Toda la atención de los medios internacionales está volcada en estos días, justificadamente, en el enfrentamiento entre los Estados Unidos y China. También informamos sobre el tema en AgendAR, por supuesto. Pero hay otro aspecto, menos coyuntural, que nos interesa también.
Uno de los tópicos favoritos de esos medios, fielmente reproducidos en sus repetidores locales, trata sobre los daños y peligros que causa el proteccionismo.
Nosotros consideramos que es simplemente una herramienta. Que, como todas, puede usarse bien o mal. Pero es cierto que su regreso al arsenal de medidas que una Gran Potencia usa abiertamente (con otros nombres nunca dejó de ser empleada) indica un cambio profundo en el sistema de poder mundial.
Este gráfico, que muestra el nivel de los aranceles que los Estados Unidos aplicaron a lo largo de dos siglos, ilustra dramáticamente lo que decimos: Durante su ascenso al rango de Gran Potencia, fue duramente proteccionista (es lo que habían anticipado públicamente sus próceres). Cuando llegó a ser el país más poderoso del globo, tuvo que pagar el precio tradicional de los imperios: abrir su mercado.
Ahora su primacía está cuestionada y, sobre todo, sus trabajadores están furiosos. El viento de la historia empieza a cambiar.