El uranio es un elemento químico metálico que se emplea como combustible para los reactores nucleares. Solo uno de sus tres isótopos, el menos abundante, tiene la capacidad de liberar energía durante la fisión nuclear: el uranio 235 (U235). Separarlo del U238 (que comprende más del 99% de la masa del uranio natural) es muy difícil, ya que son idénticos en casi todo menos en la cantidad de elementos en su núcleo, lo que implica una muy pequeña diferencia de masa. En el mundo suelen usarse tres tecnologías para hacer esta separación, llamada enriquecimiento de uranio: difusión gaseosa, ultracentrífuga y con láser.
La primera consiste en mezclar el uranio natural con flúor (UF6) para manejarlo como un gas y luego comprimirlo contra una membrana que permite algún grado de separación, aunque con poca eficiencia. La Argentina cuenta con una planta de difusión gaseosa en Pilcaniyeu, Río Negro, que se construyó en los años 80. El solo hecho de tenerla le permitió al país entrar al grupo de proveedores de nucleares y tener voz y voto en decisiones geopolíticas del sector nuclear.
El sistema que más se usa actualmente en el mundo es el de ultracentrífugas. Consiste en poner UF6 en una centrífuga de alta velocidad y, así, lograr que el uranio más denso (U238) quede en las paredes de la centrífuga y el menos denso (U235) en el centro.
El método más nuevo consiste en expulsar el UF6 mezclado con gas argón a velocidades supersónicas por una tobera. A estas velocidades, las moléculas de uranio y las de argón tienden a unirse en dímeros (partículas de dos moléculas) y, mediante el uso de láseres muy específicos, se puede lograr que el U235 no quede asociado a ninguna molécula: al ser mucho más liviano que el resto de los elementos del chorro de gas, el U235 queda en las paredes exteriores.