El cambio climático hace estragos en la extensa meseta patagónica. Con mayores temperaturas y pocas lluvias, la primera napa de agua del suelo se secó, los pastos no crecen, y las ovejas mueren por falta de comida o porque las cazan los pumas y los zorros colorados. Más al sur, en Tierra del Fuego, las ovejas son presa fácil de los perros cimarrones.
Estos predadores, que muchos tomaban como parte de una leyenda, están ocasionando pérdidas de unos $ 100 millones por año en una sola provincia, de acuerdo al ministerio de Producción de Chubut. «Los felinos están apareciendo en las zonas cordilleranas donde la actividad es importante», dice Roberto Hughes, productor de Esquel, que reclama una política inteligente de control.
Un dato sorprendente: en el año 2000 había unos 450.000 guanacos en la Patagonia. Hoy el número saltó a los 2 millones. Esta super población impulsó un plan especial por parte del INTA, algo difícil de replicar con el puma, los zorros o los perros, porque la política de control de especies corresponde a las provincias.
Pero la decadencia de la ganadería ovina en la Patagonia no está relacionada con la ecología sino con la economía. Los campos son abandonados por productores que se reconvirtieron en emprendedores del negocio del turismo.
O provincias que dejan de lado la ganadería, para dedicarse a la pesca, la minería o al negocio petrolero. Sólo en Santa Cruz se calculan 9 millones de hectáreas abandonadas sobre 22 millones de hectáreas destinadas a la ganadería. Otro tanto ocurre en Chubut.
Todo sucede justo cuando la lana de la oveja más fina de todas, cotiza entre 6 y 9 dólares el kilo, un precio ideal para este sector que exporta principalmente a China y Europa.
Precisamente, Beijing acapara el 60% de la lana del mundo que luego industrializa. China nos compra la lana sucia sin peinar. Pero la otra mitad de las exportaciones es lana lavada y peinada que se paga mucho más.
La provincia de Santa Cruz tiene ovejas merino australiana, de fibra muy delegada, y también las de raza corriedale que cuentan con una fibra más gruesa y cuya cotización es la mitad de la merino. Esas fibras más gruesas son demandadas para las alfombras de lana.
Pero año a año baja el stock de ovejas que además debe competir por el pasto contra un animal más grande como el guanaco.
Existen provincias como Río Negro que perdieron el 60% de su stock ovino. Aunque en este caso la culpa la tienen las cenizas volcánicas del cordón Gaulle-Puyehue que erupcionó al otro lado de la Cordillera, en territorio chileno. Por los vientos, esas cenizas afectaron en junio de 2011 a gran parte de la región andina argentina.
De acuerdo con Carlos Epper, CEO de a Asociación de Criadores de Merino, la Patagonia llegó a contabilizar 80 millones de ovejas. En 2019 no llegan a 12 millones. Eran 14,5 millones en 2003. Así las cosas, el país no tiene stock suficiente y puede perderse una oportunidad única. La lana representa el 3% de la fibra textil que se utiliza en el globo, por lo que tendría mucho margen para crecer en participación ante consumidores cada día más amigos de las fibras naturales.
Miguel O’Byrne, presidente de la Federación de Instituciones Agropecuarias de Santa Cruz, recuerda que los ovinos se introdujeron hace más de 100 años y eran la base de la economía patagónica. Según sus propios cálculos quedan apenas 2,4 millones de ovejas en Santa Cruz, unas 400.000 en Chubut, 1,4 millones en Río Negro, 250.000 en Neuquén y 300.000 en Tierra del Fuego. “No están en la agenda oficial”.