El litio es uno de los materiales cuya demanda creció más en los últimos años, y probablemente seguirá creciendo por algunas décadas, al menos. Este metal blando, alcalino y muy reactivo, que se oxida muy fácilmente en contacto con el aire o el agua, se utiliza principalmente para la fabricación de baterías como las que usan los teléfonos celulares, las notebooks, y cada vez más los autos eléctricos y en dispositivos usados para almacenar energía solar y eólica. Pero a veces las expectativas van más rápido que el mercado, todavía no «maduro» y donde hay pocos jugadores.
La demanda de litio a nivel mundial fue constante, y limitada, hasta 2015, cuando pegó un primer salto importante. Desde ese momento hasta 2017, la Argentina, tercer productor mundial, incrementó su cuota un 50%. Según un informe de este año del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la demanda del metal continuará subiendo casi un 80% al menos hasta 2025 pasando de 234.788 a 422.614 toneladas. Algunos analistas estiman que ya para la década de entre 2030 y 2040 la demanda alcanzará el millón de toneladas. El impulso estará apalancado principalmente en su uso para baterías recargables, en particular para los autos eléctricos e híbridos, ya que las automotrices están, aunque con demoras, profundizando su desarrollo. La cuestión es saber si surgirán alternativas al empleo de litio para almacenar electricidad (algunos científicos piensan en el sodio, mucho más abundante que el litio).
El informe del BID hace una aclaración. “En primer lugar, en relación con otros productos mineros como el oro y el cobre, el mercado del litio es casi insignificante. El volumen comercializado de oro en el mundo asciende a casi u$s 125.000 millones, y el de cobre a u$s 95.000 millones. El mercado del litio, en tanto, se ubica en torno a los u$s 2.000 millones, con una proyección optimista de u$s7.700 millones para el año 2022”. Y agrega: “Aun para la Argentina se trataría de una modesta fuente de divisas: un informe del entonces Ministerio de Energía y Minería señala que las exportaciones de litio en 2016 llegaron a u$s 190 millones y, en 2017, la cifra aumentó a u$s 224 millones. Si se concretan algunos de los proyectos en desarrollo, esa cifra podría escalar hasta u$s 880 millones en los próximos años. Sin embargo, estos valores no resultan significativos cuando se comparan con las exportaciones totales del país, que en 2017 rondaron los u$s 58.000 millones, y tampoco son demasiado elevados dentro de la propia minería, cuyas exportaciones oscilan entre los u$s 3.520 millones el mismo año. El flujo neto de divisas sería aún menor si se consideran las importaciones de bienes y servicios realizadas para la operatoria de los salares, y los dividendos y regalías girados al exterior por parte de las empresas concesionarias”.
El BID también afirma que “dado el carácter de capital intensivo de los procesos mineros, tampoco se puede esperar un gran impacto en materia de empleo (más aún si se consideran las tendencias a la automatización en el sector). “En síntesis, la influencia que la minería del litio tendría sobre los agregados nacionales sería muy limitada aunque, por supuesto, no despreciable en un país siempre urgido por la necesidad de inversiones, divisas y empleo”, remata. Sin embargo, sí tienen un fuerte impacto en los presupuestos provinciales, especialmente en Catamarca, Jujuy y Salta.
Localmente, hay una mirada más optimista. Argentina produce hoy algo más de 30.000 toneladas de litio. Franco Mignacco, presidente de la Cámara Minera de Jujuy y prosecretario de la Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM), sostiene que “si todos los proyectos que están en análisis se concretan, y se alcanza una producción cercana a las 200.000 toneladas, Argentina podría estar exportando en litio lo mismo que de carne, y así se convertiría en un producto muy importante en la balanza comercial del país”.
Mignacco explica que gracias a los proyectos que están en marcha, para 2023 habría unas 70.000 toneladas adicionales. Una ventaja que tiene la Argentina es que el estado en el que se encuentra su litio en la naturaleza tiene un costo más bajo de extracción. Pero el directivo de la cámara minera afirma que “hay que trabajar fuertemente los costos, porque si hay un ajuste hacia abajo del precio podés quedar rápidamente fuera del mercado”. “El precio subió bastante desde 2016. Pasó de cerca de entre u$s 6.000 y u$s 7.000 la tonelada a entre u$s 13.000 y u$s 14.000, aunque ahora hubo un ajuste porque se contrajo la demanda. Pero para adelante, con la proyección de demanda que hay, tampoco se ven muchas fluctuaciones; quedará entre los u$s 10.000 y u$s 12.000”. Además, es optimista sobre la demanda: “Lo que está un poco demorado es la fabricación masiva de autos eléctricos, que se pensaba que en 2025 iba a haber una demanda mayor, pero si se mira para adelante todas las compañías automotrices están trabajando para tener entre 2030 y 2040 más de la mitad de sus autos eléctricos. De la mano de eso va a venir el gran empuje en la demanda de litio, que se prevé se puede cuadruplicar de cerca de las 250.000 toneladas de la actualidad”.
En todo caso, existe un consenso sobre una “ventana de oportunidad” (¿en torno a los 20 años?) para explotar la riqueza del litio disponible en la Argentina, ya que los pronósticos sugieren que, tarde o temprano, dicho material será reemplazado por otros o incluso por el reciclado de las baterías agotadas.
Argentina se encuentra en lo que se denominó “el triángulo del litio”. Lo conforman también Chile y Bolivia. En el caso de este último país aún no están cuantificadas con certeza las reservas del metal. En materia de producción, Australia ocupa el primer lugar con más de 100.000 toneladas al año, seguido de Chile con 75.000. Nuestro país está en el tercer escalón con 30.400, casi el doble que China. Pero la producción en la Argentina podría crecer significativamente de concretarse los proyectos en danza.
Guillermo Garaventta, un científico argentino que investiga en el Centro Tecnológico Aeroespacial (CTA) de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Plata sugirió que el Estado tendría que crear un «Yacimientos Litíferos Fiscales». En una entrevista para el medio «Blanco sobre Negro» Garaventta, una referencia sobre sistemas de almacenamiento de energía basados en litio, manifestó que el Estado debería controlar y administrar la extracción, procesamiento y distribución del litio que se saca del país.
Esta propuesta no es «insólita» -adjetivo usado para descalificar a las ideas que no están de acuerdo con el que la comenta. Tanto en Chile como el Bolivia, países con políticas bien distintas, el litio es considerado un material estratégico.
Un objetivo más ambicioso es la fabricación de baterías de litio en nuestro país. Por ahora, hay un ensayo: en Jujuy comenzó la construcción de una planta de batería de Ion Litio, que será gerenciada por la empresa Jujuy Litio, integrada por Jujuy Energía y Minería, Sociedad del Estado y por la compañía italiana SERI. Se afirma que Argentina no exportará baterías a China o a EE.UU. Seguramente: prefieren fabricarlas ellos mismos. Pero no hay ninguna razón estructural para que no las utilice en sus propios productos, si se anima a retomar su vocacion industrial.