La proyección de escaños publicada por el Parlamento al filo de la medianoche otorga 178 escaños al Partido Popular Europeo (221 en 2014), frente a 152 de Socialistas y Demócratas (S&D), la segunda fuerza más votada (191 en 2014). Las formaciones euroescépticas suman 168 escaños, en torno al 25% de un hemiciclo de 751. Una cifra lejana al temido 33% con el cual podrían aspirar a entorpecer la maquinaria legislativa, pero considerable dado que su presencia se consolida entre varios de los países grandes de la UE.
El grupo liberal, según la proyección, rondaría los 108 diputados (frente a los 67 parlamentarios de 2014), lo que le permitiría convertirse en una bisagra imprescindible para una alianza entre conservadores y socialistas. Los Verdes, con 67 escaños, según la estimación (obtuvieron 50 en 2014), también aspiran a ese papel y se ofrecen ya como complemento para una mayoría estable. En España, según resultados ya oficiales, el PSOE se convierte en la fuerza más votada, con un 32% de los apoyos, equivalente a 20 escaños.
El ascenso de las fuerzas euroescépticas se ha visto mitigado en algunos países (Alemania) y neutralizado en otros (Holanda y Austria), gracias, en parte, a una participación que se ha disparado al alza por primera vez en 40 años de elecciones al Parlamento Europeo. Pero las cuatro jornadas de votación han desencadenado una sacudida política de importantes dimensiones, con un Parlamento Europeo sin mayorías nítidas y con varios Gobiernos de salida, entre ellos, el de Alemania.
A la anunciada dimisión de la primera ministra británica, Theresa May, tras la jornada de votación del jueves en Reino Unido se ha sumado este domingo el adelanto de elecciones en Grecia y la amenaza de bloqueo político en Bélgica tras las elecciones generales celebradas al mismo tiempo que las europeas. El mal resultado de los socialistas en Alemania también abre la posibilidad de un adelanto electoral en ese país.
La caída de la abstención, que marcó un récord del 56,2% en 2014, parece confirmar el efecto catalizador del Brexit, que ha destapado ante la opinión pública el riesgo real de desintegración de la unidad europea. La masiva afluencia en ciertos casos (en países otrora tan euroescépticos como Dinamarca se ha superado el 60%) ha despejado los temores previos de Bruselas.
El atractivo de las urnas también ha aumentado considerablemente gracias a la personalización de algunas de las opciones en políticos de renombre continental, como el presidente francés, Emmanuel Macron, emblemático representante de las opciones proeuropeas, y el vicepresidente del Gobierno italiano, Matteo Salvini, como cabeza visible de la alternativa euroescéptica. Y en varios países, entre ellos España, la participación se vio estimulada, además, por la coincidencia de las europeas con otros comicios nacionales, regionales o locales.
«Me complace anunciarles que la primera estimación sobre participación apunta a la cota más alta en 20 años y al primer aumento significativo desde las primeras elecciones en 1979«, señaló el portavoz oficial del Parlamento, Jaume Duch. Los datos apuntan a una participación del 50,5%, el mejor dato desde 1994 (56,7%) y por encima del 42,6% de hace cinco años.
Sin embargo, las mayores elecciones transnacionales del planeta, con más de 425 millones de potenciales votantes, han dejado claro el evidente descontento en grandes capas de población, canalizado en muchos países a través de formaciones que abogan por la ruptura con la UE (como el partido del Brexit en Reino Unido) o por recortar drásticamente las competencias de las instituciones comunitarias (como la Lega de Salvini en Italia, el PiS de Jaroslaw Kaczynski en Polonia o el Fidesz de Viktor Orbán en Hungría).
El resultado también revela el desgaste de las dos grandes familias políticas (democracia-cristiana y socialdemocracia), que han sido los pilares del proyecto europeo durante seis décadas. Los datos apuntan a una ajustada victoria del Partido Popular Europeo (PPE), que se habría impuesto por quinta vez consecutiva desde 1999. Pero su margen de maniobra se ha reducido significativamente y ni siquiera con la ayuda de los Socialistas y Demócratas (S&D) parecen en condiciones de sumar una mayoría de más del 50% de los escaños.
Los conservadores han preservado el liderazgo en su principal feudo, Alemania, e iniciaron los movimientos para intentar mantener el control de la Comisión Europea en la misma tarde del domingo, antes de que cerrasen los colegios electorales en todo el continente (los últimos, en Italia, a las once de la noche).
El candidato del PPE a la presidencia de la Comisión Europea, el alemán Manfred Weber, reclamó el domingo su derecho al puesto. «Los europeos han decidido y han enviado un claro mensaje», señaló Weber tras constatar la victoria de su formación. «Dejemos de hablar de crisis y empezemos una nueva fase con optimismo», añadió el líder de los conservadores.
Los socialdemócratas, que cuentan con el holandés Frans Timmermans como candidato a presidir la Comisión, no parecen haber logrado los avances esperados y España se perfila como su único bastión. En Alemania podrían quedarse como tercera fuerza, por detrás de conservadores y Verdes, lo que abre la opción a buscar a corto plazo una coalición para el Gobierno federal.
Aun así, Timmermans no ha arrojado la toalla y en la noche del domingo reiteró que «intentaremos forjar una alianza progresista» en Bruselas para reducir por primera vez la fuerza del PPE en las instituciones. La idea pretendía abarcar a un arco parlamentario «desde Macron hasta Tsipras», en alusión a los liberales franceses y los izquierdistas griegos. Las primeras proyecciones indican que una alianza de cuatro partidos (socialistas, liberales, verdes e izquierda) se quedarían a una decena de los 376 escaños necesarios para nombrar al presidente de la Comisión.
El plan también puede quedar muy debilitado si se confirma que el grupo de Macron, Renacimiento, es derrotado en las urnas por Reagrupamiento Nacional (RN), de Marine Le Pen. El partido de Alexis Tsipras, Syriza, también parece abocado a un segundo puesto tras los conservadores de Nueva Democracia.
La derrota de Macron, si se confirma, sería especialmente significativa, porque el presidente francés había convertido la cita del 26 de mayo en una suerte de plebiscito sobre el proyecto europeo. El inquilino del Elíseo aspira a dar la vuelta al resultado de 2014, cuando el partido de Le Pen se convirtió en el más votado del país. Cinco años después, la ultraderechista mantiene casi intacto su empuje. Y el europeísmo entusiasta de Macron puede haber sufrido su primer batacazo en las urnas después de haber sido seriamente cuestionado por las protestas de los chalecos amarillos.