Hemos resumido esta detallada crónica de Rafael Mathus Ruiz, de La Nación. Y señalamos las consecuencias de lo que relata:
WASHINGTON.- Tras los últimos azotes de los mercados a la Argentina, el Fondo Monetario Internacional respaldó un nuevo cambio en la política del Banco Central, que ahora gozará de libertad para intervenir en el mercado cambiario y controlar la volatilidad del dólar, una preocupación del oficialismo que devino en el principal objetivo de política económica del Gobierno para este año.
Es el quinto cambio que sufre la política monetaria y cambiaria acordada con -impuesta por- el Fondo. Hace apenas unas semanas, el director del Hemisferio Occidental del FMI, Alejandro Werner, y el jefe de misión para la Argentina, Roberto Cardarelli, defendieron el esquema de bandas y abogaron por mantener las reglas. Igual, dejaron la puerta abierta a cambios, al afirmar que sería «irresponsable» descartar modificaciones.
Es que en la Casa Rosada ven a los saltos del dólar como una de las principales amenazas para el proyecto de reelección del presidente Macri, quien, junto al aval para controlar el valor de la divisa, obtuvo también un otro claro apoyo por parte del organismo multilateral de crédito que dirige Christine Lagarde.
«El Banco Central de la Argentina introdujo importantes medidas para abordar la reciente volatilidad del mercado financiero y del tipo de cambio. Apoyamos estas medidas, que están adecuadamente calibradas para los desafíos que enfrenta la Argentina«, dijo el director de Comunicaciones del Fondo, Gerry Rice, en un mensaje difundido en Twitter.
Ya ha sido dicho por otros «tuiteros», estos argentinos, que el FMI ha respaldado a Macri y su reelección con mayor firmeza que los empresarios y algunos medios oficialistas, que la semana pasada promovían la candidatura de María Eugenia Vidal.
Ese tweet de Rice llegó unos minutos después del anuncio del Banco Central sobre la venta de dólares para controlar el precio de la divisa. Las intervenciones «dependerán de la dinámica del mercado», indicó el Central en un comunicado, un margen de discrecionalidad que era buscado por la Casa Rosada para poder planchar al dólar durante la campaña presidencial.
Esta nueva política del Banco Central significa, como AgendAR señaló de inmediato, el acta de defunción de la llamada «zona de no intervención» dentro de las bandas cambiarias vigentes.
Vale la pena hacer la historia de la breve y cambiante relación del acuerdo con el FMI que buscó Macri hace menos de un año: El staff del Fondo siempre abogó por un esquema de tipo de cambio flexible. Se supone que deben evitar que sus préstamos se utilicen para enfrentar una eventual fuga de capitales, o para alentar la especulación financiera. Además, en el Fondo creen que se pierde al intentar torcerle el brazo al mercado en una corrida (y en eso tienen razón).
Algo de eso se vio ya en 2018, cuando una parte de los primeros 15.000 millones de dólares que recibió el Banco Central se fueron durante la breve gestión de Luis Caputo, criticada públicamente por Lagarde, antes de que el dólar llegara a $40. O aún antes, con el «muro» de 5000 millones de dólares de Federico Sturzennegger. En octubre último, el informe del staff del Fondo dijo que el Central carecía de «un objetivo claro» para el dólar, y eso provocó «una pérdida excesiva de reservas e hizo poco para abordar las condiciones desordenadas del mercado».
La Carta de Intención que se envió al Directorio del Fondo el 25 de marzo, el mes pasado!, firmada por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, datada, reafirmaba el compromiso con el tipo de cambio flotante. «Seguimos comprometidos con un tipo de cambio flotante, donde el nivel del peso estará determinado por las fuerzas del mercado, sin intervención del Banco Central», indicaba. Esa promesa, hoy, ya quedó en el pasado.
Al final, las necesidades electorales del oficialismo y el riesgo que la volatilidad financiera terminara por llevarse puesto todo el programa de estabilización con el Fondo terminaron por imponerse a los manuales del staff. Los cambios se pulieron hasta horas antes del anuncio. Una vez difundidos, Cardarelli y David Lipton, número dos del organismo, informaron al Directorio Ejecutivo sobre la «recalibración» de la política cambiaria, algo frecuente cuando se hacen modificaciones en un programa como el argentino. «La Argentina está enfrentando una situación desafiante en los mercados financieros», dijo Lipton, luego, en un comunicado. Con su aval, el Fondo también brindó otra señal de flexibilidad en el manejo del programa más grande de su historia. Pero hubo quienes vieron también un nuevo y contundente respaldo a Macri.
El presidente de Estados Unidos, Trump, ya había brindado un espaldarazo decisivo para que el Gobierno obtuviera el rescate del organismo el año pasado. Ahora la imagen, aquí y en el extranjero, es que en el FMI hicieron una fuerte apuesta a la capacidad de este gobierno para cumplir, y ahora deben seguirla. No tienen otra opción más que apoyar a Macri.
Los motivos ulteriores del apoyo, ya no importan mucho. Cualquier gobierno argentino deberá renegociar los términos del acuerdo con el FMI, simplemente porque no es posible pagar los vencimientos del 2020. Pero ese gobierno tendrá un argumento poderoso en las negociaciones con el Fondo. No por casualidad, el mismo que se usó en la renegociación del 2003 al 2005: ustedes apoyaron una política irresponsable, y deben cargar con parte de las consecuencias.