una central nuclear tan robótica, autodirigida y destripada de gente. Bueno, negociarán cuántos operadores van por turno: son gringos prácticos.

¿Entonces qué es esto del presupuesto cero para el CAREM durante 2019? ¿Error de un idiota u tal vez otra idiotez menos inocente? La obra sigue, tercamente y como puede. El CAREM, tan demorado e intercurrido, quizás llegue antes a su primera criticidad que el NuScale, tal vez no. Para eso sólo tiene que sobrevivir a este gobierno y tal vez al que lo siga, si es igualmente…… (llene los espacios en blanco con su pesadilla o epíteto predilectos).

El resto es márketing, mostrarlo y buscar socios. Cuando esté funcionando, sugiero traer a verlo al gobernador de Puerto Rico, si todavía su isla sigue a oscuras. Hablamos el mismo idioma, y el tango en Idaho apesta.

Daniel E. Arias