De acuerdo con un estudio publicado en Environmental Science and Pollution Research, en base a un ensayo piloto realizado en el Riachuelo, científicas argentinas de la Universidad de Buenos Aires mostraron que la planta conocida también como “jacinto de agua” absorbe y acumula, especialmente en sus raíces, contaminantes como el cadmio y otros metales pesados.
Desde Divididos a Mercedes Sosa, el camalote da letra a canciones cantadas desde hace años, y también suena en el mundo científico por su vínculo afinado con los contaminantes. Esta planta no solo sobrevive en medio de altas concentraciones de estos tóxicos, sino que los atrapa, y los acumula, principalmente en sus raíces, según estudios recientes de científicas argentinas en aguas del río Matanza-Riachuelo, uno de los diez sitios más polucionados del mundo.
Lejos de obstruir la navegación, como ocurrió en el Delta del Paraná en 2016, este vegetal, también conocido como jacinto de agua, flor de bora o lechuguín, despejó las aguas de ciertos peligros, al retener algunos metales pesados, particularmente el cadmio, usado en electrodomésticos, vehículos o en la cobertura de piezas metálicas (tuercas, bulones, clavos), entre otros.
“El jacinto de agua mostró resultados prometedores para la aplicación en el tratamiento de aguas contaminadas con cadmio, dada su capacidad para tolerar altas concentraciones (de hasta 10 mg por litro) y su capacidad de captación y acumulación”, afirman las científicas Eliana Melignani, Ana Faggi y Laura de Cabo, en ese trabajo publicado recientemente en Environmental Science and Pollution Research.
Si bien es oriunda de América del Sur, esta planta ya llegó a Japón, Australia y a otros 50 países donde es una especie invasora. En tanto, en tierras nativas como la Argentina, los estudios demostraron que el camalote aguanta más allá de lo esperado. “Lo que tiene de novedoso nuestro trabajo es que lo sometimos a concentraciones muy altas de este metal pesado y sobrevivió”, subraya Melignani, doctora en Biología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, y enseguida agrega: “Son valores de contaminación elevados, que uno no debería encontrar normalmente en cuerpos de agua, pero están asociados a efluentes de industrias que trabajan con cadmio, como las fabricantes de baterías, pigmentos, galvanoplastía y estabilizantes plásticos. Tratamos de reproducir esas condiciones”.
El metal pesado puesto bajo la mira reviste reciente interés pues la extracción comercial comenzó al inicio del siglo XX. “Más de la mitad del cadmio producido ha sido refinado en los últimos cincuenta años”, remarca en su tesis Melignani, quien puso a prueba con distintas concentraciones tóxicas durante siete días al más conocido de los camalotes, el que navega a donde lo lleva la corriente, llamado Eichhornia crassipes. Los daños se hicieron visibles ya al tercer día. “La planta se ponía amarilla; el tejido, marrón”, describe. Y lo que más llamó la atención fue “la capacidad de bioacumulación de la planta que pudo tolerar y sobrevivir en condiciones de extremo estrés, y no murió durante el ensayo”, remarca.
A pesar de su estado crítico, el camalote seguía absorbiendo y acumulando cadmio, especialmente en sus raíces. Valga recordar, que la planta toleró hasta 10 mg de cadmio por litro, cuando el límite legal de descarga permitido en desagües cloacales es de 0,1mg por litro, según la Ley 11.820.
Otra tanto ocurrió con una variedad de camalote que se encuentra fija o anclada en las riberas, llamada Eichhornia azurea, a la que sometieron durante 79 días a altas dosis de contaminantes. “El camalote flotante (E. crassipes) y el camalote arraigado (E. azurea) fueron capaces de tolerar y acumular grandes concentraciones de cadmio en su biomasa, más en raíces que en hojas”, escribió Melignani en su tesis.
Plantas remediadoras
Amigable con el medio ambiente, energéticamente económico y sustentable, ya que funciona con energía solar, el camalote logra reunir características interesantes de remediación. No han faltado propuestas de generar biorollos con la planta que se arraiga en la ribera. “La idea es llevar al campo lo que vimos en el laboratorio. Armar –indica Melignani- unos rollos de yute o polipropileno, que contienen tierra y camalotes, entre otras plantas palustres, y colocarlos en la zona de la orilla”. Estas estructuras facilitan el filtrado de contaminantes y disminuyen la acción erosiva del agua, acelerando la revegetación de las riberas.
“Se necesitarían, alrededor de 83 plantas adultas (entre 5 y 7 hojas) del camalote arraigado que sería capaz reducir 245 mg de cadmio en 1 m2 con 10 cm de profundidad de suelo contaminado en un período aproximado de 3 meses para lograr un nivel guía de calidad de suelo, según la Ley 24051. Esta cantidad estimada de plantas se encuentra dentro del rango natural, ya que en la bibliografía se ha reportado de 65 a 130 plantas por m2 para el género Eichhornia en ambientes naturales de la provincia de Buenos Aires”, planteó Melignani ya en su tesis, que “sirvió de base para un ensayo piloto que se está realizando –precisa- en el Riachuelo, en el sector de Puente Alsina, a cargo de la Universidad de Flores en conjunto con la Agencia de Protección Ambiental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires”.
Para el caso de los camalotes flotantes, la propuesta es diferente. Podrían sembrarse en soportes, de manera de reforzar el entramado natural del camalotal y eventualmente removerlos. “Esta es una alternativa más económica que usar métodos físico químicos para reducir la carga contaminante. No es una solución definitiva, pero contiene parcialmente la contaminación difusa. Lo primordial es controlar los vertidos industriales”, subraya Melignani.
La consigna es apaciguar las nefastas consecuencias de la contaminación. “Algunos ríos de la región pampeana reciben efluentes industriales que contienen concentraciones de cadmio por encima de los límites legales de descarga (0,1 mg por litro).Por lo tanto -concluye el estudio publicado en Environmental– estos son resultados prometedores para la aplicación del jacinto de agua en tratamientos de efluentes industriales y lixiviación de vertederos al aire libre donde se desechan las baterías y los dispositivos electrónicos”.