Joven y nuevo. Así será el nuevo presidente de Ucrania, el actor cómico Volodimir Zelenski, de 41 años, quien según las encuestas a pie de urna ayer desbancó con contundencia a Petró Poroshenko, de 53, actual presidente, representante de la vieja política que en cinco años no ha podido solucionar los graves problemas a los que se enfrenta este país de 42 millones de habitantes.
Según los primeros resultados oficiales, con el 25% de los votos escrutados, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales ucranianas Zelenski obtuvo más de un 73% de los sufragios, mientras que su rival no lograba alcanzar ni el 25%.
«No le arriendo la ganancia”, dijo el anterior presidente ucraniano Leonid Kuchma durante la jornada electoral. El motivo es que el nuevo jefe del Estado recibe una herencia nada envidiable: una guerra en el este del país que en cinco años ha costado más de 13.000 muertos y una situación económica desastrosa.
Con la votación de ayer terminaron meses de pelea electoral sucia desde que Zelenski anunció el 31 de diciembre que cambiaba la escena de la comedia por la escena más seria de la política. Poroshenko reconoció su derrota sin esperar a los resultados oficiales y felicitó al ganador. Los datos de las encuestas a pie de urna son suficientes, dijo. “Son evidentes y me dan todos los motivos para llamar a mi adversario y felicitarle”, explicó el presidente saliente.
Petró Poroshenko había ganado las elecciones presidenciales de 2014. Tras la revolución prooccidental del Maidán y la caída del ex presidente prorruso Víktor Yanukóvich, tras la pérdida de la península de Crimea y el inicio de la guerra, los ucranianos creyeron que un empresario que había triunfado en los negocios y uno de los hombres más ricos del país, era la mejor opción para sacar al país de la crisis. Entonces, ni siquiera fue necesaria una segunda vuelta.
Esta vez la situación era distinta. Poroshenko fracasó en la lucha contra la corrupción, la solución a la guerra que se esbozó en los acuerdos de Minsk está parada y ni qué decir de la promesa vacía de retornar Crimea, una posibilidad que Rusia considera fuera de cuestión. De hecho, quedó cerrada y blindada en marzo de 2014, cuando el presidente ruso Putin firmó la incorporación de la República de Crimea y de la ciudad autónoma de Sebastopol al organigrama político de la Federación Rusa.
La ex primera ministra Yulia Timoshenko aparecía como alternativa a Poroshenko. Pero ella también forma parte de la elite política-empresarial que, desde el campo prorruso o desde el campo prooccidental, ha estado durante años al frente de Ucrania. La irrupción de Zelensko lo ha cambiado todo. Cansados, los ucranianos han elegido lo nuevo, lo desconocido, con la esperanza de que los problemas que después de cinco años siguen abiertos se solucionen.
“¡No os dejaré caer jamás!”, prometía a sus seguidores el presidente electo, en medio de una lluvia de papelitos. Y luego, dirigiéndose a los otros países ex soviéticos: “¡Miradnos! ¡Todo es posible!”
En la primera vuelta Zelenski superó el 30% de los votos, mientras que ninguno de la vieja guardia llegaba al 16%. Terminado el primer asalto, las encuestas ya empezaron a pronosticar que la victoria de ayer sería de escándalo. Como el personaje que interpreta en la comedia de situación Sirviente del pueblo, se ha centrado en criticar la corrupción, subiéndose así a la ola de descontento con la elite política ucraniana.
En asuntos fundamentales, Poroshenko y Zelenski están de acuerdo. Por ejemplo, en seguir el camino de acercamiento a la Unión Europea y la OTAN que marcó la revolución del Maidán. Con Poroshenko ni estos asuntos han avanzado ni los problemas se han solucionado. Los ucranianos han decidido apostar a lo nuevo.