Hay ya evidencia científica abrumadora sobre el aumento que se está registrando de las temperaturas promedio en el planeta, e indicaciones muy fuertes que eso provoca mayor frecuencia y violencia en huracanes y otros fenómenos atmosféricos. Existe un consenso mayoritario entre los estudiosos del clima que las emisiones de carbono están vinculadas al calentamiento global.
La preocupación se ha filtrado en la opinión pública, especialmente en los países donde un buen porcentaje de la población es próspera y urbanizada. Ahí, un sector de la juventud empieza a movilizarse en torno al tema. En la ONU habrá también una Cumbre Juvenil, con la activista sueca de 16 años Greta Thunberg y otros 100 «jóvenes líderes». Y un capitalismo dinámico ha creado nichos de negocio en las energías renovables. Incluso, ya es buena publicidad para las empresas aparecer comprometidas con el tema. Justamente, hoy en la sección «Producción Nacional» informamos sobre un proyecto interesante del uso de energías renovables… que no disminuye el consumo de combustibles fósiles.
En otro plano, el Papa Francisco ha volcado decididamente la influencia de la Iglesia Católica en favor de una «economía sustentable», del «cuidado de la casa común». Cada vez es más difícil para los liderazgos políticos pronunciarse abiertamente en contra del concepto, aunque algunos, como Donald Trump, lo sigan haciendo, «kind of».
Pero los Jefes de Estado no necesitan ponerse en contra de la lucha contra el calentamiento global, de la protección de la biodiversidad… Basta con ignorarlas, o no darles prioridad. Porque esas tareas solo se pueden hacer con alguna posibilidad de detener los procesos de deterioro del medio ambiente si los estados nacionales, en particular las Grandes Potencias, se deciden a encarar las difíciles y costosas decisiones que serán necesarias. Por ahora, sus pasos concretos se dirigen más en la dirección de prepararse para aprovechar los recursos que el descongelamiento del Ártico empieza a hacer accesibles.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo a periodistas en Nueva York el viernes «Las ciudades y las empresas están ayudando a llenar parte del vacío dejado por los gobiernos nacionales, incluido el de EE.UU., en el tema climático«.
Guterres está presionando a los países para que aumenten sus compromisos de alejar al mundo de los combustibles fósiles, y aseguró esperar que un número “impresionante” de líderes anuncien compromisos para lograr la neutralidad en carbono para 2050 durante la cumbre.
“La influencia de los gobiernos en las sociedades ha disminuido”, afirmó Guterres. “Otros actores se están volviendo fundamentales, especialmente la comunidad empresarial y las autoridades locales. Ese movimiento compensa en gran medida la falta de compromiso positivo por parte de los gobiernos. Estamos presionando tanto como sea posible para eso”.
La intención está muy clara. El lunes pasado la vicesecretaria general de la ONU dijo durante una conferencia de prensa: «El mundo está acostumbrado a ver en la Asamblea General a una serie de países o grupos de países leyendo discursos uno tras otro, pero el lunes 23 de septiembre las palabras no serán suficientes para tener la oportunidad de hablar. Solamente aquellos países que traigan las acciones más vanguardistas, significativas y ambiciosas tendrán un lugar en el podio el día de la Cumbre sobre la Acción Climática”.
Amina Mohammed recalcó «El mundo se encuentra muy lejos de donde debe estar para crear la transformación que se necesita y contrarrestar el cambio climático«.
En una actitud que promete ser firme, el Secretario General ha prometido que los países que permitan el uso del carbón como fuente de energía, no podrán hablar en la Asamblea durante la cumbre.
Entonces, a la pregunta que hago en el título (¿Servirá de algo?) me inclino a contestar que sí, porque contribuirá a fortalecer el «clima de opinión» necesario. Soy escéptico, sin embargo, ante la confianza expresada por Guterres en el protagonismo de ciudades y empresas: los recursos, materiales y jurídicos, sólo los tienen los estados nacionales, y los más poderosos entre ellos.
Pero los estados no son una abstracción; están formados por hombres y mujeres, y los temores y esperanzas de las mayorías terminan por determinar sus acciones, en el largo -a veces muy largo- plazo. La Cumbre de Acción Climática será útil para ello, aunque en menor grado, se me ocurre, que, por ejemplo, la encíclica Laudato si. En realidad, esa Cumbre puede verse como una versión laica y burocrática de la encíclica.
Y no hay que minimizar su influencia. Hace unos 75 años, un hombre muy práctico, José Stalin, que entonces dirigía la Unión Soviética, preguntó «¿Pero cuántas divisiones tiene el Papa?«. Era una pregunta válida, pero tres cuartos de siglo después, el Vaticano sigue estando. La Unión Soviética, no.
A. B. F.