Las plataformas digitales y el trabajo precario

La llamada «economía de las plataformas» está cambiando en forma acelerada la naturaleza del trabajo para más y más personas, en la Argentina y en el mundo. Tiene muy poco que ver con la clase obrera que estudiaba Marx en la Inglaterra de la Revolución Industrial, y tampoco con los sindicatos por rama de la producción que se fortalecen en nuestro país con la irrupción del peronismo. ¿Se viene la «patria cuentapropista»?

El último relevamiento del Observatorio Social de la UCA (Universidad Católica Argentina) refleja parcialmente el ascenso de la llamada “uberización”, por Uber, la empresa que se ha convertido en todo el globo en el símbolo de esta nueva forma de trabajo.

Catalogados como “subempleos inestables” (changas o trabajos temporarios), en la actualidad representan el 18,6% de la población económicamente activa. “En esta categorización hay varias dimensiones: si participan del sistema de seguridad social, si hacen los aportes y si tienen un trabajo continuo”, comenta Eduardo Donza, investigador de la UCA y autor del informe. Sin embargo, el experto remarca que hay rasgos comunes: “Son empleos intermitentes, de extensión corta y de baja retribución”.

Algunos casos del «ejército de monotributistas»:

Jimmy Pacheco tiene 33 años, llegó a la Argentina hace 2 junto a su esposa y su hijo como parte de la diáspora venezolana. Al no conseguir un empleo formal, decidió alquilar un auto ($1.000 diarios) y pasó a formar parte de la legión de Uber. “Trabajo 10 horas diarias y me quedan limpios entre $800 y $1.000. No me queda otra”, dice con resignación. Casi sin pausa, agrega que hoy cumple con todas las exigencias de la empresa para poder operar: monotributo al día, licencia de conducir profesional y seguro del auto.

Jimmy es apenas uno de los 22.000 automovilistas cuyo único ingreso es Uber. Distinto es el caso de Martín, un director de cine que por las mañanas trabaja en una fundación y que le dedica 4 horas diarias por la tarde a transportar pasajeros, todos usuarios de Uber. “La verdad es que me rinde. Recaudo unos $1.000 diarios, descontados el pago de combustible y el porcentaje de la compañía”, destacó.

Las condiciones de Martín son completamente diferentes a las de Jimmy. Tiene auto propio, un Renault Sandero modelo 2018, es soltero y complementa los ingresos de Uber con los de un trabajo formal. También cumple con los requisitos para ser conductor eventual, le alcanza para cubrir todos sus gastos y se siente satisfecho por los resultados. Las realidades de uno y otro, Martín y Jimmy, coinciden en un punto: ambos integran el nuevo ejército de cuentapropistas de la llamada “uberización”.

Para Uber ambos son “socios conductores”, y les cobra el 25% del monto total de los viajes. En la AFIP piensan distinto. En el ente recaudador sostienen que muchos de esos monotributistas son empleados encubiertos . “El pago de monotributo no elimina necesariamente la relación de dependencia ni exime a la empresa de hacer los aportes correspondientes”, explica un experto en temas tributarios de la AFIP.

Pero Uber es sólo una de las empresas que operan con esa modalidad de contratos, como Rappi, PedidosYa, Glovo,…

María también es venezolana. Esta estudiante de medicina, de 21 años, dedica 4 horas diarias a repartir pedidos en bicicleta para Rappi. “Por cada uno cobro entre $40 y $50, según la hora y recaudo entre $300 y $500 al día”, señaló al ser consultada por este diario. Apostada en la esquina de Monroe y Triunvirato junto a un nutrido pelotón de colegas de PedidosYa, Glovo y Rappi, la joven explica que realiza esa tarea hace dos meses. “Me dieron un curso de capacitación y pagué $500 por la mochila. La compra del casco es opcional”, dijo.

En esa misma esquina, en el barrio porteño de Villa Urquiza, se concentran decenas de ciclistas y motoqueros de las plataformas de delivery. Al igual que con Uber, los resultados varían según la categoría del rodado. Un caso ilustrativo es el de Agustín, que empezó a trabajar para Glovo en diciembre y saltó de la bici a una modesta scooter, “que pagué al contado con mis ahorros”, relata.

Agustín tiene 33 años y es otro inmigrante venezolano. Alquila un departamento en la localidad bonaerense de Caseros y es un ingeniero industrial. “Busqué trabajo en una empresa formal, sin suerte, por lo cual terminé en esto”, explica, sin dejar de mirar el celular ni un momento.

“La diferencia entre la bicicleta y la moto -subraya- es abismal. Trabajo entre 10 y 11 horas por día y la moto me permite realizar más viajes sin tanto esfuerzo físico. Pensá que antes hacía la misma cantidad de horas en bicicleta y si bien nunca tuve problemas de salud, era cansador”.

Sobre las condiciones de la empresa para operar con la plataforma, Agustín coincide con el resto: “Me entregaron un kit completo (una mochila y un cargador portátil para el celular) por $800”, señaló. También cumple con la exigencia de estar inscripto en el monotributo y asegura que obtiene entre $150 y $170 por hora.

Desde la AFIP trabajan en una nueva resolución para establecer claramente qué tipo de relación tienen los repartidores y conductores con las plataformas tecnológicas. Como parte interesada, las compañías machacan en que son personal autónomo y que facturan por medio sus aplicaciones. Otros sostienen que son trabajadores precarizados y que no gozan de los beneficios de un empleo formal: vacaciones, aguinaldo, cobertura social, ART y futura jubilación.

Para cubrirse, Uber asegura que al iniciar un viaje se dispara un seguro tanto para el conductor como el pasajero. Jimmy y Martín, los dos choferes consultados por el periodista Damián Kantor de Clarín, dijeron que no tenían idea del tema. “Nunca me avisaron”, dijeron los dos.

VIAClarín