La sostenida inercia inflacionaria sigue disminuyendo el poder adquisitivo de los trabajadores formales: el salario real se hundió 8,8% en los últimos doce meses y acumuló su decimonovena caída consecutiva. Está en el nivel más bajo en más de diez años, como puede observarse en el cuadro de arriba.
En contraste con el IPC del Indec, que se publicará el próximo martes, el indicador del IET (Instituto Estadístico de los Trabajadores, de la UMET) considera la evolución de la canasta de consumo de los hogares cuyo jefe es asalariado registrado. El 2,7% mensual se ubicó dos décimas por debajo del dato revisado de mayo. Así, la medición interanual mostró un leve retroceso de 1,7 punto desde el pico de 57,4% de mayo, que fue el más alto en 27 años. En junio, la inflación estuvo motorizada por las categorías Esparcimiento (6,3%), a raíz del alza estacional de la hotelería y las entradas de cine; Vivienda (3,7%), por la suba del 8% en las facturas de gas de mayo que se pagaron el mes pasado y del 3% en alquileres; Alimentos y bebidas y Equipamiento del hogar (2,7%).
La desaceleración, apoyada principalmente en la baja del dólar del 5% a lo largo de junio, coincide con otras estimaciones privadas: Eco Go midió 2,6%; LCG y Ecolatina, 2,7%; y el índice de supermercados del CESO dio 3,2%. Pero por la suba de las naftas y las prepagas, las consultoras advierten que la baja podría frenarse este mes.
Si bien la leve baja del ritmo inflacionario frenó el desplome de los ingresos, el poder de compra sigue sin rebotar. «Comparado contra mayo, el salario parece haberse estabilizado», señala el informe, que advierte que en términos reales alcanzó el menor nivel de la serie elaborada por el IET que comienza en enero de 2009. La devaluación, la inflación y las paritarias a la baja fueron los ingredientes clave del cóctel explosivo que pulverizó los sueldos en términos reales durante el gobierno de Mauricio Macri. Desde su asunción, cayeron 16,4% (ver gráfico). El declive se profundizó desde diciembre de 2017 cuando se inició una racha de diecinueve caídas en fila.
Vale la pena señalar, a la luz de la reciente polémica, que el descenso de la proporción del salario en los costos no ha hecho más competitiva a la industria argentina a la hora de exportar. Es evidente que hay otros factores más negativos que el costo de la mano de obra.