La mayor epidemia animal de la historia se extiende por Asia sin que el sacrificio de piaras y otras medidas puedan contenerla. El año del cerdo en China ha traído un apocalipsis porcino al que no se intuye final cercano ni se descarta un contagio global que dispare los precios.
Al virus lo llaman el ébola de los cerdos y la buena noticia es que los humanos somos inmunes. Lo demás es inquietante. Su mortalidad roza el 100% en los cerdos, que sucumben por las hemorragias internas.
La ausencia de vacunas y de tratamiento empuja a las matanzas indiscriminadas. Pocos virus muestran una transmisión más ágil y una resistencia tan briosa. Sobrevive más de cien días en la carne congelada y aguanta durante semanas en todo tipo de objetos, de ropa a vehículos, por lo que cubre largas distancias en pocas horas. Y epidemias con epicentro en Asia como el SARS ya mostraron que los virus no entienden de fronteras.
El primer caso de gripe porcina africana (ASF, por sus siglas en inglés) fue detectado en agosto de 2018 en una granja de la provincia norteña de Liaoning. Las autoridades chinas mataron un millar de cerdos y declararon resuelta la crisis. Dos semanas después se informaba del segundo caso en la provincia central de Henan, más de 2000 kilómetros al oeste.
Las consecuencias sociales y económicas en China son dramáticas. Su industria porcina mueve 128.000 millones de dólares y, con 700 millones de cerdos, concentra la mitad de la producción global. Beijing ha confirmado el sacrificio de un millón por la ASF, pero los expertos calculan que a final de año podrían alcanzar los 200 millones. Ese 30% de pérdidas equivale a toda la producción europea.
Desde entonces se ha extendido por todo el país y cruzado a Vietnam, Camboya, Corea del Norte, Mongolia y Hong Kong. Se teme que Laos, Tailandia, Filipinas y Myanmar sean los siguientes. Todos los gobiernos están en alerta.
La ASF pasó en enero desde China al norte de Vietnam y en seis meses ya se ha extendido por 48 de sus 63 provincias. Los esfuerzos de Hanoi no han sido escasos ni tibios. Ha matado a dos millones de cerdos, el 6% de su producción anual, y movilizado a policía y ejército. El cerdo supone el 75% de la carne consumida por los vietnamitas y emplea a buena parte del sector ganadero. «Nunca Vietnam ni el mundo se han enfrentado a una epidemia tan peligrosa, compleja y cara», afirma su Ministerio de Agricultura.
Corea del Sur, Japón y Taiwán escanean a los viajeros en sus aeropuertos en busca de salchichas y otros productos porcinos y han elevado las multas por contrabandos. Tokio, además, ha desplegado perros para olfatear los equipajes. Pero el control en países menos desarrollados es más difícil. La falta de compensaciones a ganaderos por los sacrificios incentiva el silencio ante el contagio y canaliza a los animales enfermos o muertos hacia el mercado negro.
China, Camboya, Vietnam y Corea del Norte han sido incapaces de controlar la epidemia y es muy probable que se extienda al resto de Asia y más allá, juzga Dirk Pfeiffer, experto en epidemias animales de la City University de Hong Kong. A corto y medio plazo, continúa, lo más realista no es erradicarla sino «aprender a convivir con el virus endémico en varios países de la región».
La dispersión de las granjas y las insuficientes condiciones sanitarias aceleran la propagación y forman en Asia la tormenta perfecta. Mientras la producción en Europa se confía a haciendas de gran tamaño concentradas en regiones razonablemente alejadas entre sí, la cría de cerdos en China está atomizada en pequeñas granjas desperdigadas por todo el territorio.
«El problema es que carecemos de precedentes de una situación así, porque no hay ninguna otra parte del mundo que tenga a tantos cerdos en unas bajas condiciones de bioseguridad y en un espacio geográfico tan grande (…) ¿Cómo controlas el contagio sin siquiera una vacuna?», señala Pfeiffer.
Los efectos de la crisis se extenderán al bolsillo de las familias. Los precios globales del cerdo han aumentado un 40%. Según Even Pay, analista de agricultura de la consultora China Policy, el impacto económico se contagiará al pollo, los huevos y cualquier alternativa proteínica que elijan los consumidores. Pero la crisis ayudará a los países que suministran cerdo a China porque aumentará la demanda y el precio.
«Eso incluye a España y Alemania, dos de los principales exportadores. También a Canadá, Australia y Brasil, que le venden ternera y pollo. A largo plazo, el incremento de la demanda de carne puede desembocar en un mercado más diverso, con más competidores», es el pronóstico de China Policy.
En Argentina, el sector privado estima que habrá un efecto positivo por el lado de las carnes, pero sería negativo para la exportación de soja.
Como a China le podría llevar hasta 10 años recuperar el stock -las previsiones más pesimistas señalan que se terminarían sacrificando entre 150 y 200 millones de cabezas-, ya hay una mayor presión de importación. Según un reciente informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y la Fundación INAI, que hizo un estudio de impacto con una pérdida de 10, 20 y 30% de la producción en China, ese país podría importar entre 745.000 y 4,7 millones de toneladas de carne de cerdo. Actualmente viene importando un volumen de 1,6 millones de toneladas, cifra equivalente al 20% del mercado mundial.
Argentina, que logró recientemente la autorización para vender carne porcina a ese mercado y ya tiene tres frigoríficos habilitados, podría vender hasta 18.000 toneladas allí el próximo año. Nuestro país viene creciendo en exportaciones de carne de cerdo y esto representa otra oportunidad.
Según datos de la Secretaría de Agroindustria, en el primer cuatrimestre de 2019 las exportaciones de carne de cerdo a los mercados actuales crecieron 53% (7586 toneladas) versus igual período del año pasado. Por la mejora del poder adquisitivo de la clase media china, conformada por más de 300 millones de personas, ese país está consumiendo también más carne bovina. De hecho, como efecto derivado de la peste porcina africana también se vislumbran más exportaciones de carne vacuna argentina a China. El país exportó a ese mercado el año pasado 206.000 toneladas peso producto, equivalentes a unas 309.000 toneladas res con hueso. Para la carne vacuna, según el trabajo de la Bolsa de Cereales porteña y la Fundación INAI, por la peste porcina africana en China la Argentina podría ampliar sus ventas a ese mercado entre 28.000 y 78.000 toneladas.
China venía llevándose carne de vaca de menor valor, pero ahora también está comprando cortes de novillo de mayor calidad y precio. Ese mercado, el principal cliente de la Argentina, sigue aumentando sus compras. En los primeros cuatro meses del año adquirió acá 92.727 toneladas peso producto de carne vacuna, una suba del 90,7% versus igual período de 2018. En abril último tres de cada cuatro kilos exportados fueron a China.
Granos: menos exportaciones
En el caso de la soja, China, el mayor importador del mundo, con 84 millones de toneladas, podría reducir sus compras en 9 millones de toneladas. Para la Argentina representa un riesgo para tres millones de toneladas de la exportación. Además de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la enfermedad en el país asiático se convirtió en un factor bajista para los precios de los granos.