Camino hacia la gran crisis

(Este fin de semana el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, en Chile, elogió al presidente Macri: «Está haciendo el trabajo duro de intentar reformar la economía» y celebró que Argentina haya vuelto a los mercados globales de crédito por primera vez en 15 años. El n°2 del FMI, David Lipton, reiteró el apoyo al plan de estabilización económica del Gobierno. Y aquí en Buenos Aires, el diario Ámbito, hasta hace poco moderadamente oficialista publica este durísimo diagnóstico de Santiago Fraschina, director de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de Avellaneda e integrante de EPPA.

El de Fraschina no es, por cierto, el primero en señalar las inconsistencias del esquema actual. Pero nos parece interesante que previsiones tan distintas se expresen prácticamente al mismo tiempo).

«La economía argentina se encuentra profundizando los desequilibrios macroeconómicos y en un camino que terminará indefectiblemente en una mega crisis. Lo particular de esta situación es que el proceso está ocurriendo a una velocidad acelerada y los plazos parecen acortarse a medida que transcurren los meses. Si la crisis cambiaria del 2018, tras la fuerte devaluación de la moneda nacional, tardó dos años en gestarse, la crisis que se aproxima se encuentra madurando con mayor premura. En apenas 6 meses, desde que se puso en marcha la nueva estrategia monetaria del Banco Central, avalada por el Fondo Monetario, ya se acumularon los desequilibrios necesarios para el estallido de un nuevo desplome de la economía interna. Pero esta vez de magnitudes mayores.

Los movimientos del dólar de las últimas semanas, que implicaron un aumento del precio de la divisa del 12% en un mes, no responden únicamente a las condiciones de la economía mundial. Efectivamente, la guerra comercial sino-estadounidense, el fortalecimiento del dólar y la desaceleración del crecimiento económico mundial, son un escollo para la estabilidad de los países emergentes. De la misma forma que con la crisis económica del año pasado, estos movimientos mundiales (shocks externos como se los suele denominar), afectan a la economía argentina de manera aguda por el deterioro de las propias condiciones macro-financieras domésticas.

Con el fuerte efecto que tuvo la devaluación del año pasado sobre los precios relativos, parte de dichos desequilibrios se habían reducido: como por ejemplo, el rojo de la balanza comercial o el stock de Lebacs. No obstante, en tiempo record la política económica ha vuelto a poner a la actual coyuntura en una posición similar o peor a la de abril del año pasado, mes en el cual arrancó la corrida que llevó el dólar a 40 pesos.

Desde septiembre, el Banco Central cambió el fallido esquema de metas de inflación para abrazar uno de agregados monetarios. Una singularidad en relación a las prácticas de la mayoría de los bancos centrales de otros países. Tras el acuerdo con el Fondo, la base monetaria crecerá 0% y aparecen las Leliqs como el instrumento que permitiría secar la plaza de pesos para conseguir tal objetivo. Pero si las Lebacs vencían en plazos que iban desde los 35 hasta los 252 días, las Leliqs poseen un vencimiento mucho más exiguo (apenas 7 días). Esto le da mayor versatilidad al sistema financiero al momento de elegir entre ahorrar en pesos o en dólares, pero constituye un factor de presión constante para el mercado cambiario.

Por otro lado, la política de creación cero de base monetaria implica una tasa de interés altísima para secar la plaza. La contrapartida es un crecimiento del stock de Leliqs a un ritmo estrepitoso. Es así que ya alcanzaron un monto consolidado de más de $ 900 mil millones, es decir, el 70% de la base monetaria. Asimismo, debido a que reportan elevados intereses, el crecimiento de dicho stock se asimila a la conformación de una “bola de nieve”. Con lo cual, luego del desarme de Lebacs, que costó entre otras cosas la devaluación del 100% y la actual recesión económica, el nuevo instrumento se está convirtiendo en el renovado foco de tensión e inestabilidad.

Pero a diferencia del año pasado, las condiciones económicas y sociales ya parten de una situación de franco deterioro. Debido a ello, los problemas actuales no se acaban simplemente con las Leliqs, sino que también está la inflación que no cede, la recesión que no encuentra piso y la erosión de los indicadores de solvencia de la deuda pública argentina que afectan las condiciones de financiamiento privado externo del país. Si a esto se le suma la incertidumbre del período electoral y de las condiciones de acceso al financiamiento en moneda extranjera del año que viene, el horizonte se presenta oscuro.

En resumen, la actual crisis argentina se convierte en un nuevo caso de refutación de los principios de economía (neo)liberales. Dólar subiendo a pesar de las tasas altas y aceleración inflacionaria a pesar de una base monetaria que crece cero y de un brutal ajuste del gasto público en términos reales. Pero además, con esta política fiscal y monetaria contractiva, es de esperarse una marcada contracción del PBI, con una baja de los ingresos reales de los hogares y de las ventas en el mercado interno.

En este escenario, la única estrategia que presenta el oficialismo para evitar que el dólar no se le escape aún más y así mantener ciertas chances electorales (además del torniquete monetario), es conseguir más dólares del Fondo para intervenir en el mercado cambiario. Es así que el FMI autorizó a liquidar u$s 9.600 millones a razón de u$s 60 millones por día a partir del 15 de abril. Una cifra pequeña si se la compara con las ventas de dólares que ha hecho el Central en intentos de contener corridas anteriores.

Los dólares de la cosecha no serán una garantía, habida cuenta del recelo que tendrán los exportadores a la hora de liquidar las divisas, teniendo en cuenta sobre todo las expectativas de devaluación de los mercados y la extensión del plazo máximo a partir del cual están obligados a liquidar (10 años). En definitiva, resulta racional que el agro estire su liquidación para obtener una ganancia mayor una vez que el Gobierno vuelva a permitir una escalada del tipo de cambio.

El BCRA le garantizó a los bancos una tasa mínima de Leliqs del 62,5% durante abril. Otra de las últimas medidas del Central fue la de elevar desde el 65% al 100% el porcentaje de depósitos que los bancos puedan colocar en Leliqs. Con lo cual, todo el dinero depositado puede ahora ser invertido en dichas letras.

Es aquí donde surgen especulaciones acerca de la factibilidad de algunos escenarios y de medidas a tomar por el Gobierno. Por un lado, algunos analistas se preguntan acerca de la posibilidad de un canje compulsivo de bonos con los bancos, como lo fue el Plan Bonex en el 89, como forma de mejorar el perfil de la deuda de corto plazo del Central. Por el otro, en caso que continúe el crecimiento de las Leliqs, la bola de nieve irá creciendo hasta tornarse un factor de puja permanente sobre el tipo de cambio. En este sentido, en algún punto del proceso podría darse un desarme tanto de Leliqs como de plazos fijos para comprar dólares (tal y como ocurrió en el mes de marzo cuando $ 66 mil millones en plazos fijos salieron del sistema financiero). El sólo hecho de que exista esta posibilidad, hace crecer la expectativa de devaluación, y con ella, la tasa de interés necesaria para otorgar una ganancia especulativa en dólares positiva.

Mientras la inflación no cesa sin importar cuantos pesos se saquen de la economía. Es una evidencia más de que la inflación actual tiende a relacionarse con los costos (por los aumentos tarifarios), la altísima tasa de interés y la suba del dólar.

Como se puede advertir, la renovación de los desequilibrios de la economía argentina es un problema que lejos de estar resolviéndose se agrava, y de ahí la volatilidad del tipo de cambio. El deterioro de las condiciones macro-financieras hace que la incertidumbre vuelva a crecer y que aparezcan todo tipo de especulaciones acerca de la salida a la crisis actual. Mientras, los intereses de la deuda pesan sobre el gasto público y la convergencia hacia el equilibrio fiscal se vuelve penosa. El Gobierno se enfrenta a dos escenarios, igual de problemáticos: continuar con la bola de las Leliqs puede desencadenar en una espiralización de precios (ya que las mismas son emisión futura de dinero que pueden ir al dólar, y si este sube abruptamente, a precios). Por su parte, el desarme de las Leliqs implica la explosión de la bomba en un período electoral (cuestión que se percibe como poco factible). Por lo cual, la economía argentina solo se encuentra alargando su agonía, con una mega crisis que se aproxima».

VIAÁmbito