Las relaciones entre EE.UU. y China están llegando a un nivel de tensión creciente, con la entrada en vigor de nuevos aranceles y las sanciones que Washington impuso a Beijing por la compra de armamento ruso. Detrás de estas fricciones, está la pugna entre ambas potencias por la supremacía tecnológica.
Compartimos las reflexiones de Gustavo Girado, profesor y director de la especialización en Estudios de China Contemporánea de la Universidad Nacional de Lanús:
«Lo que está sucediendo a nivel comercial no es la cuestión importante, ni es lo que hace a la pelea entre ambas economías tan grandes. Hay una disputa hegemónica por espacios de poder en una serie de segmentos tecnológicos de mucho valor».
El experto recordó que la suba de aranceles «no es un episodio novedoso en el estricto terreno de la cuestión comercial», con antecedentes al menos desde 2009. Pero desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y en la campaña previa «hay un claro desafío» en las relaciones comerciales.
A poco de su asunción, el mandatario no solo anunció la salida del Acuerdo Transpacífico, sino además el aumento de los aranceles a las mercaderías provenientes de China. En ese sentido, el presidente de EEUU «viene cumpliendo bastante a rajatabla sus promesas electorales».
El impulso que Pekín ha dado a la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías «está llevando a Trump a decir que hay robo de propiedad intelectual», particularmente a partir de la instalación de empresas transnacionales del ramo en el gigante asiático. Las compañías ven allí «la mejor oportunidad para crecer».
Por primera vez en décadas, hay una disputa por parte de la República Popular China de hegemonía en algunos sectores en los cuales EEUU tenía primacía y son aquellos en los que se gesta la tecnología necesaria para el desarrollo de las manufacturas del futuro».
Entre estos sectores, están la inteligencia artificial, la generación de biocombustibles, la nanotecnología y lo satelital, así como otros segmentos «que realmente agregan valor para los productos y son los que terminan siendo la plataforma de todas las manufacturas que genera el panorama productivo futuro».
«Hasta aquí, EEUU tenía primacía porque poseía la vanguardia tecnológica en esos sectores. Pero lo que ha caracterizado el proceso de desarrollo chino es que, paulatinamente, a través de la inserción de las empresas chinas en las cadenas globales de valor, se ha ido haciendo del conocimiento a partir de una negociación que ha tenido bastante éxito por parte de Beijing».
La estrategia china ha sido la «apertura de las cajas de conocimiento» a partir de la participación en su mercado de grandes empresas, incluso estadounidenses. La respuesta de Washington ha sido elevar los aranceles para «los productos centrales en el corazón del proyecto ‘Made in China 2025′», enfocado a garantizar el desarrollo de los sectores prioritarios para el país.
«Ese proyecto de desarrollo manufacturero chino implica los sectores a desarrollar más importantes para el país aquellos que le permitirían alcanzar una «sociedad modestamente acomodada» al momento de cumplir sus dos centenarios: el del Partido Comunista en 2021 y el de la República Popular en 2049″.
Ahora, la respuesta de China a los ataques lanzados por EEUU ha sido «inusual y bastante original», y se ha enfocado sobre todo en los productos del centro-oeste de EEUU, «el corazón de la política estadounidense».
Los aranceles que dispuso China ante los de EEUU —de un valor estimado de 200.000 millones de dólares— son «mucho menores» en su valor y están en el entorno de los 60.000 millones de dólares. Han elegido productos que pueden conseguir en otros mercados, como son los granos, el biocombustible, el pollo o el cerdo, que en EEUU provienen del Medio Oeste, donde Trump tiene su mayor caudal de votos.
Esto, en la antesala de los comicios legislativos de noviembre (mes en el que se lleva a cabo además la cosecha), deja de ser algo anecdótico. Los productos de las costas oeste y este, bastiones opositores al mandatario, no se ven afectados por las respuestas de Beijing.
El aumento de los aranceles dispuesto por Trump provocó además la suspensión desde China de las rondas de consultas entre las autoridades comerciales de ambos países. A pesar de esto, y de la entrada en vigor de las medidas, EEUU volvió a convocar a una reunión en las próximas semanas.
«Es casi contradictorio, porque está llamando a una reunión para poder arreglar las cosas o poner paños fríos y sin embargo lanza las sanciones».
Por otra parte, la medida entra en vigor a pocos días de las sanciones impuestas al Departamento de Equipos Militares de China y a su titular, Li Shangfu, por la adquisición de 10 aviones de combate Su-35 en diciembre de 2017 y los sistemas antiaéreos S-400.
«La compra por parte de China de armas rusas ha sido sancionada como si desde un nivel superior, EEUU se arroga el derecho de decidir cómo deben ser hechas las cosas a nivel del mercado de armamentos global».
Mientras contemplamos desde la Argentina esta puja, podemos escuchar al fantasma de Tucídides, murmurando como lo ha hecho a lo largo de 25 siglos “La guerra era inevitable, por el ascenso de Atenas y el miedo que eso inspiró en Esparta”. Para leer una reflexión de AgendAR sobre ese tema, cliquear aquí.